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El mayor captador de yihadistas de Europa intenta seguir activo en prisión

Interior aplica a Mustafá Maya el Plan de Intervención con Internos Islamistas

El mayor captador de yihadistas de Europa intenta seguir activo en prisión ABC

Javier Pagola / Pablo Muñoz

Hasta su detención, el pasado 14 de marzo en Melilla, Mustafá Maya Amaya era el mayor reclutador de yihadistas de Europa a través de internet y había convertido su domicilio en una base logística con conexiones en Bélgica, Reino Unido, Francia y otros países de la UE. Recluido en un centro penitenciario de Madrid, mantiene el mismo discurso extremadamente integrista con el que arrastró a muchos jóvenes combatientes a las filas de Al-Qaida y el Estado Islámico.

Siete meses después de ingresar en prisión Maya Amaya sigue enrocado en el perfil de interno más radical. Realiza en su celda los rezos islámicos y demás rituales religiosos, pero en su expresión y versión más extrema. En definitiva, mantiene la interpretación del mensaje islámico más integrista y radical. Por ello, se le ha incluido en el «Programa de Intervención con Internos Islamistas en Centros Penitenciarios», que Interior actualizó a principios del pasado verano. Una iniciativa más que justificada, después de constatarse que el medio penitenciario resulta un entorno propicio para reclutar futuros yihadistas tras un proceso de radicalización. Y Maya Amaya era un experto en estas actividades.

Fabricante de muyahidines

En España hay más de 6.700 reclusos procedentes de países magrebíes y, por tanto, susceptibles de ser captados por líderes con gran capacidad de manipular, como es el caso de este interno. En la prisión en la que permanece como preso preventivo hay otros de países musulmanes y ha sido preciso aislarlos de las dotes persuasivas de este fabricante de muyahidines. Eso sí, se ha tenido en cuenta que es una persona con discapacidad, lo que le obliga a utilizar una silla de ruedas. Los expertos, además, advierten de que los líderes que están en prisión son más peligrosos que los que acuden de visita, porque es más fácil que los internos les acepten como referencia.

El programa impulsado por Interior enumera las características propias de los líderes que pretenden reclutar en los centros penitenciarios. Por ejemplo, logran el «reconocimiento, aceptación, empatía, ascendencia y prestigio entre los internos musulmanes»; también están «mejor dotados desde el punto de vista intelectual», «con capacidad de liderazgo, seguros de sí mismos y con dotes para conseguir adhesiones». Los líderes radicales son respetados «por sus conocimientos en religión, no solo de la musulmana, su historia y sus diferentes escuelas interpretativas. Son conocedores, además, de los autores y doctrinas fundamentalistas». Asimismo «suelen interactuar con individuos aislados o grupos muy reducidos». En sus conversaciones con los funcionarios, «demonizan a Occidente, alaban a líderes terroristas o autores que fundamentan la ideología salafista, aluden al objetivo de conformar la umma (la comunidad musulmana, el califato universal) y se refieren a España, especialmente a Ceuta y Melilla, como Al Andalus, que formaría parte de los territorios del Islam»... Mustafá Maya Amaya reúne todas estas características.

Cuando se dedicaba a reclutar futuros yihadistas ya demostró con creces su capacidad de provocar empatía entre los candidatos. A través de internet los desviaba hacia posiciones más duras, no importaba que se tratara de individuos residentes en Bélgica, Reino Unido, Holanda o Francia.

A través de Turquía

Maya Amaya sería más peligroso en prisión con acceso a internet que con un fusil de asalto Kalashnikov. Antes de ser detenido administraba espacios en la Red con los que captaba posibles futuros combatientes. Detectaba cuáles de ellos demostraban interés por la yihad y, tras ganarse su confianza, los desviaba hacia foros más radicales y, también, más restringidos. A partir de ese momento, les adoctrinaba en la justificación de la violencia, les proponía combatir en Siria o Irak. Si daban el visto bueno, les informaba de los útiles que tenían que llevar, las rutas a seguir y las medidas de seguridad imprescindibles para no ser detectados, según fuentes antiterroristas consultadas por ABC.

También les ponía en contacto con los facilitadores de su red, que les ayudaban en el viaje, y con los falsificadores que les proporcionaban la documentación necesaria. Preparaba citas con los colaboradores encargados de allanar el camino para cruzar la frontera turca, que son los que luego les distribuían por distintos puntos en función de aquellos pasos que estuvieran más o menos vigilados.

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