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PSOE

La implosión del PSOE: y tras las primarias... ¿qué?

A la crisis en el discurso socialdemócrata hay que sumar el debate interno sobre el concepto de España

Juan Fernández-Miranda

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El futuro del PSOE se empieza a escribir hoy desde la seguridad de que nada volverá a ser lo mismo. En esta campaña se ha ido demasiado lejos. Pedro Sánchez , con una ambición infinita, ha estirado las costuras del partido hasta límites desconocidos. Susana Díaz, abusando de un cómodo tacticismo de aparato, ha apelado en exceso a la sensatez del «que todo cambie para que todo siga igual» . Frente a la ilusión del cambio por el cambio, la sobriedad aburrida del sigamos como siempre.

Él, hipnotizado por el populismo de la nueva política, hace buena la máxima de Marx (Groucho, siglo XX): «estos son mis principios, si no le gustan tengo otros». Ella, amarrada a la inercia del «siempre ha sido así», hace buena la máxima del sociólogo alemán Robert Michels (siglo XIX, finales), que vino a decir que los partidos políticos acaban evolucionando a una burocracia en la que solo prosperan los mediocres. ¿Y el debate de ideas? Vuelva usted mañana (Larra, siglo XIX, principios).

El partido afronta desde hoy una triple fractura: entre el aparato y los militantes, entre dirigentes y entre territorios

De la equidistancia de López mejor no hablar: le ha funcionado siempre para ocupar puestos importantes (lehendakari y presidente del Congreso no está mal), pero no para ejercer los cargos con altura de miras. López es un maestro de la política con minúsculas, la que te permite colocarte en una buena posición sin mojarte demasiado, pero que se acaba en el partido. La Política con mayúsculas empieza en la Institución, y ahí no ha cosechado grandes éxitos.

Ambición, inercia, equidistancia, así vive hoy el Partido Socialista, inevitablemente contagiado por una crisis de la socialdemocracia europea. Todo el que pinta algo en el PSOE es consciente de que nada volverá a ser lo mismo. El partido que más años ha gobernado España en democracia disputa hoy una gran batalla que sólo será la primera de una guerra que se espera larga, y también cruenta. Porque, si gana Susana, ¿qué pasa con las decenas de miles de militantes que la consideran una traidora?. Y, si gana Sánchez, ¿qué pasa con los barones y referentes que le han criticado sin mesura? Se avecina tormenta, y vendrá por etapas.

Felipe González, Susana Díaz y José Luis Rodríguez Zapatero ÓSCAR DEL POZO

1. Antecedente: militancia contra el aparato

Todo empezó con los malos resultados electorales del 20-D . Ese día Sánchez no asumió su derrota y no dudó en arrastrar a España a otras elecciones en busca de otros equilibrios que le permitieran gobernar, al precio que fuera. He ahí su ambición. El 26-J no hizo más que agravar la situación y enfrentar al secretario general con el comité federal. Y ¿qué hizo él? Una nueva vuelta de tuerca: recurrir a la militancia para reforzar su poder y aplacar las voces disidentes. Enfrentar a la militancia con el aparato para consolidar su poder.

Aunque Sánchez vende sus consultas como la única opción democrática, en realidad está arrastrando al partido al asamblearismo. No obstante Sánchez ha llegado hasta aquí porque el susanismo (y todo el aparato) fueron muy burdos al intentar desalojarle en octubre de 2016. Era la segunda vez en que Susana calculaba mal la infinita ambición de Sánchez. La primera fue cuando en julio de 2014 le dio su apoyo para ser secretario general pensando que siempre le obedecería. Se equivocó. En la segunda ocasión desalojó a Sánchez a las bravas pensando que no reaccionaría. Pero él respondió dando un paso atrás para preparar su venganza, rodearse de militantes enfervorizados por el «no es no» y acabar de construir un personaje político a la medida de los tiempos.

La lógica sanchista parte de esta premisa: «Si gana Pedro, el aparato se adaptará. No tienen donde ir. Y si gana Susana, muchos militantes huirán». La lógica susanista es inversa: «Se irán muy pocos. Los militantes, hasta los más movilizados por el "no es no" creen en este partido». Utilizando expresiones de la presidenta andaluza, el partido está «malito» y «coserlo» va a resultar difícil.

Díaz, Sánchez y López se saludan antes del debate de las primarias, el pasado 15 de mayo IGNACIO GIL

2. Los congresillos: segunda vuelta de las primarias

Pase lo que pase hoy, sea quien sea elegido líder del partido, mañana mismo empieza la siguiente batalla: controlar la nueva Ejecutiva Federal que acompañará al recién proclamado secretario general y que será designada en el 39º Congreso federal (16-18 de junio). ¿Se imagina un partido liderado por Pedro Sánchez con una Ejecutiva controlada por Susana Díaz? A priori se trata de una cohabitación imposible que acabaría en una nueva noche de los cuchillos largos similar a la del 1 de octubre.

¿Quién elige a los miembros de la Ejecutiva?. Los delegados que participan en el Congreso. ¿Y quién elige a los delegados? Esta es la batalla que se inicia mañana mismo: serán elegidos en los «congresillos» provinciales y autonómicos, que se celebrarán entre el 24 y 28 de mayo y que son una suerte de segunda vuelta de las primarias. En este punto parte con ventaja, a priori, Susana Díaz, pues suyo es el apoyo de la mayoría de los secretarios provinciales.

3. El grupo parlamentario:tiempo para superarlo

Una vez elegido el nuevo secretario general y la nueva Ejecutiva, llegará el momento de suceder a la gestora y empezar a tomar decisiones. Y ahí adquiere un papel importante el grupo parlamentario, porque se diga lo que se diga la política de hace desde las instituciones. Al sanchismo le inquieta mucho este punto, pues en caso de victoria no les será fácil controlar a los diputados, sometidos en los últimos meses a situaciones demasiado traumáticas. En la mejor de sus hipótesis, con las primarias ganadas y el comité federal controlado, le va a ser muy difícil controlar su voluntad.

Hoy en el Congreso hay tres tipos de diputados socialistas: los sanchistas acérrimos, que no llegan a los dos dígitos, y son por tanto irrelevantes; los susanistas declarados, que son inmensa mayoría; y los conversos que cambiaron de bando y ni siquiera le dieron una explicación valiente a quien les había nombrado.

Antonio Hernando, portavoz del PSOE en el Congreso

4. Los barones regionales: duelos de poder

El sanchismo considera alta tradición el órdago de Emiliano García-Page al advertir de que si gana Sánchez no se volverá a presentar. El alcalde de Valladolid, Óscar Puente, uno de los sanchistas más importantes, respondió de inmediato: «Una razón más para votar a Pedro». Así de crudas están las cosas.

Lo cierto es que solo habrá un problema con los barones si el nuevo secretario general es Sánchez, que esta semana se ha apresurado a enviar un mensaje tranquilizador: si gana las primarias no impulsará «movimientos desestabilizadores» en sus federaciones. Los congresos regionales del partido están previstos entre julio y septiembre. Habrá que ver si Sánchez impulsa candidaturas alternativas.

5. El debate territorial: las dos españas del PSOE

Más allá de los apoyos que recabó cada candidato, la recogida de avales ofreció un segundo titular que revela una fractura territorial importante. El sur con Susana, el norte con Sánchez. En el fondo, un único debate no resuelto en el seno del PSOE y agravado desde el mismo día en que Zapatero , entonces aún candidato, dijo en 2003 en el congreso del PSC que apoyaría la reforma del estatuto que aprobase el Parlament.

Rubalcaba trató de resolverlo con la Declaración de Granada, que aplazó pero no resolvió el problema. El caso estalló de nuevo cuando Sánchez introdujo en el debate socialista el concepto plurinacional que Pablo Iglesias había introducido en el debate político. La cuestión territorial sera sin duda uno de los grandes retos a resolver por el nuevo secretario general.

Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, junto a Susana Díaz EFE

6. ¿Y España?: estabilidad asegurada hasta 2019

La estabilidad de la legislatura no está en juego. Pase lo que pase hoy en el Partido Socialista no es más que el comienzo de un proceso que será largo. El PSOE necesita tiempo para recuperarse y el Gobierno tiene hoy suficientes apoyos parlamentarios para funcionar al menos año y medio, hasta 2019.

Los tres candidatos socialistas han descartado apoyar la moción de censura de Pablo Iglesias (sería firmar la carta de defunción del PSOE, único objetivo de Iglesias) y los difíciles equilibrios del grupo parlamentario dificultan toda iniciativa socialista en esta línea, al menos en el corto plazo.

El problema del PSOE hoy día no es gobernar, es resolver su triple fractura (entre territorios, entre dirigentes y entre el aparato y los militantes) y su posicionamiento ideológico. De cómo lo hagan podremos concluir si algún día volverá a ser alternativa de Gobierno o sí, como sus hermanos europeos, se apresuran al camino de la irrelevancia.

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