Patxi López: el primer lendakari «de todos»

Pero López, mucho más querido fuera que dentro de su tierra, apenas pudo quitarse la etiqueta de un «usurpador» del poder político a ojos nacionalistas, más envalentonados que nunca con el regreso de Batasuna a las urnas.

Gran aficionado a la música y a las nuevas tecnologías —Obama es referente habitual en él—, el hasta ahora líder del PSE se había ganado a pulso un hueco en el panorama político nacional, sobre todo a costa de su oposición permanente al Gobierno de Mariano Rajoy.

Aliviado tras la salida de Rodríguez Zapatero —con quien nunca se llevó especialmente bien, según admiten sus colaboradores—, quiso envolverse en la bandera de la socialdemocracia, pero su estrategia de «azote» al Ejecutivo central del PP falló, a tenor de los resultados electorales que cosechó en los comicios autonómicos del 21 de octubre de 2012.

Más de cinco años después, su legado deja luces —ETA ya no mata— y sombras —demasiada condescendencia con el entorno radical, le reprochan sus exsocios del PP—. Para muchos, la sensación final de los tres años y medio en que gobernó es la de una gran oportunidad perdida en la que el constitucionalismo no ha sabido asentar la regeneración política y social del País Vasco, que ahora torna soberanista. Faltaba por ver si la próxima jugada de López, amigo fiel de Rubalcaba, pasaba por envidar a Urkullu o echar las cartas en Madrid.

Muchos en el PSOE creían que López tenía por delante un papel que jugar en la política nacional, incluso como eventual sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del partido. Este le nombró secretario de Relaciones Políticas en el pasado 38 Congreso Federal con el objetivo de visibilizar su pase a la política nacional cuando dejara la Lendakaritza. Su anuncio de hoy declina esa opción.