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Salvador Sostres

El hijo tonto

Salvador Sostres

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Oriol Pujol es el más limitado de los hijos del expresidente de la Generalitat y por eso a su padre le pareció bien que fuera él quien se dedicara a la política. Jordi Pujol fue siempre un gran vanidoso, un gran megalómano, y no quería que nadie —y menos de su familia— le hiciera sombra, y con Oriol se aseguró de efectivamente conseguirlo.

Y como no podía ser de otra manera, Oriol ha caído por tonto. Por ser tonto él y por tener amigos muy tontos, entre ellos uno especialmente, imputado en la misma causa, que no aceptó el pacto con el Fiscal y por eso las penas que ahora pide para los principales encausados —5 años y 2 meses— son tan onerosas. Su esposa tampoco ha podido librarse y le piden 3 años.

Pero en cualquier caso, la principal tontería viene de Oriol, como bien calculó su progenitor, este Oriol que por una operación de calderilla, que además ni llegó a cobrar, va a acabar en la cárcel. Y su mujer, probablemente, también.

La torpeza de Oriol es sólo comparable a la bajeza de su hermano mayor, Jordi, a quien el patriarca designó como el «tesorero» de la familia, y le deslizó a la zona oscura, para evitar que con su mente privilegiada le cuestionara el liderazgo. Jordi, en lugar de preocuparse de su hermano tonto y político, y de procurarle algún dinero para apartarle la tentación de robar; se dedicó a magrear a aquella extraviada que acabó siendo el origen de casi todas las denuncias que hoy pesan sobre la que fue la primera familia de Cataluña.

Oriol está ahora destrozado. Su vida política ya no existe, y su vida familiar flota en la angustia. Sus tres hijos se enfrentan al oscuro panorama de que padre y madre acaben ingresando en la cárcel.

Pero mientras fue alguien, Oriol tuvo siempre la arrogancia del ignorante, la tonta brutalidad del sectario, y su elevada autoestima no guardó nunca proporción con sus carencias tan exageradas. Algunos le vieron hasta hace muy poco como el sucesor natural de su padre, en otra demostración de que Convergència estaba ya decadencia mucho antes de volverse loca con la independencia.

También la tontería de Oriol viene de lejos y es legendaria. Durante su juventud se dedicó al folclore nacionalista más kitsch, con actividades tales como corregir los carteles de las autopistas, para reescribirlos en catalán, o serrar las patas de hierro de aquellos toros Osborne, para tumbarlos. Es esa euforia de la gamberrada petarda e inofensiva, esa euforia de festival de fin de curso, esa épica de pacotilla de silbar al Rey o de cada año ser más en las manifestaciones de la Diada. Oriol Pujol simboliza la evolución de una Convergència cínica —la de su padre—, pero responsable y ganadora; a la Convergència de Mas, igual de cínica, pero desoladoramente naíf y que sólo sabe coleccionar derrotas.

En un juicio con tribunal popular, y en el contexto de este linchamiento a la clase política, Oriol Pujol Ferrusola no se libraría de la cárcel ni siendo clamorosamente inocente. De modo que teniendo en cuenta su manifiesta culpabilidad, por cutre e inocua que resulte, tiene los días de bella libertad contados, y con los dedos de una sola mano.

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