Elecciones - Catalanas

La contracrónica: Ítaca está en Cádiz

«Artur Mas nunca sudó la camiseta, tampoco para convertirse en candidato a la presidencia de la Generalitat»

Artur Mas durante su intervención en un acto de campaña celebrado en Tortosa
Artur Mas durante su intervención en un acto de campaña celebrado en Tortosa - efe

Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Por ejemplo, a Artur Mas jugando al fútbol sin despeinarse. Hubo un tiempo en el que este «blade runner» del independentismo se hacía un par de regates en la hierba mientras sus asesores de campaña se dejaban meter goles ante las cámaras. Nunca sudó la camiseta, tampoco para convertirse en candidato a la presidencia de la Generalitat, regalazo de su padre «político», Jordi Pujol.

Hoy, aquel protolíder convertido en gobernador de (¿todos?) los catalanes, reserva su ejercicio físico para los gimnasios y su gesticulación electoral, para los pabellones. Pero ahora es él quien se mete goles en su propia puerta, tras aceptar ser candidato, que no líder, de una coalición condenada a entenderse con la CUP, que pide su cabeza. El máximo dirigente de Convergència se encomienda al 27-S en lo que puede ser el penalty más largo de la historia -18 meses-, si es que finalmente Junts pel Sí obtiene la mayoría absoluta.

Sea por contagio, sea porque nunca fue joven, a Mas le ha dado por el «agitprop» y, tras el plante de La Caixa y Banc Sabadell, le hemos visto berrear en contra el sistema, del capital y de las leyes. Lo ha hecho en campo contrario, en L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona), feudo socialista, donde los militantes asistentes al mitin se hacían fotos junto a un retrato a tamaño natural de Raül Romeva, convidado de piedra de un secesionismo inoculado por Oriol Junqueras en Bruselas durante su época de eurodiputados. Luego se les uniría el convergente Ramon Tremosa, quien prefiere hacer campaña por el 27-S -y de paso hablar de su libro- que asistir a la votación sobre la crisis de los refugiados en la Eurocámara.

María Badia llegó tarde a ese tridente soberanista, pues el PSOE cortó de raíz esos coqueteos identitarios que tanto daño han hecho al socialismo catalán. Y es que el PSC elige bien la música de sus mítines -Queen y Tina Turner (¡en pie!)-, pero no la letra, pues no tiene demasiado sentido proponer un blindaje de la inmersión lingüística, vía reforma constitucional, y posar en con una bandera española gigante como telón de fondo. De esa guisa apareció Pedro Sánchez en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), otro bastión socialista del área metropolitana, territorio clave en estas elecciones por su tradición abstencionista y antisecesionista.

A esta conurbación pertenece también Badalona, ciudad a la que Mariano Rajoy se desplazó para apoyar al candidato y exalcalde de este municipio, Xavier García Albiol, en el mitin central del PP. La cita era en la plaza de Trafalgar, donde a diferencia de su homóloga londinense, no hay leones, pero sí rugidos a favor de la unidad de España.

El extrarradio, que diría Pablo Iglesias, ese lugar tan ignoto para Artur Mas y su épica secesionista. Aquí se canta flamenco mientras, a lo lejos, se oye un rumor de gaitas procedente del centro gallego. Aquí se hacen grafitis para reivindicar el civismo en muros situados a la sombra de edificios construidos a prisa y corriendo en los años sesenta para dar cobijo a andaluces, extremeños y murcianos que encontraron su Itaca en Cataluña. Hay quien dice que la Ítaca de Ulises está en Cádiz. ¿Lo sabe Artur Mas?

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