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SUCESOS

Un golpe accidental en el cráneo pudo causar la muerte de la pequeña de Málaga

Lucía, de tres años, se perdió y pudo caminar tres kilómetros hasta donde fue hallada

Un vigilante de seguridad ante la vía férrea donde estaba el cuerpo de Lucía Vivar Hidalgo EFE

FRANCIS MÁRMOL

Los peores presagios alrededor de la desaparición de la pequeña Lucía Vivar , de sólo tres años de edad, se cumplieron sobre las siete de la mañana de ayer. El maquinista del tren de Cercanías que cubría la línea Álora-Málaga paró el convoy y bajó de su cabina para cerciorarse de que aquel pequeño bulto que se encontraba entre las vías del tren y la carretera A-7077, en el kilómetro 3, ya en el término municipal de Álora, era el cuerpo de la niña que durante toda la noche había sido buscada por hasta 600 vecinos del municipio limítrofe de Pizarra, tras perderse tres kilómetros más al sur.

Fueron unos segundos fatídicos en torno a las once y media de la noche. Los que hicieron falta para que la menor se extraviase mientras jugaba con sus primos en los alrededores de la estación de tren de Pizarra, donde cenaban sus padres en un restaurante aledaño. La autopsia del cadáver de Lucía confirmó que había muerto por un severo golpe en la cabeza. Aunque aún no se descarta ninguna hipótesis, la Guardia Civil maneja como principal línea de investigación que Lucía Vivar se despistara y caminara desorientada por las vías del tren hasta quedarse dormida acurrucada junto a ellas. El golpe podría ser del primer tren que circulaba por la mañana. Hoy será enterrada en la cercana localidad de Alhaurín El Grande, donde residía la familia.

Una noche amarga

La noche fue larguísima y amarga. La foto de la pequeña corría como la pólvora por las redes sociales. El dispositivo ciudadano de búsqueda, junto con familiares , policías, bomberos con perros adiestrados que llegaron desde Ronda y otros miembros de Protección Civil protagonizaron una batida que se formó muy rápido tras la primera alerta. Aunque sin suerte, actuó de manera exhaustiva, milimétrica, peinando codo con codo, metro a metro todo el perímetro del lugar donde la pequeña se perdió para siempre. Se levantaron arquetas, se miró bajo cualquier arbusto, se llamó a las puertas de cortijadas en mitad de la noche para encontrar una pista, un grito perdido de auxilio. Todo fue infructuoso. El único hallazgo, cerca de la zona de juegos, un solitario chupete boca arriba. «Nunca lo dejaba», cuentan que sollozaba su abuelo.

La desesperación llegó a tal punto que se pidió hasta que los presentes levantaran los capós de los coches a petición del abuelo de la desaparecida, envuelto en la locura de no ver más a su nieta. Mientras, el mejor perro rastreador del dispositivo perdía la pista de la niña sólo a unos metros más lejos de donde se dejó ver por última vez, junto a una carpintería.

Siete horas más tarde comenzó la segunda y más cruel parte de una pesadilla que será complicado borrar de la mente de los pizarreños y de las familias Vivar e Hidalgo. Llegó entonces el mazazo en forma de llamada de la policía alertada por el maquinista que decía que el cuerpo de su hija había sido encontrado exánime a tres kilómetros de donde se perdió.

Crecen las sospechas

Se agravó entonces la alarma y se despertaron todas las sospechas, acrecentadas por el conocimiento, muy temprano, de que la niña presentaba un fuerte golpe en el cráneo. ¿Podría haber recorrido una pequeña de tres años esa distancia sola? Todas las hipótesis se abrían ante la desesperación de la familia, que había ya abandonado el Ayuntamiento donde fue alojada en las horas siguientes a la infructuosa batida. Una oficina de información turística cercana al lugar de la desaparición sirvió como zona de atención psicológica y sanitaria a otra parte de esta familia, muy conocida en sus dos municipios de origen.

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