Barack Obama revisa los cinco grandes momentos de su Presidencia. Cinco hitos que, asegura él, quedarán para la Historia. Por Jonathan Chait / Fotos: Pete Souza y Getty Images

El acercamiento con Cuba, la extensión del uso de drones como ventajosa y letal arma de guerra, el derrame de crudo en el golfo de México, la feroz oposición republicana y la agónica aprobación de su reforma sanitaria son los cinco hitos que, a juicio del presidente Barack Obama, marcarán el legado de sus ocho años al frente de la gran superpotencia.

CUBA

«Mi argumentación fue muy precisa. ‘Si llevas 50 años haciendo algo que no funciona, es mejor probar con otra cosa'»

El actual inquilino de la Casa Blanca repasa esos cinco momentos que han marcado su Presidencia en esta entrevista realizada en la que dejará de ser su residencia oficial el próximo 20 de enero, día en que tomará posesión el próximo presidente de los Estados Unidos.

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Fue muy comentado este gesto de Rául Castro intentando levantar la mano de Obama en la primera visita de un presidente de EE.UU. desde 1928

JC. Empecemos por ese día en que le estrechó la mano a Raúl Castro, en el funeral de Nelson Mandela. ¿Influyó aquel episodio en su decisión estratégica de mejorar las relaciones con Cuba?

B.O. No, pero, al parecer, sí que lo hizo en la percepción que tuvieron los cubanos de que íbamos en serio. Si recuerda, mi primera supuesta metedura de pata como candidato a la Presidencia fue decir que estaba dispuesto a hablar con los Castro o con quien fuera si lo consideraba adecuado para nuestros intereses. Todos dijeron que era un ingenuo, que no me enteraba de la realidad. Tras aquel debate, mientras las críticas arreciaban, llamé a mi equipo de comunicación y les dije. «No eludáis la cuestión ni tratéis de corregirme. Si necesitáis argumentar por qué he dicho lo que he dicho, estaré encantado de ayudaros. Pero no ha sido una metedura de pata; hablaba muy en serio».
Para mí, negarse al diálogo no es un castigo; muchas veces, de hecho, le das una excusa al otro para hacer caso omiso de tus argumentos y puede incluso perjudicarte a la hora de establecer coaliciones internacionales para presionar a países que están haciendo cosas indeseables. En mi primer mandato modifiqué algunas de nuestras políticas sobre envíos de dinero y viajes por parte de los cubano-estadounidenses y, con eso, me gané cierto respeto entre esa comunidad, sobre todo entre los jóvenes.

En el funeral por Mandela, me pidieron que dijera unas palabras. Creo que ni siquiera sabía que Castro estaría en la tarima. Al llegar, la confusión ya era importante y me dijeron que subiera a pronunciar unas palabras. Subí al escenario, vi a aquel hombre mayor y creí reconocer a Raúl Castro entre todos aquellos líderes mundiales. Así que aquel apretón de manos con Castro fue bastante espontáneo. Tal como lo veo, negarme a estrechar la mano en un funeral no hubiera sido muy elegante.

«Mi primera supuesta metedura de pata como candidato fue decir que estaba dispuesto a hablar con los Castro. Pero hablaba muy en serio»

JC. ¿En ese momento se puso a valorar los pros y los contras?

B.O. No. Durante mi Presidencia, me he atenido a una norma general: que te hayan hecho presidente no implica que puedas ignorar la buena educación, como el que se quita el abrigo al entrar en un restaurante. De hecho, ya le había dado la mano a Hugo Chávez durante mi primera cumbre de las Américas.

JC. Algo que muchos le reprocharon.

B.O. Sí, pero me dio igual, porque el tiempo confirmó lo que ya sospechaba: que a Chávez le encantaba ser percibido como un enemigo furibundo de Estados Unidos. Y que si lo tratabas como quien era, el mandatario autoritario de un país que no funcionaba económica o políticamente, un hombre que no podía apelar a mucho más que la retórica y que no suponía una verdadera amenaza para Estados Unidos, terminaría por encogerse. En el fondo sirvió para desarmar a Chávez de una forma que facilitó mucho nuestra relación con los cubanos, con los mexicanos, los brasileños, los chilenos y con otros que tratan de cabalgar por encima de la tradicional separación latinoamericana entre izquierda y derecha. Yendo al fondo de la cuestión, cuando estreché la mano de Raúl Castro no pensé que estuviera haciendo historia, ni mucho menos. Sencillamente, estaba estrechándole la mano a un señor mayor sentado en la tarima donde pronuncié un pequeño discurso fúnebre. Pero los cubanos respondieron de una forma que, lo reconozco, me pilló un poco por sorpresa. Por entonces, ya habíamos establecido cierto contacto con La Habana y estábamos pensando en lo que podría pasar. Y lo que pasó fue que interpretaron mi apretón de manos como una señal de verdadera seriedad por nuestra parte. Creo que eso facilitó la serie de negociaciones que tuvieron lugar a continuación. El Vaticano también fue de gran ayuda.


DRONES

«En estos ataques de precisión, el número de bajas inocentes es mucho menor que el habitual en una guerra convencional»

JC. El 30 de septiembre de 2011, un ataque con un dron mató a Anwar al-Awlaki, un terrorista yemení de Al Qaeda que también era ciudadano estadounidense. Eso fue percibido como una sorprendente decisión de línea dura.

B.O. Por lo general, trato de hacer lo que digo que voy a hacer. Siempre pensé que la invasión de Irak fue una equivocación, pero no que estuviéramos cometiendo un error al tratar de desmantelar Al Qaeda por completo. En ningún momento, me declaré pacifista por principio; decía, más bien, que una de las razones por las que la invasión fue un gran error era porque nos estaba impidiendo terminar el trabajo en Afganistán. En el discurso en el que expresé mi oposición a la invasión de Irak había una frase clave. «No soy contrario a todas las guerras. Estoy en contra de las guerras estúpidas». Dije de forma explícita que, a veces, era necesario recurrir a nuestras Fuerzas Armadas para proteger al pueblo y los intereses de Estados Unidos. Ahora bien, tenemos que administrar dicho poder de forma sabia y prudente.

Pensemos en la situación en Siria. Ha sido analizada hasta la extenuación y, sin embargo, mucha gente olvida que conseguimos que el régimen dejase de utilizar armas químicas. Parecen decirme. «Sí, bueno, es verdad que eliminaste el problema del armamento químico, pero deberías haber recurrido a unos cuantos bombardeos de los guapos». No comprenden que mi decisión consistió en no dejar que Asad hiciera lo que le diera la gana. Traté de facilitar un acuerdo sin recurrir a los bombardeos.
Yendo a la cuestión más amplia, el poder que me fue otorgado para dirigir ataques con drones, y las legítimas inquietudes al respecto, sobre todo al principio, cuando estas operaciones solían ser encubiertas, me llevaron a desclasificar la documentación sobre los operativos contra Alawi y a favorecer una mayor transparencia. Por poner un ejemplo, hemos podido establecer una estimación inicial de los civiles muertos en estas operaciones. Es un legado importante para mí. Y no hablamos de un legado que vaya a favorecerme, precisamente, en el plano político. No podemos publicitar todo lo que hacemos sin ir en detrimento de nuestra eficiencia a la hora de proteger al pueblo norteamericano, pero, cuando deje el cargo, la gente tendrá más capacidad para saber qué hace su presidente. El próximo va a tener que rendir cuentas en mayor medida que antes.

Con mis reformas sobre el uso de drones, los futuros presidentes no podrán dirigir guerras perpetuas y encubiertas por medio mundo

Caption supplied by the White House: ìPresident Barack Obama is briefed on the situation in Libya during a secure conference call with National Security Advisor Tom Donilon, right, Chief of Staff Bill Daley, left, Secretary of State Hillary Clinton, Secretary of Defense Bob Gates, AFRICOM Commander General Carter Ham, and Deputy National Security Advisor Denis McDonough, in Rio de Janeiro, Brazil, Sunday, March 20, 2011. (Official White House Photo by Pete Souza)î

El uso de drones militares ha sido uno de los aspectos más controvertidos. Para apaciguar las críticas se abogó por compensar a las víctimas con indemnizaciones

JC. Los críticos más a la izquierda de su Presidencia hacen constantes referencias a los ataques con drones. ¿Se lo veía venir?

B.O. No y, mire, me alegro de que la izquierda insista en mencionar esta cuestión. Se lo he dicho a mis colaboradores y a los jefes del Estado Mayor. lo último que quiero es que nos acostumbremos a matar. No me presenté a la Presidencia para matar gente. Lo que quiero es que los jóvenes puedan estudiar, que la gente tenga asistencia sanitaria, que los hambrientos tengan qué comer, que la pobreza se reduzca… Las críticas de este tenor son justas y tienen en cuenta todos los factores en juego? A veces, sí. No, en la mayoría de los casos. Voy a darle un ejemplo. La gente, muchas veces, no se da cuenta de que en estos ataques de precisión el número de bajas civiles o inocentes es mucho menor que el habitual en una guerra convencional. Uno de los ejemplos es el operativo para capturar a Osama bin Laden. Teníamos la opción -la menos arriesgada de todas- de lanzar un misil contra su residencia. La descarté por varios motivos. El principal fue que me parecía importante que, si efectivamente se trataba de Bin Laden, pudiéramos identificarlo sin ningún género de dudas. En el edificio murieron un par de personas que pueden ser consideradas inocentes; entre ellas, una de sus mujeres. Es un daño colateral que, seguramente, habría sido mayor si hubiésemos pulverizado la casa con un misil.

Eso sí, las críticas al uso de drones han sido determinantes, en mi opinión, porque han evitado el acomodamiento institucional hacia la que parece ser una forma antiséptica de eliminar enemigos. Las reformas que hemos llevado a la práctica tienen menos que ver con las críticas de Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otros grupos, y más con que, al principio de mi Presidencia, reparé en la escalada del número de operativos con drones y en la actitud rutinaria con que el Departamento de Defensa y la CIA los contemplaban. La situación me preocupaba, pues, en vista de que el Congreso no estaba muy interesado en limitar las amplias prerrogativas presidenciales a este respecto, era posible imaginar que los futuros presidentes podrían dirigir guerras perpetuas por medio mundo, encubiertas muchas veces, sin rendir cuentas a nadie y sin debate democrático de ninguna clase.

En todo caso, tras las protestas de esos grupos, llevamos a cabo ciertas reformas, aunque sé que no son la solución perfecta, como expliqué al hacer públicas nuestras estimaciones de muertes civiles. Estados Unidos deberá esforzarse para llegar a un equilibrio entre dos posturas. convertir cada ataque terrorista en una guerra a escala total y dejarnos expuestos a nuevos ataques o, en el extremo opuesto, dirigir bombazos allí donde queramos, cuando queramos y sin rendir cuentas a nadie. He tratado de establecer el rumbo general adecuado. Pero queda mucho trabajo por hacer.


EL DERRAME DE BP

«Tuvimos que inventar una forma de arreglar aquel desastre, literalmente»

JC. ¿Diría que se trató de su primer Katrina?

B.O. Desde entonces me habré encontrado con unas 20 situaciones desastrosas comparables, ¿no le parece? El derrame en el Golfo de la plataforma de la compañía BP fue la primera vez que… Voy a tratar de explicarme. Aquello me ayudó a comprender la existencia de un ciclo mediático particular, del ciclo de vida de las noticias sobre problemas que terminarán por ser resueltos, pero que, por razones que no vienen al caso, acaparan atención mediática 24 horas al día, 7 días por semana. Existe la sensación de que el fin del mundo está cercano y nos vemos obligados a trabajar en medio de esa magnificada atmósfera agorera. Si lo miramos de forma objetiva, solventamos el mayor desastre ecológico en la historia de Estados Unidos de forma mejor -o tan buena- que cualquier Administración anterior. Pero durante esos días la diferencia entre la percepción de la opinión pública y la realidad de nuestro trabajo resultaba cruel.

Para mi sorpresa y disgusto, la magnitud del desastre no tenía precedentes. Tuvimos que inventar una forma de arreglarlo, literalmente. Me fue de gran ayuda contar con un Nobel de Física como secretario de Energía, quien diseñó un pequeño tapón que fue el prototipo del mecanismo exacto para obstruir el maldito boquete. Pero todo eso llevó tres meses. Lo que la gente veía era lo que las cámaras mostraban constantemente, el chorro torrencial de crudo. Empezamos a hacer chistes negros sobre el pelícano de rigor, nos decíamos que seguramente tenían un pelícano al que todas las mañanas duchaban con petróleo. El resultado fue una «fuga» de capital político día a día. No había forma de cambiar esa narrativa hasta que el boquete fuera taponado.

LLevó tres meses parar el derrame, y los medios no dejaban de mostrarlo

Un año después no solo habíamos cerrado el escape de crudo, sino que yo mismo negocié y conseguí que BP pagara una indemnización de 20.000 millones de dólares sin necesidad de ir a juicio. Todo el mundo fue indemnizado y hasta sobró dinero, lo que casi no tiene precedentes. Contamos con fondos para ayudar al regreso del turismo y al Golfo, un año después, llegaron más turistas que nunca.
A mi modo de ver, lo sucedido sirvió para que mis colaboradores y yo nos sintiéramos más seguros a la hora de afrontar crisis posteriores. La del ébola sería el ejemplo más claro; creo que nuestra respuesta fue la más efectiva en el plano internacional, en la Historia incluso. Salvamos centenares de millares de vidas. Evitamos que los estadounidenses se infectaran o murieran sin recurrir a las propuestas demenciales de algunos, como prohibir la entrada de extranjeros en el país.


LOS REPUBLICANOS

«Su estrategia fue oponerse a todo cuanto propusiera para ganar las elecciones al Congreso a mitad de mandato»

JC. Vayamos a aquel día de 2010 en que Mitch McConnell, actual líder de la mayoría republicana en el Senado, declaró que su objetivo número uno era convertir a Barack Obama en presidente de un solo mandato. ¿Qué impresión tuvo al oír sus palabras?

B.O. Confirmaron lo que la mayoría ya tenía claro. Cuando ocupé el cargo, sumidos como estábamos en una crisis económica que se había iniciado bajo mandato de los republicanos, pensé que se sentirían obligados a cooperar para sacarnos del pozo. Comprendí que pensaban ir por otro lado mientras redactábamos el plan de estímulo, que contemplaba recortes fiscales y subvenciones para los Estados, a fin de que no despidieran a maestros, bomberos y demás. Nos decíamos que era una propuesta inicial ambiciosa, pero necesaria, y que empezaríamos a negociarla con ellos. Me dirigía al Capitolio, a reunirme con congresistas republicanos, cuando emitieron un comunicado contrario al plan. Ahí nos dimos cuenta de lo que iba a ser una constante durante los dos primeros años, un cálculo político muy negativo para el país. si mantenían una oposición uniforme a todo cuanto propusiera, la opinión pública se quedaría con una imagen de parálisis que les facilitaría ganar escaños en las elecciones al Congreso a mitad de mandato. Siguieron esta estrategia con gran disciplina.

«En el Partido Republicano hay un línea recta desde Sarah Palin hasta Trump. Que eso cambie dependerá de estas elecciones»

JC. Se ha documentado que celebraron varias reuniones antes de su toma de posesión para decantarse por esta estrategia.

B.O. El grueso de la base republicana se había desplazado de tal modo que para los líderes era muy difícil cooperar sin pagar un precio interno. La muestra más clara tuvo lugar cuando Chicago presentó su candidatura a los Juegos Olímpicos de 2016. Una delegación muy eficiente había viajado a Copenhague para presentar la candidatura, Michelle [Obama] se encontraba con ellos, y justo antes de que fuera a tomarse la decisión me dijeron que si me presentaba personalmente en Dinamarca tendríamos grandes posibilidades de conseguir los Juegos. Valía la pena intentarlo, pero ni siquiera superamos la primera ronda. Más tarde supimos que el COI toma sus decisiones de una manera parecida a como lo hace la FIFA. de forma un tanto amañada. Al aterrizar de regreso, nos enteramos de que distintos sectores republicanos estaban encantados de que hubiéramos perdido. Durante los primeros seis, ocho, diez meses de mandato comencé a entender que las actitudes, aquel talante reflejado por Sarah Palin durante las elecciones, era cada vez más representativo del núcleo central republicano. Muchas voces dentro del partido decían. «No, no tenemos que cooperar con Obama; no, no tenemos que cooperar con los demócratas; eso supondría una muestra de debilidad».

JC. La dinámica que describe es muy parecida a la de las primarias republicanas de 2016. ¿Hay una continuidad con lo sucedido en 2009?

B.O. Por supuesto. Hay una línea recta desde el anuncio de Palin como candidata a la Vicepresidencia hasta Donald Trump, con la ascensión del Freedom Caucus, el Tea Party y el desplazamiento del centro de gravedad en el Partido Republicano. Que eso cambie dependerá, en parte, de estas elecciones, pero también del grado de introspección que se dé en el Partido. La fiebre debería remitir, aunque parece ir a peor.

President Barack Obama hugs Stephanie Davies, who helped keep her friend Allie Young, left, alive after she was shot during the Colorado cinema massacre last week. The president visited patients and family members affected by the shootings at the University of Colorado Hospital. Colorado, USA - 22.07.12 **Only available for publication in the UK. Not available for the rest of the world ** Mandatory Credit: News Pictures/WENN.com

Pese a la oposición republicana, extendió la cobertura sanitaria a decenas de millones de personas

JC. Muchos republicanos se quejan de su forma de negociar, de que les viene con lecciones magistrales. ¿A qué nivel tiene lugar el debate?

B.O. No sé bien cómo describirme, pero la idea de que cuando me siento a negociar con los republicanos me convierto de pronto en una especie de Saul Alinsky o de Lenin no termina de convencerme. Lo normal en este tipo de situaciones es que empiece por decir. «Tenemos un grave problema. cada mes nos encontramos con 800.000 parados más. Todos los economistas con los que he hablado -republicanos incluidos- consideran que debemos poner en marcha un gran plan de estímulo. Quiero trabajar con ustedes para determinar cómo va a ser este plan». Y lo normal es que me respondan. «Sí, claro, señor presidente, pero no veo claro que lo mejor sea poner en marcha una política de gasto desmesurado en un momento en que las familias están apretándose el cinturón. Lo que yo pienso es que el Gobierno tiene que hacer exactamente lo mismo que hacen las familias». De pronto estás dándote cabezazos contra una especie de muro ideológico. Es más que probable que, después de cuatro o cinco reuniones de este tenor, al final termine por decir. «Miren, amigos, en nuestro país hemos puesto en marcha este tipo de planes desde la época de la Gran Depresión»…, y que en ese momento argumente mi postura recurriendo a ejemplos concretos. Lo que sí puedo afirmar con claridad es que nunca he dejado de decirles. «A ver, indíquenme cómo lo harían ustedes. Denme una idea de su forma de resolver este problema». Diría que me he encontrado con un obstruccionismo casi constante. Y no soy el único en decirlo. Puede consultar las actas de sesiones, por ejemplo, en lo referente a su alternativa al ‘Obamacare’.


OBAMACARE

«Me vi obligado a aprender que has de tener un plan B. Y que debes ser muy discreto con tu plan B, para no comprometer el plan A».

JC. Ese fue, precisamente, otro momento determinante en su mandato. la aprobación de la Ley de Atención Sanitaria Asequible. Casi todos los periodistas daban por sentado que nunca sería aprobada, pero utilizó usted un mecanismo legislativo inesperado para evitar el filibusterismo republicano contra la ley. ¿Cuándo empezó a pensar en recurrir a esta solución?

B.O. Un par de semanas antes de la votación, cuando vimos que las elecciones en Massachusetts [para sustituir al fallecido senador demócrata Ted Kennedy] iban a ser difíciles. Aprendí muy pronto que has de tener un plan B. Y que debes ser muy discreto en lo referente a él, para no comprometer tu plan A. La gente, a veces, quiere una salida y que recurras a un plan B.

He querido favorecer la transparencia. Cuando deje el cargo, la gente tendrá más capacidad para pedir cuentas al presidente

JC. Hasta qué punto defendió usted el proyecto por motivos éticos, diciendo. «¿Deben aprobarlo, es un proyecto justo y necesario, aunque ponga en peligro sus escaños»?

B.O. En el 80 por ciento de los casos apelé a consideraciones éticas, porque los números nos eran adversos. El republicano Scott Brown ganó al final la elección en Massachusetts, las encuestas de opinión nos dejaban por los suelos, la gente estaba enfadada… A mi modo de ver, los verdaderos héroes del proyecto fueron los legisladores, en su mayoría jóvenes y procedentes de distritos electorales sin mayorías claras, elegidos en 2006 o 2008. Lo tenían crudo en sus Estados respectivos, pero se comportaron como jabatos. Se lo planteaban desde un punto de vista puramente ético. «¿Para qué estoy aquí si no es para sacar adelante este tipo de iniciativas?».

Esta entrevista ha sido editada por razones de espacio.

2016 New York Media LLC. Publicado en New York Magazine. Distribuido por Tribune Content Agency, LLC.

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