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Salvador Sostres

El centro abandonado

Ha ganado demasiado terreno la creencia de que la libertad y el progreso son bienes naturales que se pueden exigir a cambio de nada

SALVADOR SOSTRES

La CUP insiste en negarle a Mas la investidura, y sus militantes, reunidos en asamblea, han votado que prefieren repetir las elecciones a ceder en este punto clave. ¿Qué otra cosa esperaban los convergentes? El odio burgués es la esencia de un partido que nunca ha engañado a nadie ni en sus procedimientos ni en sus objetivos.

Cataluña está sufriendo la descomposición de cuando el centro se tambalea. Cada comunidad tiene su partido del orden, del sistema, de los dueños. En los Estados Unidos es el Partido Republicano, en España el PP, y en Andalucía el PSOE. En Cataluña siempre había sido Convergència. Pujol comprendió mejor que nadie cómo somos los catalanes y construyó su partido a nuestra imagen y semejanza.

Mas heredó una Convergència centrada y mayoritaria pero intentó a partir de 2003 tunearla con sus prejuicios y su oportunista búsqueda del voto fácil, no con el objetivo de ser un líder para su país, sino con la mera intención de conseguir los votos que le hicieran falta para aferrarse al cargo. La diferencia entre Pujol y Mas es la misma que entre un empresario -aunque algo corrupto- y aquel atracador que un día asaltó un Starbucks y como vio que había poco dinero en la caja, encerró a los dependientes en el almacén y se quedó despachando hasta que le pareció suficiente el montante.

Cuando el centro se disipa, el país se deshilacha. Cuando el orden cede, irrumpe el caos. Y el mayor enemigo de la libertad no es la tiranía, sino el caos. Muchos países y muchas familias han naufragado por no tener este concepto claro.

La primera consecuencia del repente secesionista de Mas fue que Ada Colau tomara Barcelona. La segunda es que todas las encuestas empiezan a sugerir -también la que ayer publicó La Vanguardia- que por primera vez desde la recuperación de la democracia Esquerra Republicana, y no Convergència, ganaría las elecciones autonómicas. La tercera es el auge de Ciudadanos, que podría ganar las elecciones generales en Cataluña y ser segunda fuerza en las autonómicas, por detrás de Esquerra y por delante -y esto es muy «gros»- de Convergència.

El simple hecho de que llevemos desde el 27 de septiembre pendientes de los alegros muchachos de la CUP indica la degradación de una sociedad burguesa extraviada en su ensimismamiento y en su falta de consistencia. Ahora todo son aspavientos pero hace mucho que esto empezó, y no sólo Mas enloqueció, sino que los empresarios, por miedo o desdén, no le dijeron nada y hasta le rieron las gracias. También ellos son culpables. Ha ganado demasiado terreno la creencia de que la libertad y el progreso son bienes naturales que se pueden exigir a cambio de nada.

Lo que está sucediendo en Cataluña no es responsabilidad de la CUP, sino de Mas, que abandonó el centro y propició el caos. El llamado «choque de trenes» o la confrontación con España están muy lejos de ser el escenario. El catalanismo político permanece en la fase previa, y salvaje, de autoinmolarse.

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