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Fortín constitucionalista en Barcelona

El cruce de Bac de Roda con Fluvià es la zona de la ciudad con el voto más contrario a la indepedencia

Banderas españolas en el distrito de San Martí de Provençals, en el que los partidos no secesionistas arrasan en las elecciones

Anna Cabeza

Resultados electorales en mano, y también con las últimas encuestas para el 21-D, se puede decir que la división entre partidarios y detractores del independentismo en Cataluña es una realidad. Pero, como en todo, hay excepciones. Barcelona cuenta con una manzana de casas en el barrio de Sant Martí de Provençals que resiste como un auténtico fortín del constitucionalismo, un reducto en el que los partidos claramente contrarios a la independencia –Ciudadanos, PSCy PP– consiguieron en los últimos comicios autonómicos de 2015 ni más ni menos que el 71,98% de los votos.

De hecho, sólo el 15,73%de los vecinos de las fincas ubicadas entre las calles Bac de Roda, Fluvià, Andrade y Concilio de Trento votaron a Junts pel Sí o la CUP . Igual o más destacable es el hecho de que esa pequeña pieza fue la única sección censal de toda Barcelona –la porción electoral más detallada que se puede analizar– en las que el PP quedó como la formación más votada, con el 32,49%de los votos. En contraste, en el conjunto de la ciudad, los populares consiguieron el 9,18%de los apoyos. Ahora, dos años y dos meses después de los últimos comicios el barrio confía en que los resultados entierren de una vez por todas el independentismo.

«Aquí, fútbol. Política, la justa. Hay que hablar de cosas importantes» , ironizan en un quiosco de la zona cuando se les pregunta por cómo está viviendo el barrio el conflicto político. La plaza de la Infancia, que queda escondida entre los bloques de esta manzana «constitucionalista», apenas muestra rastro de la «rauxa» independentista. De hecho, frente a una veintena de banderas de España solo resisten una estelada y un pequeño cartel del grupo anticapitalista Arran que pide «Sí, organitzem la victòria!» (¡Sí, organizemos la victoria!). En sus extremos, eso sí, permanecen dos escuetas pegatinas que gritan «España».

«Esto es una zona obrera, con muchos antiguos trabajadores de la Policía Nacional . Aquí ni se habla de política ni apenas se escuchan caceroladas», explica Montse Clausell, que lleva toda la vida aquí y que regenta una charcutería en Concilio de Trento.

Agustín es uno de estos vecinos. Llegó desde Extremadura en mayo de 1964 y acabó trabajando en la comisaría de la Verneda, a tres calles de este punto neurálgico del voto antiindependentista, y aquí se ha quedado. «Yo quiero mucho a Barcelona. Que no me hablen de la independencia porque llevo la unidad de España en los genes», dice a ABCcon orgullo. Agustín reconoce que hasta hace poco votaba al PPpero que los casos de corrupción le hicieron cambiar y votará a Ciudadanos. «Y creo que muchos otros habrán hecho lo mismo», sentencia.

Como él, Juan Antonio también vino a Barcelona por trabajo. Es tajante:«No queremos oír hablar más de independencia. ¿De verdad no se dan cuenta del daño que haría y que ya hace?», se pregunta. Además, como si de un eslogan de campaña se tratara, reitera que «juntos, como hasta ahora, somos mejores».

«Todos hablan de lo mismo»

En el barrio no todos han cambiado de voto. Carmen Prieto, de 66 años y que llegó a Barcelona con 11, reconoce que vota –y seguirá votando– a los socialistas, «aunque últimamente me decepcionan y me arrepiento de ello». Al ser preguntada por el conflicto catalán, se muestra indignada y cabizbaja. «No sé cómo hemos llegado a esta situación. Me he acabado llevando sorpresas incluso con mis amigos. No tenemos por qué pensar todos igual, pero es triste que la situación nos esté haciendo a todos más intransigentes», comenta. Carmen relata, como ejemplo, que este fin de semana se marcha de casa rural con un grupo de amigos y han pactado no hablar de política.

Una paseo por la zona deja patente que la mediana de edad de la zona es alta y a la cercana Rambla Guipúzcoa el barrio la conoce como Rambla del Colesterol. Pero en el barrio también hay muchos jóvenes con ganas de votar y de que las cosas cambien. «Las nuevas generaciones estamos indignados con todos. Tenemos problemas de paro, pisos caros, pocas ayudas, menos plazas de guarderías... y los partidos, todos, solo hablan de independentismo», asegura Sandra, que a sus 28 años capea como puede el trabajo temporal como camarera con el cuidado de su hija de ocho meses. Lo que más le enfada es que nota pocas propuestas de futuro para su niña. Ella también acudirá a votar, todavía no tiene decidido a quién, pero está convencida de que la situación seguirá igual en Cataluña.

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