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El día que el padre de Garzón supo por qué Iglesias no le gustaba

De Génova a Alcalá, pasando por Princesa y Ferraz, la fiesta de los líderes fue por barrios

Irene Montero y Errejón, abatidos ÁNGEL DE ANTONIO
Mayte Alcaraz

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Mariano Rajoy vivió el domingo una intensa noche electoral . Llegó a Génova 13 en torno a las ocho de la tarde: le acompañaban sus tíos Mercedes y Enrique, hermanos de su padre. El abuelo, Mariano también, se quedó en casa. Sus 94 años no aconsejan su salida y menos ahora que con la Eurocopa no levanta los ojos de la tele. Al abuelo, al hijo y al nieto les gusta ver fútbol juntos. Pero el domingo, otra tarea aguardaba a los dos últimos: Mariano Rajoy Brey y Mariano Rajoy Fernández. Padre e hijo se enganchan al ordenador del despacho del presidente en funciones durante las primeras horas del escrutinio de las elecciones para ver, carga que te carga, la aplicación del Ministerio del Interior. A la reunión familiar tan solo se suma, de vez en vez, María Dolores de Cospedal. Los mayores pasan la noche con una copa de vino tinto y un catering muy ligero.

Tan efímero cree Rajoy su paso por la Presidencia que de los últimos cuatro presidentes de la democracia es el único que no se ha empadronado en el barrio de Moncloa y continúa registrada su residencia en Aravaca. A diferencia de Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, él no vota en la escuela de Nuestra Señora del Bueno Consejo, en Reina Victoria, sino en el colegio de su barrio.

A dos kilómetros con cien metros, en la calle Princesa de Madrid, también hay canapés. Las viandas en la sede de Podemos, conocida como La Morada, son más contundentes que en Génova. Quizá es que hay más que celebrar. Que no pare la fiesta. Las primeras encuestas dan al tándem Pablo-Alberto, los viejos amigos de las Juventudes Comunistas que veraneaban juntos con sus respectivas novias, más de 90 escaños. Un puñetazo en el rostro de Pedro. Y es que en la nueva política todos se llaman de tú. También es guay llamar por su nombre a los periodistas. Unos días antes Pablo Iglesias cuenta a un grupo de ellos en privado que «la peli que nos ha hecho León de Aranoa es demasiado intrusiva en nuestra vida interna. Si me la pide ahora no le doy ese privilegio pero es que el director me contó que Kennedy siempre se arrepintió, cuando llegó a la presidencia norteamericana, de no dejar que le grabaran un documental sobre sus inicios en política». Porque el líder de Podemos es así cuando busca paralelismos: Kennedy, Olof Palmer... Pero hay que volver a la sede de Unidos Podemos. A Alberto Garzón le sudan las manos; como cuando era más joven y se iba de vacaciones con la pareja que formaban Pablo Iglesias y Tania Sánchez. Ella era de verdad su amiga. Pero ahora no se lleva mal con Irene Montero, la nueva compañera del líder de Podemos.

Le sudan las manos a Alberto porque, aquí también, un ordenador de nueva generación empieza a escupir datos que parecen puñales. « Si te juntas con Podemos, no te voto », le dijo su padre en el chiringuito del Rincón de la Victoria que la familia frecuenta. El viejo Garzón es «cayolarista» y desde el primer momento supo que «Iglesias no me gustaba». En la noche de marras habla con su hijo pero elude recordarle su vaticinio. Irene Montero, vestida de negro, anticipa la tragedia. El más crítico es Íñigo Errejón, el enemigo de Garzón que fue obligado a tragar durante la campaña. A él le mandan al matadero. A explicarle a la Prensa que el sueño del asalto a los cielos se quedó en siesta. Y corta.

Los comunistas de toda la vida, los que se levantan a las seis de la mañana para coger el Metro e irse a la obra, han decidido atizar donde más le duele a Garzón . Zasca: un millón de votos perdidos . Y Alberto, como le gusta que le llamen los periodistas, sabe que esto no ha acabado aquí: sus antiguos compañeros de IU le esperan y no pararán hasta que pague lo hecho. Madrid, la federación a la que descabezó, le va a pedir la dimisión.

Los sms de Rajoy

En la otra orilla, en la de la casta, a Rajoy empieza a sonarle el teléfono: Pedro Sánchez, aliviado por la tragedia que acaba de esquivar, le llama para felicitarle por la victoria. «Ya te llamaré para que hablemos», le dice el que el líder socialista consideró su enemigo y no era más que su adversario. Los sms también se disparan en el famoso móvil de Rajoy: Rivera e Iglesias le dan la enhorabuena. Los contesta por la misma vía que usa a las cuatro menos cuarto de la mañana para hablar con Núñez-Feijóo, según revela el presidente gallego. Uno de esos acuse de recibo va camino de la calle de Alcalá, donde Rivera lame sus heridas junto a Inés Arrimadas, muy agitada en La Sexta donde ha ido a dar la cara. Ocho escaños perdidos. El voto útil al PP se llevó por delante hasta sus plazas fuertes: en Cataluña el partido naranja quedó desplazado a sexta fuerza. Por más vueltas que Villegas, Aguado y Villacís dan al marcador, la goleada es clara. Tanto como la derrota de España ante Italia. Albert, que ha pasado la jornada con su hija, ha vuelto a Madrid para seguir los datos. Procede de Barcelona, de donde alguien le dice que nunca debió salir. Vestido con una camisa celeste y una americana, comparece acompañado de su fiel Inés, la más abatida por el revolcón.

En la calle Princesa, Iglesias pide a toda su ejecutiva que le acompañe en la comparecencia. Se enfunda la corbata que le regaló Ana Rosa Quintana como quien se anuda la socialdemocracia de Willy Brandt al cuello. Irene Montero está a punto de emocionarse . La paliza que lleva encima después de la campaña termina de la peor manera posible. Pero es Íñigo, el fiel Íñigo, el que se siente más frustrado. Él, como el padre de Garzón, también advirtió de un matrimonio que ha terminado no siendo ni de conveniencia. Pero queda Pedro Sánchez, también vestido de americana oscura, para dar explicaciones en Ferraz. Su esposa, Begoña, que ha cambiado su ligera blusa blanca y el pirata amarillo de la votación por un sobrio pantalón negro y una camisa carmesí, se sitúa a la izquierda, fuera del tiro de cámara. Las sonrisas forzadas de Margarita Robles, César Luena y la comandante Cantera contrastan con el rictus de Micaela Navarro, abatida por el batacazo andaluz.

En Génova solo le queda a Rajoy , además de la formación de Gobierno en agosto, el beso a Viri y una imagen femenina y de futuro en el balcón: Cospedal, Santamaría y Cifuentes, aunque las dos primeras no se quieran.

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