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El Campo de Gibraltar, territorio comanche de las mafias de la droga

Los treinta clanes del hachís operan como un mercado «legal», con subcontratas y trasvases de empleados

Fardos de hachís de 30 kilos -los habituales- incautados en el puerto de Algeciras RANGEL

ROMUALDO MAESTRE

Cada día podría ser un capítulo de la serie Narcos. Lo mismo detienen en Algeciras al mayor traficante de cocaína, el histórico Sito Miñanco , que un grupo de 20 encapuchados asaltan el Hospital de La Línea ante el estupor de todos los presentes para «rescatar» a un conocido traficante detenido por la Policía que se encontraba en Urgencias. Se lo llevan aprisa, aún con las esposas, en una furgoneta. Muchos de los participantes fueron los mismos que pocos días más tarde hostigaron a una juez de instrucción a la salida de su juzgado para amedrentarla.

Veinticuatro horas antes de que el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido , aterrizara en La Línea para reunirse con los altos mandos de la Guardia Civil y la Policía Nacional de la zona, los narcotraficantes habían robado a punta de pistola una «narcolancha» de doce metros de eslora y tres motores de 350 caballos cada uno del depósito judicial de Conil maniatando al vigilante jurado.

Es el Campo de Gibraltar, territorio comanche, donde no se sabe muy bien qué fue antes; el huevo, la zona de España por donde más fardos de hachís entran por su proximidad a Marruecos; o la gallina, una de las áreas más castigadas por el paro (35%) y la ultra dependencia económica de Gibraltar (diez mil trabajadores cruzan la verja cada día). De lo que sí hay constancia es que el primero es de oro. La droga mueve dinero y mucho. ¿Cómo explicarle a un chaval que está jugando con fuego muy peligroso si gana en media hora a bordo de una «goma», una «narcolancha», el sueldo medio de dos años de trabajo ? Y la pregunta del millón: ¿cuánta gente vive del narcotráfico en la comarca? Nadie sabe contestar. Hay en torno a treinta clanes, todos muy locales, que operan en la zona y siempre el último desarticulado, «Los castañas», «Los castañitas» o «El Messi del hachís», es el más importante.

«Esto es como un mercado, ilegal, pero mercado. El que ha tenido mayores éxitos y ha colocado la droga donde le han dicho -que casi nunca es suya, sino del «moro»-, es el más fuerte , ha ganado más dinero y puede dar trabajo a más gente. También hay subcontratas, el rádar descubierto recientemente en un piso de La Línea o trasvases de empleados dependiendo de los pedidos». Quien habla es uno de los mayores especialistas del narcotráfico en el Campo, que por razones de seguridad llamaremos Ricardo.

«En cada operación de los narcos trabajan unas 40 personas. Los lancheros que atraviesan El Estrecho suelen ser dos. El que conduce como mínimo se levanta 30.000 euros por trayecto, y los más reconocidos 50.000», continúa nuestro interlocutor. « En la escala se sube por valentía, por el tiempo que aguantes sin tirar la carga cuando te persiguen , bien por mar o desde el aire con un helicóptero. Aprovechan cuando hay algo de Levante y la mar está picada para hacer el transporte. Luego están los alijadores, entre diez y 15 personas, que son los encargados de pasar los fardos, 30 kilos cada uno, a los todoterrenos en la playa, 3.000 euros. Para ello se ayudan de los aguadores o puntos, que son los vigilantes, otean y se mueven con motillos para alertar de la presencia de agentes de la Policía o de la Guardia Civil, (mil euros)», asevera.

Embestir a la Policía

«Antes, para llevar el hachís a las guarderías (los escondites provisionales) solamente se empleaba dos coches, el de transporte y el lanzadera por delante, que avisaba de los controles. Ahora se ha unido por detrás un tercero, el que embiste, cuya misión es sacar de la carretera a la Policía o Guardia Civil que persigue si ha descubierto la operación. Casi todos los que se dedican a esto empezaron por el contrabando de tabaco y se han perdido los escrúpulos. No hace mucho tiempo había líneas rojas no escritas que no se podían traspasar: yo, narco hago mi trabajo y tú haces el tuyo, policía. O se ganaba o se perdía. Ahora están apaleando a agentes de paisano , o cien vecinos se lían a pedradas contra un coche patrulla que va a abortar un alijo. Esto es muy peligroso y se va a llevar a alguien por delante. ¿Reaccionarán entonces y mandarán más efectivos?», se pregunta Ricardo.

Este es el principal escollo entre administraciones. Para Interior el número es suficiente, todo lo contrario que opina la Junta de Andalucía, que aboga por que vuelvan los 300 agentes que han recortado en la provincia de Cádiz, la mitad en el Campo de Gibraltar. La disyuntiva se ha convertido en un pim pam pum político. El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, defiende que lo que ocurre en el Campo de Gibraltar no es un tema solo de seguridad y propone un Comisionado especial donde se sienten todos los agentes implicados. José Cobo, de la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC) aboga por más personal: «Los que llevan allí mucho tiempo deben rotar, están señalados, siempre que han reforzado la zona con GRS (Grupos de Reserva y Seguridad, los temidos «negros», por su uniforme), se ha parado el tráfico de drogas y se ha cosechado grandes éxitos».

El Sindicato Unificado de Policía en Andalucía va más allá y teme que el Campo de Gibraltar se pueda convertir «en la Galicia de los años 80, donde los capos campaban a sus anchas» . El sindicato mayoritario dentro del Cuerpo pide un cambio de estructura en la zona, más fiscales antidroga, penas ejemplarizantes y rápidas, más equipos de investigación especializados…

Ricardo comparte también la idea de que las penas son insuficientes y que desmoraliza mucho ver entrar a los narcos por una puerta y salir por otra. «¿Sabe en un porte de hachís desde Marruecos a Europa quién es el mejor pagado? El que pasa la droga a Francia . Aquí si te pillan son cuatro ños de cárcel; allí diez. ¿Por qué se cree que los lancheros nunca se acercan a aguas de Gibraltar donde puedan ser detenidos por la Policía Británica?».

Un problema del que se habla poco es de la gran adicción que tienen los propios narcos. Francisco Mena, presidente de la Coordinadora contra la droga en el Campo de Gibraltar Alternativas, relata a este periódico que «empiezan con el hachís, pero a medida que van subiendo el listón se enganchan a la cocaína e incluso a la heroína; la cantidad de adrenalina que descargan en una operación de alto riesgo les hace ponerse antes hasta las cejas de coca , es así de triste, pero hay que desmitificar el tráfico de estupefacientes, los cementerios de por aquí están llenos de ejemplos». Su asociación imparte dos talleres de desintoxicación.

Pero los narcos no ganan siempre, las cifras que aportan desde Interior son concluyentes, desde enero del año pasado se han incautado 183 toneladas, detenido a 518 personas e intervenido 490 vehículos . El problema es que esto apenas supone menos de un 5% del total de las 4.200 toneladas que entraron. Cada narcolancha puede transportar dos o tres toneladas por viaje y hay días de siete mínimo. El pulso al Estado es continuo.

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