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Txiki Benegas: «De mí decían que mandaba mucho»

El 25 de agosto fallecía el socialista Txiki Benegas, el último diputado en activo de las Cortes Constituyentes. ABC recuerda su última entrevista

Txiki Benegas: «De mí decían que mandaba mucho» abc

marisa gallero

Era el último diputado en activo de las Cortes Constituyentes, «una reliquia» según sus palabras, cuando se aboga sólo por la regeneración política y todo es «casta». Secretario general del PSOE en Euskadi, consejero de Interior del País Vasco , se quedó con la espina de ser lehendakari en 1986 , «aunque realmente no tuve ninguna opción, no tenía votos suficientes para gobernar, a pesar de intentar todos los acuerdos posibles». Incluso durante noches nevadas en caserones y en reuniones eternas hasta el amanecer.

Número tres del PSOE, controló el partido con autoridad durante diez años, y a pesar de las luchas internas, nunca se quiso decantar por ningún candidato. Se sentía guerrista de corazón y felipista de piel. El pasado 28 de diciembre, ABC publicó su última entrevista, donde Txiki Benegas repasaba su extensa trayectoria, imposible de resumir en una doble página. «La política no se hace en un papel en blanco, está llena de tachaduras».

El mes antes de cumplir los 66 años, cuando Pedro Sánchez y Eduardo Madina se disputaban los avales para liderar el PSOE, José María Benegas se operaba de un cáncer de pulmón que finalmente le dejó sin aire. Al volver a escuchar nuestra conversación, su tono de voz grave y pausado, con el sonido del clic del botón del bolígrafo de fondo, recuerdo lo que más le preocupaba cuando íbamos a terminar. «Hay un tema del que no hemos hablado. Se está haciendo una simplificación enorme en España al decir que todo es culpa de los políticos. En este país hay empresarios, banqueros, medios de comunicación… Todo el mundo ha tenido una parte de responsabilidad en la situación, no sólo los políticos somos los culpables. Decir que nada sirve, que mejor liquidar a los dos grandes partidos, es un discurso muy peligroso, un ataque a los fundamentos de la democracia».

Benegas lo sabía porque formó parte de la élite política que dio los primeros pasos tras la dictadura. Llegó al PSOE en 1971 a través de Enrique Múgica, al que conoció en el Colegio de Abogados de San Sebastián. Igualmente fue Múgica el que me puso en contacto con «una de las cabezas más importantes del PSOE». Se conocieron tras una de sus salidas de la cárcel de Carabanchel, y se quedó impresionado por su historial en la clandestinidad, cuando pasaba la frontera en un maletero de una contrabandista francesa con agujeros para poder respirar o cruzaba nadando el Bidasoa junto a Nicolás Redondo. Se llevaban más de 15 años de diferencia, pero enseguida conectaron. Él también fue detenido dos veces, en 1974 y 1976, y pasó las 48 horas de rigor en las «catacumbas» de la Puerta del Sol.

Un discurso duro

Defensor de la libertad a ultranza, sus palabras contra ETA junto al árbol de Guernica el domingo 11 de julio de 1977 marcaron la reunión celebrada por grupos parlamentarios ese día y su vida para siempre. «Soy consciente de la importancia de las palabras. Y lo quiero decir dirigido a ETA. Basta ya de la amenaza y la coacción para obtener el impuesto revolucionario contra los industriales, que va contra los intereses de la clase obrera y la propia Euskadi». Nunca nadie antes había condenado a ETA tan duramente. Tras la convocatoria, el ministro de la Gobernación de la UCD, Rodolfo Martín Villa, tuvo conocimiento de que se discutió en la Ejecutiva de ETA el asesinato de Benegas y decidió ponerle escolta, que ya nunca le abandonaría.

En este punto le recordé una frase que me dijo Enrique Múgica, que fue la misma que leyó con voz entrecortada en el velatorio de su hermano Fernando en la Casa del Pueblo de San Sebastián: «Ni olvido ni perdono a los asesinos». «¿Pedir perdón? –me contestó–. ¿Para quedarse tranquilos? Hemos dejado mucha gente asesinada detrás, mucho dolor, aunque poder vivir sin muertos es lo que pongo en primer lugar. Hay un clima social mucho más distendido. Mirando al futuro, la entrega de armas es algo simbólico y secundario, me parece más necesario que las nuevas generaciones entierren absolutamente esta etapa negra».

En octubre de ese año del cambio intervino por primera vez en el Pleno del Congreso –el mismo que le dedico este martes un minuto de silencio– representando al Grupo Socialista cuando se aprobó la Ley de Amnistía de 1977. «Un día histórico donde se va haciendo realidad la reconciliación de las dos Españas. No se puede juzgar con los ojos de ahora lo que ocurrió hace 35 años. Se dibuja la Transición como si hubiera sido algo de coser y cantar, fácil e idílica, y fue muy complicada. Con marchas atrás en las que pudimos volver a perder la libertad, con un coste para los protagonistas muy alto. Suárez se tuvo que ir, Carrillo dejó el Partido Comunista, todos tuvimos que renunciar. De ese espíritu surgió una gran Constitución, que también tiene algo de armisticio, de nunca más. Ni una guerra civil, ni una dictadura».

Ajuria Enea

Si se mira hacia atrás, Benegas estuvo en las principales negociaciones de la historia de nuestra democracia . Defendió el Título VIII de la Constitución frente a Manuel Fraga Iribarne. Estuvo en el Pacto de Madrid y en el de Ajuria Enea. «Fue idea mía. Tras el atentado de Hipercor, empecé a hablar en círculos concéntricos, primero con el CDS, Alianza Popular, Convergencia, el Partido Comunista... Convocamos a Xabier Arzalluz a una comida con Felipe González, Adolfo Suárez y Miquel Roca, y le dijimos que se iba a quedar fuera y firmó. Después se planteó el pacto vasco». Y en 1997 con Mariano Rajoy, entonces ministro de Administraciones Públicas, la reforma de los Estatutos de Autonomía.

«Rajoy siempre se apuntó esa negociación –reía al recordarlo–. Revisamos estatuto por estatuto hasta ponernos de acuerdo. Uno de los problemas de la situación actual es que no hay cocina, es todo a través de la prensa. Si uno ha adelantado una posición, si da marcha atrás parece que se la está envainando. La política es conversar con tranquilidad, entender las dificultades del contrario, hasta llegar al acuerdo. Es lo que ocurre con el tema catalán. No es culpa de Rajoy, sino de Artur Mas, que hace unos planteamientos imposibles de aceptar. No se puede negociar, cuando afecta a los sentimientos, a través de los periódicos».

Hombre del aparato del PSOE por excelencia, su poder era indiscutible. «Antes el aparato tenía más fuerza. Podían cambiar las listas electorales. Meter a Boyer por Jaén fue brutal. Se hacía y se podía hacer. Ahora es imposible. De mí decían que tenía poder, que mandaba mucho en Ferraz».

Hasta que un compañero le tendió una trampa en forma de escuchas. La filtración de sus llamadas telefónicas en la Cadena Ser desvelaron las discrepancias en el seno del partido y dinamitaron su autoridad, aunque «Dios», el «number one» –Felipe González–, no acepto su dimisión. «¡Si a Felipe todos le decíamos “el moro” y a Guerra “el canijo”, porque es todo huesos! Pero eran conversaciones privadas, hicieron terrorismo informativo, y me pusieron en una situación complicada».

Un hombre de pausas

José María, como prefería que le llamarán –«soy un poco mayor para eso de Txiki»–, era un hombre de pausas. Con el tema de las escuchas, los GAL, el papel de Felipe González, el problema de credibilidad de su partido... Las mantenía lo suficiente para que entendieras que esa elipsis era el fin de la cuestión. «Para sustituir a Felipe se nos ocurre poner de candidato a la presidencia al que había perdido las elecciones en el partido. ¡Una cosa de locos! Ya con Rubalcaba nos coge una crisis que no sabemos afrontar. Sociológicamente no me acabo de explicar por qué un político de su altura tenía los sondeos tan malos…». Con el mismo estilo que su compañero Enrique Múgica. Sus silencios marcaban la entrevista.

Durante la conversación me reconoció que ya no se presentaría para las próximas elecciones, que tenía pensado seguir trabajando en su despacho en la calle Hortaleza de Madrid. ¿Va a escribir lo que hoy silencia? –le pregunté–. «Me agotó mucho escribir los anteriores libros. La angustia de ver la foto de Fernando (Múgica) mientras escribía. No sé si vale la pena contar mis memorias». E hizo otra pausa para añadir. «¡Pero si estuviste en las Constituyentes!», me dicen. ¡Eres una reliquia!». «Con este juvenismo hemos liquidado a políticos de mucho peso”.

El día en que nació

Tras la publicación de la entrevista a finales de diciembre, hablamos por teléfono. Creía que iba a reflejar más el presente que el pasado, «cuando el pasado es sólo una dimensión del presente». También se habían quedado muchas de sus declaraciones en el tintero. «Parecía que ibas a escribir un libro», me dijo en tono irónico. Hoy me desquito. Txiki Benegas eligió el mismo día que nació para irse. Un 25 de agosto. Con 67 años.

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