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Luis Herrero - Pincho de tortilla y caña

La foto de la traición

«Los dirigentes del PP, los únicos que se negaron a posar, la han definido como "la foto de la vergüenza"»

El líder de Bildu Arnaldo Otegi junto al Andoni Ortuzar, en presencia de Rafaela Romero (PSE-EE) EFE

Luis Herrero

En el álbum de fotos de la semana hay una que clama al cielo. En un extremo se ve al presidente del PNV, Andoni Ortuzar, con traje azul y corbata escocesa, dirigiéndole una mirada de complicidad, entre pícara y asustadiza, a la diputada socialista vasca Rafaela Romero. La mujer, en el otro extremo, con chaqueta roja y camisa negra, le devuelve la media sonrisa con gesto de resignación. Entre ambos, un grupo de políticos y sindicalistas le ofrecen a la cámara su mejor semblante. Todos menos uno están serios como guardias suizos. El que ríe abiertamente, feliz como una perdiz, es Arnaldo Otegui.

Los dirigentes del PP, los únicos que se negaron a posar, la han definido como «la foto de la vergüenza». No estoy seguro de que sea la mejor definición. La vergüenza, en sentido estricto, es la turbación de ánimo que produce la mala conciencia o la timidez, y aunque es verdad que algo de eso se intuye en las actitudes corporales de Ortuzar y Romero, lo que más chirría de ambos no es cómo están en la instantánea, sus escorzos de compinches, sino el hecho mismo de estar.

Otegui es el rostro de ETA. Ni se ha arrepentido de su pasado terrorista, ni ha pedido perdón a las víctimas por el dolor causado, ni colabora con la justicia para poder atrapar a los pistoleros que andan sueltos gozando de una libertad que no merecen. Su única pretensión, una vez que que la causa etarra ya ha sido derrotada por la presión policial y la desafección de la gente, es conseguir que los presos de la banda, todavía no disuelta, tengan en la cárcel una vida mejor. La foto sirve justamente para eso. No tiene otra finalidad.

Todo lo que se ve en ella es a una docena de palmeros haciéndole la ola a la pantomima del desarme etarra anunciado para hoy en Bayona. Allí, si se cumplen las previsiones, unos tipos que se hacen llamar artesanos de la paz -a pesar de que alguno de ellos ha sido detenido en cinco ocasiones por su presunta vinculación con ETA- entregarán a las autoridades francesas las coordenadas de algunos arsenales repletos de armas obsoletas, debidamente manipuladas para que no ayuden a la investigación judicial. En eso consiste la gran mascarada que jalean los bustos risueños en la foto de marras.

Nada más ser elegido lehendakari, en enero de 2013, Urkullu acudió a La Moncloa para pedirle a Rajoy un cambio significativo en la política penitenciaria del Gobierno. Según consta en la hemeroteca, el presidente le respondió: «antes de acceder a esa demanda, ETA tiene que seguir haciendo gestos más allá del cese definitivo de la violencia anunciado en octubre de 2011». Urkullu tomó buena nota y, cuatro años después, el pasado 7 de marzo, volvió a La Moncloa para ofrecer el desarme de Bayona como la moneda de cambio solicitada. Rajoy, gracias a Dios, la rechazó. Pero el PSOE, por desgracia, la dio por buena.

Tras la sentencia de Estrasburgo respaldando la política de dispersión de presos, el liderazgo de Otegui en el mundo abertzale quedó en entredicho. Amnistía Ta Askatasuna (ATA), un nuevo movimiento con apoyo creciente entre los reclusos, le acusó de bajarse los pantalones a cambio de nada y comenzó a resucitar la Kale Borroka para para plantarle cara a la política inmovilista del Gobierno. Si quiere atajar el motín, Otegui necesita imperiosamente que el acto de Bayona sea capaz de obtener contrapartidas. Y el PSOE, al suscribir la resolución del parlamento vasco que lo califica de «hito histórico» y «paso imprescindible para la paz», ya ha demostrado que está dispuesto a ayudar para hacerlo posible.

La novela policiaca enseña que para descubrir la autoría de una maldad hay que preguntarse primero a quién beneficia. Y si hay más de uno, a ponerse en lo peor. Que el PSOE quiera ayudar a Urkullu para que Madrid le transfiera la competencia penitenciaria es infame pero lógico, dada su condición de socio de Gobierno. Pero que quiera ayudar a Otegui ya es harina de otro costal. La foto del miércoles no fue la foto de la vergüenza, sino la prueba de su traición.

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