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La batalla contra el invierno desde una quitanieves

Los servicios de mantenimiento de carreteras explican cómo actúan cuando se enfrentan a un temporal de frío, nieve y hielo como los de las últimas semanas

Jacinto Sanz, al volante de su quitanieves en la A-1 en el puerto de Somosierra Maya Balanyà
Enrique Delgado Sanz

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Las máquinas quitanieves mueren al llegar a los 40.000 kilómetros. Cuando han recorrido esa distancia o, con mucha fortuna, alcanzan los 50.000, la sal ya se las ha comido, literalmente, por dentro. Es lo que tiene estar en primera línea de combate cuando el invierno lanza su ofensiva contra las carreteras. «Y encima hay veces que los conductores nos sacan el dedo por la ventanilla cuando les estamos limpiando el camino», ironiza Jacinto Sanz, uno de los hombres que manejan dichos camiones desde uno de los «frentes» más comprometidos en esta particular batalla. Su quitanieves forma parte de una guarnición compuesta por 40 máquinas y 135 profesionales que, organizados en diversos operativos, se encargan de que escenas como la vivida en la AP-61 no se repitan en la autovía A-1.

Su cuartel general está en un lugar de la frontera entre Segovia y Madrid donde los bolígrafos —por culpa del frío— no pintan bien, el suelo es de tierra y donde los camiones se concentran en torno a tres edificios: un almacén que guarda montañas de sal, una nave que hace las veces de taller y un pequeño centro logístico. Como al enemigo hay que tenerlo cerca, este complejo está en el punto más comprometido de la autovía cuando nieva, el puerto de Somosierra. Allí el asfalto, que presenta desniveles del 6%, está 1.400 metros por encima del nivel del mar . Y desde allí se han enfrentado a las embestidas del invierno, que ahora vuelve a dar batalla. Hay alerta amarilla y se espera un nuevo frente frío. De hecho, el cielo descarga, aunque de forma tímida, algo de nieve de vez en cuando.

«Con unas 48 horas de antelación tenemos una predicción precisa del lugar y el momento en el que va a nevar», explica Rafael Rodríguez, jefe de Conservación de la A-1, quien insiste en la importancia de una buena planificación para evitar el caos circulatorio. Por eso, a dos días vista de la nevada, el plan para combatirla está perfectamente diseñado pensando, además, en «el peor de los escenarios posibles». «Es más fácil reducir el operativo si es necesario», puntualiza este ingeniero de caminos, que es algo así como el general de esta guarnición de quitanieves, a ABC.

El puesto de control del centro de Conservación de la A-1 Maya Balanyà

Revela que de los 135 trabajadores del centro de conservación, 80 son conductores, que se dividen en dos turnos de 12 horas cada día. En el equipo también hay mecánicos, ingenieros y capataces, que ayudan en el trabajo de campo y que informan de cualquier incidencia a la base logística. Allí no hay mucha gente —«las quitanieves tienen que estar en la carretera», insisten—, pero siempre hay al menos una persona que controla, frente a una muralla de televisores, lo que ocurre en la autovía, además de centralizar todas las decisiones y órdenes que se toman en cada operativo. Porque aunque todo parezca muy sencillo cuando vemos una quitanieves parada en un apeadero, hay un proceso complejo detrás.

Marcaje en corto

En primer lugar, como en una batalla, hay que trazar la estrategia y la posición de cada efectivo. Por ello la flota de quitanieves —formada por camiones de 450 caballos y tracción a las seis ruedas— se disemina en diversos puntos de la autovía para que, en cuanto haya una fina capa de nieve sobre el asfalto, comiencen a retirarla con sus palas, cuyos filos pueden ser de caucho o de acero. Antes de que esto ocurra, otras quitanieves ya han esparcido salmuera y sal en la vía a modo de tratamiento preventivo. «20.000 kilos de sal nos duran un fin de semana», incide Rodríguez, quien también señala que cada quitanieves puede cargar «11 toneladas de sal o 10.000 litros de salmuera». Así se explica el recurrente tránsito de cargamentos de sal, a 1.400 euros el camión, que se vive en el centro de Conservación.

Desde allí también se marca en corto al cielo. Como describe Rodrigo Crespo, ingeniero de Instalaciones en la Conservación, utilizan hasta tres fuentes diferentes —entre ellas Aemet— para consultar la meteorología e intentar anticiparse a los acontecimientos. «Si las tres nos dicen lo mismo, no nos libramos de la nevada», reconoce Crespo. Con las predicciones en la mano y las máquinas en la carretera, queda esperar a la tormenta y entonces mantener una táctica flexible para poder responder a la nevada, que se mueve. «Hay veces que tenemos que mover quitanieves de un tramo a otro si allí hacen más falta», manifiesta Rodríguez.

Varias quitanieves de la empresa Elsan en el centro de Conservación de la A-1 Maya Balanyà

Sin embargo, este trabajo y el que se realiza con las quitanieves puede no servir de nada si los conductores no respetan unas reglas básicas. «Tienen que dejar siempre libre el carril izquierdo y nunca adelantar a la quitanieves», sintetiza Rodríguez, un consejo que comparte Sanz, quien lleva desde el año 1993 a bordo de su máquina en este tramo de la A-1. «Pero no podemos comparar los medios que tenemos ahora con los de antes», rememora este veterano operario, que no esconde sus preferencias. Dice que las jornadas en las que mantiene la quitanieves parada en un apeadero de la carretera se le hacen «muy duras y aburridas», pero su gesto cambia y dibuja una sonrisa cuando habla de los días en los que hay faena: «A nosotros nos gusta salir a quitar nieve; te sientes bien cuando dejas una carretera limpia».

Este año, Sanz y sus compañeros no pueden quejarse. El invierno les está dando guerra. Lo malo, como matiza Rodríguez, es que después de cada operativo siempre hay «al menos una máquina» —y algún que otro operario— que debe pasar por el taller. Cosas de la batalla.

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