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PP contra PP: los problemas internos

La declaración judicial de la número dos de Rajoy sobre Bárcenas está en el origen de las diferencias con el exministro Arenas

PP contra PP: los problemas internos EFE

mayte alcaraz

Es 14 de agosto de 2013. Un miércoles caluroso en Madrid. María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP, acude a declarar a la Audiencia Nacional llamada como testigo por el juez Ruz, que investiga los desmanes de Bárcenas y la presunta contabilidad B en Génova. Veinticuatro horas antes, lo han hecho dos de sus antecesores, Francisco Álvarez Cascos y Javier Arenas. La número dos de Mariano Rajoy sale sonriente de sus más de dos horas de comparecencia ante el instructor del caso Gürtel.

El extesorero, titular de una injustificada cuenta millonaria en Suiza, está obsesionado con salpicar a la también presidenta autonómica de Castilla-La Mancha, a la que culpa de sus horas más bajas en Génova. Al preguntarle Ruz, Cospedal es taxativa: sostiene que no intervino en el acuerdo al que se llegó para la salida del expresidiario y apunta a que las condiciones de su marcha se pactaron en una reunión del propio procesado y su esposa, Rosalía Iglesias, con Rajoy y Javier Arenas en marzo de 2010.

El descalabro andaluz

Esa declaración, consagrada por la obligación de un testigo de decir la verdad ante el juez, es «la gota que colma el vaso» de la pésima relación que mantienen desde hace años dos de los colaboradores más próximos del presidente del Gobierno: la secretaria general y el vicesecretario de Política Autonómica y Local. Así lo confirman varias fuentes populares consultadas por ABC, que recuerdan que Arenas nunca le perdonó a la que fue su colaboradora en el Ministerio de Trabajo, cuando gobernaba Aznar, que citara su nombre durante su comparecencia judicial a propósito de la mayor pesadilla para el PP de los últimos años: Luis Bárcenas. Pero era solo el último episodio de una larga guerra, a veces larvada, otras explícita , que muchos sitúan en el origen de la fractura que ha obrado esta última semana como un cataclismo en el PP tras el descalabro andaluz.

En efecto, la pérdida de medio millón de votos y 17 escaños el 22 de marzo pasado acaba con el último dique de contención en el PP. ¿A quién se le atribuye la sonora derrota en Andalucía? No hay respuesta pública a esa pregunta que se hacen decenas de cargos populares la noche del 22 de marzo. Noche huérfana de portavoces del fracaso, excepción hecha de Pablo Casado, que hizo lo que pudo para explicar el descalabro.

Ese día, el puchero de Génova entra en ebullición. Cospedal no olvida el papel que jugó el exministro hace un año, cuando Rajoy eligió –contra su apuesta del alcalde de Tomares, José Luis Sanz– a Juan Manuel Moreno Bonilla como candidato a la Junta. Al decantarse el líder del PP por Moreno lo hacía también por un estrecho colaborador y amigo de Sáenz de Santamaría. Muchos en el partido dijeron entonces que era el elegido de Arenas. Sin embargo, otros responsables andaluces insisten hoy en que el preferido del exministro no era Moreno, sino una dirigente andaluza.

Sea como fuere, Cospedal no le quería para disputar a Susana Díaz la hegemonía socialista en la Junta. Tanto que cuando La Moncloa le designa, la secretaria general pide a Carlos Floriano que sea él quien que le llame para anunciarle la buena nueva. Ella tardará en hacerlo.

En todo caso, dentro y fuera de Génova se interpreta la decisión como un triunfo de la vicepresidenta y de Arenas frente a Cospedal. La tensión va en aumento. Desde entonces, nunca faltan rumores de cambios en la dirección del PP que señalan siempre a la secretaria general, acusada –nunca en público– de descuidar su responsabilidad en el partido para atender la presidencia de Castilla-La Mancha, la joya de la Corona que consiguió arrebatarle al PSOE en 2011.

Desestabilizar el partido

Con el batacazo andaluz, las tensiones se acentúan entre los dos PP. Por parte del que lidera Cospedal habla su portavoz, Carmen Riolobos, para apuntar que «los que perdieron en Andalucía» se dedican «a desestabilizar el partido». Y por la facción que encabeza Arenas, de existir esa facción, hay silencio. Sospechoso silencio, según el entorno de la secretaria general, donde nadie duda de que las filtraciones contra el aparato proceden de Arenas. En el partido se cree que el hoy senador sigue teniendo predicamento en algunos medios que airean las disensiones internas, pese a no tener ningún cargo institucional como los que ostentó durante los mandatos de Aznar. Los que le conocen niegan que esté en ninguna intriga, aunque reconocen que el vicesecretario popular continúa gozando de poder. Prueba de ello es que su nombre suena indefectiblemente cada vez que a Rajoy se le queda una vacante en el Consejo de Ministros. De hecho, conserva una relación inmejorable con el inquilino de La Moncloa, que no ha fructificado en un puesto importante en esta última legislatura porque «el calendario –explica un colaborador de Arenas– no le ha sido propicio desde que encabezó la lista a la Junta de Andalucía en 2012».

Hay que recordar, según ese dirigente popular, que la fecha de las elecciones andaluzas –marzo de 2012– en las que Arenas ganó al PSOE con 50 escaños, insuficientes para formar Gobierno pero todo un éxito inalcanzable hoy, «impide que el candidato andaluz entre primero en el Ejecutivo de Rajoy (diciembre de 2011) u opte a mayores glorias orgánicas, que fueron repartidas en el Congreso de Sevilla de 2012, dos meses antes de los comicios que le dejaron a las puertas de la Junta». Roto el débil equilibrio que imperaba en el partido, Cospedal cuestiona siempre que tiene un micrófono delante que se escuche más a las fuentes no identificadas que «a las que contestan abiertamente en nombre del PP».

La proximidad de las elecciones no consigue estrechar los lazos entre algunos dirigentes populares para presentar una imagen intramuros de unidad. La amenaza de Ciudadanos y las consecuencias de una dura singladura de Gobierno para evitar el rescate siguen tensando los ánimos de los barones, inquietos por su suerte el 24-M, según reconocen en Génova. Y eso a pesar de los esfuerzos del presidente del Gobierno en la reciente Junta Directiva Nacional en la que habló de unidad y de responsabilidad. Con Cospedal y Arenas a su lado.

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