Experimentos y parálisis

Susana Díaz ha convertido a Andalucía en un laboratorio de extraños experimentos que se irán repitiendo en la mayoría de Parlamentos autonómicos desde el 25 de mayo. Los pronósticos apuntan a mayorías absolutas muy selectas y a una turbia mezcolanza de pactos sui generis que se abrirán paso para conformar gobiernos en los que poco importará el factor ideológico y mucho el bastón de mando. Todo ello, bajo un eufemismo de falsa corrección política: sea cual sea el resultado, ese siempre es el deseo de la soberanía popular. Maniobras de ocultación con la excusa perfecta. Un clásico.

Empieza el complejo proceso de investidura de la presidenta andaluza envuelto en cábalas, chantajes, condiciones y traiciones. Todo confluye en Andalucía excepto la estabilidad prometida por Díaz. Una amarga sensación de bloqueo amenaza la legislatura en 14 parlamentos y gobiernos autonómicos, donde los pactos de gobernabilidad prometen ser un puzzle ciego. La primera votación de investidura para Díaz está abocada al fracaso. En la segunda, su mayoría simple requerirá un mínimo de 16 abstenciones. Y la condición impuesta por Ciudadanos y Podemos -la salida de Chaves y Griñán por la puerta de atrás del PSOE, humillados sin honores y con los galones arrancados de cuajo- es una simple excusa de mal pagador.

Ciudadanos elude pactar para no retratarse y mantener su aparente virginidad hasta las elecciones generales. Podemos modera su lenguaje, ensaya con trampas de trilero un nuevo pragmatismo a favor del trueque y se relame por negociar. Incluso, una vicepresidencia para una anarquista de peluquería semanal como es Teresa Rodríguez. Pero Díaz se resiste e indigna con su secretismo a Pedro Sánchez. El PP sólo se abstendría para facilitar la investidura de Díaz a cambio de que el PSOE no plante cara y los populares gobiernen aquellas capitales donde sea el partido más votado. Ferraz no acepta y Díaz… duda.

En este banco de pruebas en el que Ciudadanos podría condicionar la gobernabilidad regional en el 80 por ciento del territorio español, y con el PP noqueado por su propios errores, la presidenta andaluza negocia por libre, desaira a su secretario general… y hasta sulfura a la vieja guardia. A cada tablero estratégico que diseña Ferraz le sucede una patada de Susana Díaz. Sánchez tiene una sola bala antes de que un fracaso electoral severo reactive las primarias para desahuciarle. Por eso engullirá todo el poder autonómico y local posible cediendo sin límites sin importarle el atracón. Es consciente de que solo «tocando poder» reforzará su liderazgo.

Una hipotética abstención expondría a Ciudadanos y Podemos a un proceso de deterioro público. Facilitar al PSOE la gobernabilidad es significarse. Si lo hace Podemos, las brechas internas le debilitarán aún más y la demagogia de su discurso perderá eficacia. Si lo hace Ciudadanos, los votos emergentes que captura procedentes del PP pueden revertirse, bien hacia la abstención, bien de retorno a Rajoy por la teoría del «mal menor». Las consecuencias en Andalucía -como en el resto de comunidades- serán conflictivas: una investidura raquítica que de no suscribirse con Podemos provocará un terremoto en Ferraz y la reactivación de las hostilidades por el liderazgo del PSOE; una legislatura convulsa, sin equilibrio y con acuerdos legislativos inestables; o la repetición de las elecciones. Las mezclas de laboratorio son a menudo peligrosas. Asturias repitió comicios. En Madrid el «tamayazo» destrozó a los socialistas hasta hoy. Y en Cataluña ni se gobierna ni se legisla. A nuevas mayorías, nuevos escenarios. Pero ni un solo votante/contribuyente concibe la parálisis como una opción.