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Revolución siria en Melilla

Más de 6.000 refugiados de guerra de ese país han llegado desde 2014 a la ciudad española, donde apenas se ve ya a los subsaharianos

Revolución siria en Melilla luis de vega

luis de vega

Hussein tiene un mes y ya es un refugiado sirio, sin haber puesto nunca los pies en su país. Va acunado en brazos de su madre sin enterarse en su sueño de que está embarcando desde Melilla a Málaga junto a otros doscientos compatriotas. Nourshan, originaria de la castigada ciudad de Homs y de 21 años, dio a luz en la ciudad autónoma española tras escapar de la guerra que sacude Siria desde hace cuatro años . En un movimiento de población sin precedentes en la historia, ese conflicto ha desplazado ya, dentro y fuera del país, a doce millones de personas, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados ( Acnur ). Un total de 2.910 sirios llegaron a territorio Europeo a través de Melilla en 2014 tras abrirse la ruta de manera tímida en 2013. Pero el flujo no deja de aumentar y 3.442 lo han hecho solo en los primeros cinco meses de 2015. El 80 por ciento son solicitantes de asilo.

Acostumbrada desde hace dos décadas a que ciudadanos subsaharianos lleguen desde Marruecos casi siempre en patera o saltando la valla de la frontera, Melilla, con unos 80.000 habitantes, vive hoy una verdadera revolución con este nuevo perfil del extranjero que llega a la ciudad. El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), que cuenta oficialmente con 480 plazas, ha estado habitado tradicionalmente por africanos. Aunque su saturación es perenne, el 90 por ciento de sus 1.500 habitantes -sí, el 300% de su capacidad- es hoy sirio. Y de ellos un tercio son menores de edad. «Del subsahariano, casi siempre soltero, hemos pasado al sirio, que con frecuencia llega en familia», explica Carlos Montero, director del CETI, que ha tenido que adaptar su organización interna a estas nuevas circunstancias. «Se están haciendo mejoras en el centro, aunque más lentas que el ritmo de las llegadas de los inmigrantes. Si lográramos bajar de los mil sería mucho mejor», reconoce, consciente de la superpoblación de las instalaciones.

«Los sirios son otro mundo comparado con los subsaharianos. Tienen más poder adquisitivo y algunos han salido de su país con los ahorros de toda la vida y hasta habiendo vendido sus joyas o sus animales. Los ves en las tiendas, en los cafés, en los restaurantes... y no van casi a ningún sitio andando», cuenta Hassan Founti, un taxista de 44 años al que los refugiados alegran la vida desde hace meses. «Mis principales clientes no son melillenses, sino sirios», añade a la puerta del CETI.

Pero mafias, traficantes y personajes sin escrúpulos son también conscientes de ese poder adquisitivo. Aunque legalmente un refugiado no puede ser frenado en una frontera, son muchos los sirios que, para entrar a Melilla se han visto obligados a pagar por «alquilar» papeles marroquíes, ya que los habitantes de la vecina provincia de Nador tienen derecho a acceder a la ciudad autónoma sin pasaporte. El precio, según diferentes testimonios recabados, está entre los 400 y los 1.200 euros.

Así fue como accedieron varios miles de sirios desde 2013 hasta que España decidió abrir el año pasado una oficina para que pidieran asilo en el paso fronterizo de Beni Ensar . Poder pedir protección internacional en esas instalaciones ha reducido el enriquecimiento de los traficantes y los chanchullos con documentación marroquí, y además ha mejorado el problema de imagen que tenía España cuando no les facilitaba esa posibilidad de pedir asilo que impone el ser estado firmante de la Convención de Ginebra de los refugiados.

Sin dejar de lado el avance que supone la nueva oficina para pedir asilo, Acnur entiende que son necesarias más mejoras. «Hay que agilizar aún más los traslados de los solicitantes de asilo a la Península y, que este momento tardan dos o tres meses», afirma Francesca Friz-Prguda, representante de esta agencia de la ONU en España. Además, «los CETI no son lugares adecuados para acoger a personas que necesitan protección internacional, y menos aún a familias con niños o personas vulnerables».

Contradicción española

Acnur entiende que España cae en una contradicción al no equiparar a las dos ciudades norteafricanas al resto del territorio nacional. En efecto, alguien que pide asilo en Ceuta o Melilla no puede ir libremente a la Península. «Las personas que piden asilo en Ceuta y Melilla siguen sin tener la libertad de movimientos que tienen las personas que lo solicitan en cualquier otro lugar de España y que pueden moverse por todo el territorio nacional», añade Friz-Prguda.

Ahmed, ingeniero de telecomunicaciones de 29 años, arrastra en Melilla la pena de haber dejado su país y allí a sus padres. No le quedaba otra. Fue de los que protagonizó desde 2011 las manifestaciones que exigían cambios democráticos al régimen del presidente Bashar al Assad que derivaron en la actual guerra. Pasó tres periodos en la cárcel en los que se sucedieron las torturas de todo tipo a manos de miembros del Mujabarat (servicios de inteligencia), especialmente en unas instalaciones militares del aeropuerto Al Mazzah, cerca de Damasco. «Estábamos doce en una celda de dos metros por dos y medio. Nos turnábamos para tumbarnos porque no cabíamos». «Me colgaron del techo, me golpearon los pies, me dieron descargas eléctricas, nos tiraban la comida en el suelo... Todo para que firmara una declaración falsa de que me habían detenido con un kalashnikov». Ofrece numerosos detalles, pero no quiere que nada de lo publicado pueda llevar a las autoridades sirias a localizarlo; ni siquiera este es su nombre verdadero. Tiene pavor a las prepresalias contra él o sus progenitores.

«Frente al peligro que supone llegar a Italia por mar desde un país como Libia, sumido en la violencia, la ruta de Melilla es mucho más segura. El cambio en el respeto de la ley de asilo experimentado por las autoridades españolas sirve, por tanto, para salvar también a gente de morir en el Mediterráneo», reconoce una fuente inmersa en el proceso pero que no puede ser citada. No se ve sin embargo a subsaharianos pedir asilo como los sirios aunque tengan el mismo derecho. «Los marroquíes no los dejan pasar», se escuda el inspector jefe José Antonio Morillas, responsable de las nuevas instalaciones abiertas en la frontera que han hecho de Melilla la ciudad española con más peticiones de asilo.

Recién llegado de Alepo

Alí, de 38 años, ha sido de los últimos en hacerlo. En la ciudad de Alepo ha dejado a una primera mujer con cinco hijos. La segunda, embarazada, llegó al CETI la semana pasada. Entre lágrimas porque hace un año que no ve a sus hijos, Alí responde las primeras preguntas de la entrevista que le hace el policía Abril Rodríguez como parte del proceso para pedir asilo y que sea considerado oficialmente como refugiado, lo que supone que es una persona protegida internacionalmente. «Yo no he pagado, pero en Nador van por los hoteles ofreciéndonos pasar si pagamos mil euros», cuenta el refugiado con ayuda de Fátima, la intérprete que colabora con el agente. Las historias, con o sin estafadores, se acumulan en estas instalaciones. «Hay mujeres mayores marroquíes que cobran por entrar en España con niños sirios de la mano como si fueran sus nietos», comenta Rodríguez. «Hemos visto a madres sirias que se han hecho pasar por marroquíes y han llegado con sus hijos metidos en un carrito de la compra», añade la intérprete.

Unos 200 refugiados sirios llegan cada semana a Melilla y son alojados en el CETI. La mayoría pide asilo y, unas semanas después, como ocurrió el jueves con el grupo en el que iba la joven Nourshan con su bebé, son trasladados a la Península. De esa forma, la población del centro de estancia temporal de Melilla se mantiene en torno a las 1.500 personas. Pero la mayoría de los sirios no se queda en España y siguen viaje Europa adentro, reconoce el director del CETI, Carlos Montero. Muchos eligen Alemania porque tienen allí familiares o conocidos o por las condiciones de acogida que ofrecen las autoridades germanas.

Los refugiados sirios que llegan a Melilla viajan, generalmente, en avión a Argelia tras pasar por Líbano y Turquía. El último tramo lo hacen como los subsaharianos, por tierra cruzando de manera clandestina, pues la frontera con Marruecos está cerrada, desde la localidad argelina de Maghnía. Una vez en las puertas de España los sirios pueden pedir asilo, pero no los africanos, que siguen empujados a la patera o a saltar la valla aunque tengan el mismo derecho que ellos a la protección internacional.

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