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Las andanzas del «pequeño Nicolás» obligan a revisar protocolos de seguridad

Accedió a la recepción del Palacio Real en la proclamación de Felipe VI como acompañante de uno de los invitados y llegó a saludar al Monarca

Las andanzas del «pequeño Nicolás» obligan a revisar protocolos de seguridad abc

pablo muñoz

Un tipo con una «florida ideación de tipo megalomaníaco», según el forense que le ha analizado; alguien que, «con su mera palabrería», ha sido capaz de estar en «conferencias, lugares y actos a los que accedió sin alertar desde el inicio su conducta a nadie, por muy de las Juventudes del Partido Popular que manifieste haber sido», según alerta la juez de la Audiencia Provincial de Madrid en el auto en el que le deja en libertad con cargos; y aunque nadie lo diga por escrito, un chaval de apenas 20 años que con el único cebo de su labia y unos supuestos informes oficiales con sellos y firmas torpemente escaneados consiguió, entre otras cosas mucho menos significativas, estar en la recepción que Felipe VI ofreció en el Palacio Real el día de su proclamación. Y eso son palabras mayores.

Al margen de que las andanzas de Francisco Nicolás Gómez Iglesias puedan provocar cierta hilaridad -por supuesto ya nadie reconoce haberse fiado de él y todos hablan de apenas un saludo breve y una fotografía casi robada-, lo cierto es que la presencia del impostor en la recepción del Palacio Real ha provocado estupor en el servicio de seguridad de la Casa Real, que en cuanto tuvo conocimiento de lo sucedido comenzó a averiguar cómo había llegado hasta allí.

Estas pesquisas han servido para confirmar que el «pequeño Nicolás», apelativo del que ya le será muy difícil desprenderse el resto de su vida, no era una de las personas directamente invitadas a la recepción, sino que llegó como acompañante de una de las personalidades que sí lo estaban. Como era de prever, quien le facilitó el acceso al acto no ha dado de momento la cara, y en cualquier caso será difícil identificarle porque el protocolo de seguridad vigente no exige que se ponga nombre y apellidos a esos «acompañantes» que figuran como autorizados en las invitaciones.

Según ha podido saber ABC, las mismas no partieron solo de la Casa Real, sino que también Presidencia del Gobierno, y el Congreso y el Senado, cursaron las suyas. En cualquier caso, «nunca hubo un problema de seguridad, porque todos los invitados, fueran o no acompañantes, pasaron por los arcos detectores de metales y otros filtros -sostienen las fuentes consultadas-. Era imposible que alguien introdujera un arma», añaden, aunque admiten que se trata de un hecho sin precedentes que obliga a revisar los protocolos que se aplican.

Lo cierto es que después de cada acto en el que participa la Familia Real se celebra una reunión de los responsables de seguridad en la que se hace un juicio crítico sobre cómo se han desarrollado los acontecimientos desde ese punto de vista. Así se hizo con ocasión de la recepción de Felipe VI, pero la irrupción del impostor ha aconsejado volver a revisar lo sucedido. Aunque por el momento no hay decisiones tomadas, las fuentes consultadas creen que a partir de ahora se va a exigir por adelantado la plena identificación tanto del invitado «oficial» como la de su «acompañante», de modo que a la entrada de los actos se exigirán a ambos los documentos necesarios.

«En cualquier caso-sostienen las fuentes-, tampoco se puede ir mucho más allá en los actos tan multitudinarios como fue el de la recepción del Palacio Real, porque si se actúa de forma inflexible se organizaría un caos muy difícil de gestionar».

Exhibición de fotografías

El atestado policial destaca la «intensa actividad» que el estudiante del Centro Universitario de Estudios Financieros (Cunef) desarrollaba en actos públicos en los que había una gran presencia de personajes de la vida política y empresarial española, ante los que se hacía pasar, a conveniencia, bien como asesor de la Vicepresidencia del Gobierno, como enviado del Gobierno y del CNI o incluso como enlace entre el Gobierno y la Casa Real, según algunos testimonios. Para ello incluía el atrezzo necesario, como la utilización de vehículos de alta gama con lanzadestellos como los que utilizan las Fuerzas de Seguridad, lo que le daba apariencia de alto cargo, o bien la interrupción brusca de conversaciones con personas de cierto nivel «porque me llama» determinado alto cargo del Ejecutivo, las comidas en restaurantes de alto copete y, por supuesto, la exhibición de fotografías con lo más granado de la sociedad para demostrar que se trataba de un personaje de alcurnia, respetado por todos...

Pero en realidad, lo más curioso es comprobar cómo algunas de esas personalidades del mundo económico y político le seguían el juego -naturalmente, todos lo negarán ahora-, más que nada por si al menos era cierto una pequeña parte de lo que el chaval contaba en esos círculos y en algún momento podían beneficiarse de sus influencias, según fuentes consultadas.

Al menos eso debió pensar el ejecutivo de banca J. M. de la H., a quien convenció de que le entregase 25.000 euros con la promesa de que intentaría que el Gobierno mediase en la venta de un inmueble familiar que tenía en Toledo. Tras cobrar, el impostor dio al ejecutivo un documento titulado «Palacio de la Moncloa. Protocolo de actuación. Gobierno de España», con el nombre de la víctima y una firma que se atribuía al subsecretario de Presidencia, Jaime Pérez Renovales. La puesta en escena del impostor fue colosal, pues incluyó la aparición en un coche de alta gama con chofer incluido… Sin embargo, la víctima desconfió en algún momento y decidió denunciar los hechos a la Policía. Eso, junto con su maniobra frustrada de acceso a una fiesta a la Embajada de EE.UU. y la confección de informes del CNI, fue el principio del fin.

Tiraba libros al suelo

Las anécdotas sobre la trayectoria de Francisco Nicolás Gómez Iglesias llenan las páginas de los periódicos. Pero quizá sean las de su infancia las que den una idea mejor de su forma de ser. Según testimonios recogidos por ABC, en el colegio mostraba ciertos comportamientos violentos cuando las cosas no salían como él quería, incluyendo lanzamientos de los libros de texto al suelo.

Sus compañeros actuales relatan que este año ni siquiera ha aparecido por la facultad, donde está matriculado en tercer curso tras superar uno de Administración y Dirección de Empresas y dos de Derecho. Se hacía pasar por hijo de un alto cargo, hablaba en público como si hubiera nacido subido a una tribuna y, eso sí, siempre se tenía que ir para resolver un asunto clave relacionado con el PP, el Gobierno, la Casa Real o todo al tiempo. Incluso, les decía que el Ejecutivo de Rajoy le había obligado a aceptar escoltas.

Tras su detención el pasado martes en Madrid por el Grupo IX de la Unidad de Asuntos Internos de la Policía, el «pequeño Nicolás» afronta una nueva vida, mucho más complicada pues ha sido señalado como el perfecto impostor. Tras el relumbrón de estos primeros días, este chico del barrio de Prosperidad con aires de grandeza se topará con la realidad. Y al final su historia solo servirá para comprobar una vez más que en España, como dice la juez, con algo de palabrería y dos o tres cebos rudimentarios un chaval espabiladillo de apenas 20 años es capaz de acceder a los más altos círculos de poder. Para reflexionar.

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