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homo hispánicus

El verdugo digital

De las nuevas especies del «homo hispánicus», la de mayor crecimiento vegetativo es el navegante digital que echa espumarajos y veneno en dosis de 140 caracteres

El verdugo digital efe

álvaro martínez

No hay día en que la jauría de sayones no depare una lapidación digital colectiva contra alguien, sea cual sea el motivo (real, nimio o inexistente) y aunque este tenga tintes dramáticos, brutales o luctuosos. Lo hemos vuelto a comprobar la pasada semana a cuenta de la catástrofe aérea de los Alpes. Sólo una hora después de conocerse las dimensiones de la tragedia, con todo el planeta conmocionado, aturdido y sin palabras ante tanta muerte de repente, centenares de tuiteros españoles insultaban, despreciaban, ridiculizaban o se reían a carcajada de las víctimas del vuelo de Germanwings. El asunto fue tan grave y de tal dimensión que el Ministerio del Interior anunció una investigación policial para depurar responsabilidades penales entre los pajarracos que graznaban sobre unos muertos aún sin enterrar. Paralelamente, también desde esa acequia digital, otro grupo la emprendía contra una presentadora de televisión, habitual pimpampum de la «simpática muchachada», por una frase que nunca dijo. Todo da igual.

En general, el tuitero faltón, mutado en hombre-espumarajo, se divierte como un niño en un charco cuando alguien se muere, con delectación incluso cuando el fallecido es un personaje público. Es indiferente que este tenga buena o mala fama o imagen. Algunos de los insultos son estremecedores, como los que recibió Isabel Carrasco, la presidenta de la Diputación de León, cuando en mayo pasado le descerrajaron dos tiros en plena calle. Sin resquicio de piedad, la manada va subiendo el tono de la burla o del insulto, como crecida en ese presunto anonimato que le otorga el nombre ficticio, encapuchados todos en un «nick» o un mote supuestamente gracioso que oculta su identidad. A veces, no hace falta ni que la persona objeto de la burla colectiva haya muerto, como le ocurrió hace un año a Lina Morgan, para recibir la tunda.

La última radiografía del usuario de Twitter en España señala que es preferentemente varón (55% de hombres, frente a un 45% de mujeres), integrado en un segmento de edad entre los 25 y los 44 años, aunque según algunas reciente compilaciones ese rango va rejuveneciéndose poco a poco. En total, suman un total de 7,6 millones de personas alojadas en la jaula del simpático pajarito azul, que convierte a España en la novena potencia mundial en esta red social.

Con semejante potencial, y esa capacidad viral, no es sencillo luchar contra el lado oscuro de las redes sociales. Pero apenas se intenta, y cuando se hace solo se llega a la contundencia del pellizco de monja. A un sujeto de Lérida le salió al final por una multilla de 300 euros el crear un grupo en Facebook y Twitter en el que se atribuía a Cristina Cifuentes la profesión más antigua del mundo. Futbolistas, cantantes, presentadores, actores... O gente anónima convertida en puching-ball. El verdugo digital también es ecléctico a la hora de elegir razas o religiones donde lanzar su bilis. No hace distingos y convierte tan poderosa y útil herramienta de comunicación en un patíbulo donde entretenerse.

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