Hartos del «y tú más»
La desconfianza hacia los políticos y la preocupación por la corrupción crecen en una crisis política «única», según una experta
jaime g. mora
En España, el ministro de Educación es el último de la clase: suspende en valoración con un 1,95. Su jefe no llega al 3 y quien aspira a sucederle se queda en un 3,40. Ninguno de los principales líderes políticos aprueba: Rajoy y ... Rubalcaba no inspiran ninguna confianza a la mitad de los ciudadanos. En España, la clase política es la tercera preocupación , cada vez más cerca de los problemas económicos. Manda el color negro. La mayoría considera que la situación financiera es peor que la de hace un año y peor será dentro de un año. En España, el partido con el que más se identifican los votantes es «ninguno» .
Nunca nos hemos visto en una como esta, opina Belén Barreiro, exdirectora del CIS y actualmente al frente de la empresa de estudios demoscópicos My Word : «España no ha vivido ninguna crisis política parecida, pues afecta a un número amplio de instituciones. Si no se reconoce que esta crisis es única, difícilmente podrá tener solución».
Entre las instituciones más destacadas, solo aprueban las Fuerzas Armadas, y lo hacen con un 5 raspado. Las demás necesitan mejorar. Suspenden el Gobierno, el Defensor del Pueblo y el Tribunal Constitucional. También los partidos políticos, la Monarquía, la Iglesia Católica y el Consejo General del Poder Judicial. Y más: los Parlamentos, los medios de comunicación...
Mariano Torcal, catedrático en Ciencia Política en la Universitat Pompeu Fabra, afirma que «España es el país que, históricamente, menos interés ha tenido por la política en Europa». Cuatro de cada diez españoles nunca o raramente habla de política con sus amigos. Un porcentaje similar, el 46,4% considera que es mejor no meterse en política: solo el 2,8% pertenece y participa activamente en un partido. Eso sí, ocho de cada diez dicen estar interesados por la actualidad.
«El interés por la política entre los ciudadanos está creciendo», señala Barreiro. «Nunca ha existido una cultura cívica», replica Torcal.
Los políticos saben que están muy lejos de quienes dicen representar. Y es que vieron cómo los ciudadanos pasaron de ocupar las plazas a rodear el Congreso. Rajoy, maniatado por Bárcenas, pide voluntad para llegar a un pacto contra la corrupción. El popular González Pons propone desterrar el «y tú más» mientras le dice «y tú más» a Rubalcaba. El líder del PSOE exige dimisiones al tiempo que Griñán pretende enseñar a titular a ABC y el alcalde de Sabadell, imputado, vuelve a sus funciones por la puerta de atrás .
El indicador de confianza política del CIS nunca estuvo en un punto tan bajo. Los ciudadanos recelan de los cargos públicos, explica Barreiro. Y eso se debe al «empobrecimiento de la población, al aumento de las desigualdades sociales y a la corrupción, dañina en tiempos de bonanza y letal en tiempos de crisis».
¿Por qué la corrupción, aun en tiempos felices, solo es «dañina» y no «letal»?
Porque la mayoría de los ciudadanos se acerca al servicio público con fines instrumentales propios, explica Torcal: «Es una combinación de varios factores: leyes tramposas, una clase política que no persigue el interés comunitario y una ciudadanía que no ha ejercido el control del poder».
Añade el politólogo que no ha habido un mensaje claro contra la corrupción, hoy citada en cuarto lugar entre las principales inquietudes de los españoles. «Si tanto preocupa –reprocha Alejandro Nieto, catedrático de Derecho Administrativo–, ¿por qué no actúan con más energía? El ciudadano es corresponsable porque la ve y la tolera ».
Belén Barreiro no está de acuerdo. Esta crisis política no es culpa de los ciudadanos, que muestran su «rechazo» a lo que está ocurriendo.
El camino para superar este desencanto pasa por la transparencia. En eso sí coinciden Barreiro y Torcal. La exdirectora del CIS reclama «compromiso con comportamientos decentes por parte de todas las élites del país». El doctor en Ciencia Política aboga por explicar mejor los procesos de decisión: «Lugares de deliberación pública, más debates electorales, espacios televisivos de calidad...»
El Gobierno intenta mover ficha y trabaja en una Ley de Transparencia que para muchos es insuficiente . Con la redacción actual, no se aplicaría sobre los partidos políticos, sindicatos o fundaciones. La idea del Ejecutivo es mandar al Congreso un texto consensuado con el PSOE antes del verano.
De forma paralela, la vicepresidenta ha encargado al Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC) una estrategia que mitigue la desconfianza entre ciudadanos e instituciones. Un sentimiento que, para Ángel J. Sánchez Navarro, subdirector del CEPC, es «bastante común en las democracias asentadas».
A juicio de este profesor de Derecho Constitucional en la UCM, la futura Ley de Transparencia será «un instrumento no solo válido, sino incluso fundamental, al obligar a avanzar más deprisa al conjunto de los actores públicos en un camino inexcusable». Cree que la historia española explica la ausencia de una cultura de la transparencia. La explica, que no la justifica.
Hartos del «y tú más»
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