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terrorismo

Hace tres años ETA anunció el «cese definitivo de su actividad armada»

Desde entonces, el Gobierno no ha cedido un milímetro y la banda ha recurrido a burdas argucias, cuando lo que se le exige es su disolución incondicional y entrega total de armas

Hace tres años ETA anunció el «cese definitivo de su actividad armada» abc

j. pagola.

El 20 de octubre de 2011 ETA anunciaba a través de un comunicado el « cese definitivo de nuestra actividad armada ». Tres o incluso dos años antes, un anuncio de estas características hubiera convulsionado a la sociedad española y, en particular, a la vasca. Por primera vez, la banda no ponía a priori condiciones, ni imponía plazos. Pero sus treguas trampa, sus «alto el fuego indefinido», su «T-4» a traición... Demasiados engaños y demasiados desengaños.

Así que tras aquel anuncio, el mensaje que transmitió poco después el recien estrenado Gobierno de Rajoy a los terroristas y sus cómplices venía a ser este: «La decisión tomada va en la buena dirección, pero es insuficiente. Ya solo vale la disolución incondicional de la banda y la entrega de sus armas». En caso de que ETA diera el paso de su disolución, habrían desaparecido las circunstancias que aconsejaron en su día la política de dispersión, por lo que los presos etarras podrían ser acercados gradualmente a cárceles del País Vasco y podrían acogerse a vías legales encaminadas a su reibnserción, como otros reclusos.

El sainete de Burdeos

Pero ni se disuelve ni entrega las armas. Ha hecho simulacros burdos, como el tenderete que instaló en Burdeos, con la complicidad grotesca de dos de los «verificadores internacionales» y que difundió en vídeo el pasado 21 de febrero. En la mesilla los etarras habían colocado un lote de armas y explosivos muy inferior al que se le incautaba a cualquier «comando» que aún estaba en fase de constitución. Y sin aportar pruebas, aseguraban que las habían inutilizado. De la burda maniobra los terroristas pasaron a caer en la chanza cuando días después, esos «verificadores» declararon en la Audiencia Nacional que tras la exhibición del tenderete los encapuchados se habían llevado las armas y el explosivo en cajas de cartón.

El anuncio del «desarme» había suscitado expectación no solo en la «izquierda abertzale», sino también entre los nacionalistas y muy particularmente en el lendakari, Iñiko Urkullu. El chasco y la frustración fue total.

El 20 de julio pasado ETA hizo público un comunicado en el que aseguraba haber «desmantelado» sus «estructuras logísticas y operativas derivadas de la práctica de la lucha armada» . Anunciaba, además, que había procedido al «sellado» de sus «zulos». Todo ello, una vez más, sin pruebas, incluso sin el concurso de sus «verificadores», probablemente porque no se han querido prestar a otra farsa como la que les llevó al ridículo internacional. En definitiva, un comunicado para no decir nada o, mejor, para escaquearse de anunciar su disolución y entrega de arsenal. El panfleto pasó desapercibido.

El Gobierno, mientras, se mantiene firme. No cede un ápice, ni siquiera a las presiones del lendakari para que liquide la actual política penitenciaria. La pelota, tres años después, sigue estando en el tejado de ETA. Es la banda la que se tiene que mover, nunca el Estado de Derecho.

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