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Bidart, el principio del fin

El 29 de marzo de 1992 la Policía francesa detuvo a los tres cabecillas de ETA en el país galo. Era la primera vez

Imagen del caserío Etxe Maitia, donde fue detenida la cúpula de ETA hace 25 años EFE

Alexis Romero

«El comandante de la Guardia Civil miró a los ojos a Francisco Múgica Garmendia. “¿Qué, te sientes más hombre por haber ordenado matar niños?”, le preguntó esperando una respuesta. El criminal etarra más buscado en Francia bajó los ojos y se limitó a contestar con un lacónico “no sé”. El individuo que tenía a su espalda, acusado de haber ordenado a los comandos terroristas que llevasen a cabo cientos de asesinatos, carecía en ese momento del valor necesario para afrontar la situación. No sabía decir más que “no sé”. ¿Cómo era posible que en las cartas que dirigía a los comandos les incitase de aquel modo a luchar hasta la muerte siendo tan poquita cosa en sí mismo? Perplejo, el comandante salió de la sala sin dignarse siquiera a dirigirle una mirada de desprecio». Así relataban los periodistas de ABC Javier Pagola, Dolores Martínez y Jesús María Zuloaga en su libro «El azote de ETA» los acontecimientos posteriores a la caída de la cúpula de ETA en un caserío de Bidart.

Desde muchas horas antes, sesenta agentes de la Policía Judicial francesa, acompañados por agentes del Servicio de Información de la Guardia Civil, rodeaban la villa Etxe Maitia (casa querida) en Bidart, una localidad gala cercana a Biarritz situada a 20 kilómetros de la frontera entre España y Francia. Era el 29 de marzo de 1992, hace hoy 25 años, y España vivía con angustia los zarpazos del terrorismo y la posibilidad de que la banda sembrase el terror en acontecimientos claves para España como eran los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo de Sevilla.

Francisco Múgica Garmendia, Pakito, Luis Álvarez Santacristina, Txelis, y José Arregui Erostarbe, Fitipaldi, formaban la cúpula de la banda, el colectivo « Artapalo ». Txelis era el ideólogo político y Fitipaldi el fabricante de explosivos, el jefe de logística. Pakito, el jefe militar, daba las órdenes de asesinar. Bajo su mando, desde el 11 de enero de 1989, se perpetraron atentados como el de la plaza de la Cruz Verde de Madrid, y asesinatos como el de la fiscal Carmen Tagle. Más de cien personas asesinadas.

El golpe más duro

El 30 de marzo, el periódico ABC titulaba en sus páginas interiores con « Cayó el enemigo público número uno » y comenzaba la crónica destacando que la Operación Cantábrico -fue el nombre que se le dio entonces, aunque en realidad era la operación Broma-Queso- era el «golpe más duro» de la historia para la banda.En su portada, «Éxito del Gobierno: Artapalo, detenido: ETA, decapitada».

Desde el comienzo del operativo, el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, estuvo al tanto del mismo, y se desplazó a San Sebastián para seguir de cerca las incidencias. Roldán, a su vez, avisó por teléfono a José Luis Corcuera, ministro del Interior. La vivienda había sido descubierta como lugar de reunión de la cúpula etarra desde hacía varias semanas. Aunque los detenidos tuvieron tiempo de llegar a la habitación habilitada para destruir pruebas , se pudo recuperar muchos documentos importantes para las investigaciones abiertas sobre la banda terrorista.

A juicio del presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), Alfonso Sánchez, «esa caída fue muy importante». «Yo en aquel momento trabajaba en la Dirección General de la Guardia Civil. Llévabamos la seguridad de la Expo 92 y de las Olimpiadas. Fue un alivio », narra Sánchez.

Entramado de los comandos

El presidente de la AVT no solo destaca el éxito de las detenciones, sino «la importante labor de incautación de documentos , que permitió unir hilos en las investigaciones, poner nombres y apellidos a los atentados y, algo muy relevante, conocer cómo funcionaba el entramado de comandos de la organización».

Para Consuelo Ordóñez, presidenta del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (Covite), «fue la alegría que se experimenta con una victoria, porque cuaquier descabezamiento de ETA es una victoria , pero si hablamos de la cúpula, es mucho mayor. No voy a negar lo que lógicamente se piensa: ¿por qué no se desarticuló antes del atentado en el que murió mi hermano? Pero aun así fue una gran noticia», destaca Ordóñez.

Veinticinco años después, la banda ha prometido de nuevo el desarme total. Sánchez está «orgulloso de que la Guardia Civil no haya bajado la guardia», mientras que Ordóñez espera a que «se le dé la estocada final».

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