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ÓPINIÓN

El último abrazo de Mas Fagin

Mas es el viejo Fagin que introduce a Oliver Twist en el hampa y Oriol Junqueras un chico con menos instinto para la virtud que el protagonista de la revolucionaria novela de Dickens

El último abrazo de Mas Fagin efe

salvador sostres

Mas Fagin sabía que su partido no estaba limpio y por ello quiso disolverlo en la candidatura unitaria y refundarlo a costa de ERC, y de personajes tan queridos en el mundo independetista como Lluís Llach, Carme Forcadell, Pep Guardiola o Muriel Casals. Si Fagin es el viejo cínico que hace creer a los niños que les protege, y que es para ellos como un padre, cuando en realidad les convierte en delincuentes, vive de sus hurtos y les abandona a su suerte si alguna vez caen en desgracia; Mas se ha hecho el héroe sacrificado de la independencia de Cataluña cuando fue él –mucho antes que el PP– quien recortó con Zapatero el Estatut que había aprobado el Parlament a cambio de que los socialistas, que luego incumplieron su promesa, le garantizaran la presidencia de la Generalitat, que es lo único que le interesa y le ha interesado. Mas ha querido pasar por el padre del proceso cuando no ha hecho más que extorsionarlo, como Fagin a Oliver, para vivir de él, y de este modo no se atrevió a convocar el famoso referendo, y enredó a los independentistas de buena voluntad con aquella vergonzosa pachanga llamada participativa; y finalmente ha preferido esconderse tras las faldas de la causa, aunque sea al precio que la causa sea derrotada , por no dejarse de aferrar al poder tal como Fagin nunca dejó de aferrarse a sus relojes robados.

Junqueras también sabía que Convergència se financia irregularmente, y que es absurdo que Mas diga que él no sabe nada, cuando sus campañas presidenciales son el principal destino de este dinero ilegal, algo así como la madre en la canción que Sabina dedicada a El Jaro: «Tu vieja apura el vino que has mercado/ y nunca ha preguntado/ ¿de dónde sale todo este parné?» . Junqueras sabía y sabe, mejor que la policía y que el juez, que Mas y Convergència «son tóxicos», tal como él mismo les calificó. Y sabía que la candidatura unitaria iba por ello a naufragar, y de ahí su radical oposición a ella; hasta que, también según sus propias palabras, no pudo «aguantar la presión» de Mas y de otros líderes del independentismo, que le amenazaron con no convocar las elecciones para el 27 de septiembre y hacerle aparecer ante la opinión pública como el único culpable del fracaso.

El último abrazo de Mas Fagin ha ahogado a los niños del independentismo, demasiado cobardes para ser héroes ni que sólo sea de su propia virtud. Porque tan cínico resulta Mas , y parecido al viejo miserable de Fagin, como naïf y prepolítico ha demostrado ser Junqueras, que pretende romper un Estado como España cuando no es capaz de soportar la presión de un carterista fanfarrón.

Mas Fagin se oculta tras su argucia electoral con la esperanza de que cuaje entre los catalanes la idea de que estamos ante una maniobra del Estado para derrotar con guerra sucia al independentismo. En la película de Roman Polanski hay un último abrazo, acaso el más rastrero , con el que un Fagin acorralado intenta hacerle creer a Oliver que todo se lo confía. Así Mas está apurando el ciego fanatismo de los que hace tiempo que olvidaron lo que verdaderamente significa ser libres.

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