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Susana Peñarrubia: «Si se aplican criterios muy exigentes, no inviertes»

Responsable de Integración ESG en Deutsche AM, subraya que hay que ser realista en la aplicación de los criterios socialmente responsables a la hora de invertir

Susana Peñarrubia, responsable de Integración ESG en Deutsche AM ABC

CRISTINA VALLEJO

Susana Peñarrubia lleva 17 años analizando eléctricas en Deutsche Asset Management . En los últimos siete ha diseñado la estrategia de inversión del banco enfocada en los aspectos ambientales, sociales y de gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) de las empresas. Desde hace tres meses, tiene la responsabilidad de integrar la gestión socialmente responsable en todos los productos de inversión activa de la firma.

—Su firma busca que la ESG sea transversal a la hora de invertir.

—No se trata sólo de tener productos especializados, sino que hemos dado pasos para integrar los temas sociales, medioambientales y de gobierno corporativo en el proceso de inversión de todos nuestros fondos.

—¿Cómo se efectúa esa integración?

—Fuimos de los primeros firmantes de los principios de inversión responsable en 2008. En 2007 contratamos los servicios de una empresa que sumistra información sobre ESG, pero nos dimos cuenta de que con una firma no era suficiente, porque éste es un tema en gran medida subjetivo y nosotros queríamos un análisis lo más objetivo posible e incorporamos otras seis casas de análisis. A partir de ahí, hemos desarrollado un software al que incorporamos los datos que nos proporcionan y con el que podemos filtrar el universo de inversión. Así, damos servicio a clientes que nos dan el mandato de no invertir en según qué actividades. Ceñimos la inversión a lo que quiere el cliente.

—¿No tienen una filosofía propia?

—No tomamos una posición activa sobre si algo es mejor o es peor. Lo importante es que los productos reflejen lo que el cliente quiere. Las congregaciones religiosas o las fundaciones, que son los clientes tradicionales de la inversión responsable, tienen diferentes mandatos: una fundación sensible con el medio ambiente evitará empresas que lo dañen, mientras que una organización religiosa no querrá invertir en células madre.

—¿No hay unos mínimos?

—Para el inversor ‘retail’ hemos establecido unos mínimos en los fondos de ESG, como evitar ciertas actividades, como la fabricación de bombas de racimo. También valoramos el ‘rating’ ESG y el de carbono, y además las controversias por operar en sectores o actividades conflictivos, su relación con el medio ambiente, los empleados y los derechos humanos.

—¿Tienen en cuenta cuestiones tributarias, si operan en paraísos fiscales?

—Sí, las cuestiones fiscales forman parte de las de gobierno corporativo y ética de negocios y uno de los indicadores es la exposición a paraísos fiscales. Lo que hay que analizar es la

«Si una empresa quiere engañar, va a engañar: el inversor puede tener acceso al equipo gestor, pero no está en la empresa»

transparencia, hasta qué punto las empresas informan de su actividad por países. Una de las tendencias globales de ESG está en la reforma fiscal global en marcha, lo que va a afectar a muchas empresas. Si se aplican métodos muy exigentes de ESG, no inviertes en ninguna empresa. Pero hay que ser realista: las eléctricas tienen exposición a carbón, pero invierten sus ‘cash flows’ en renovables. Como inversor, puedes apoyar esa transición: si la empresa se está preparando para ella, no le va a pillar por sorpresa un cambio brusco.

—Empresas involucradas en tramas corruptas siguen formando parte de índices responsables. ¿Qué opina?

—Lo ideal sería que todo fuera perfecto y se ciñera a un blanco o a un negro. Nos haría la vida más fácil como inversores. La información de ESG tiene sus deficiencias: presionamos a las empresas para que su información sea cada vez mejor. Si una empresa quiere engañar, va a engañar: el inversor puede tener acceso al equipo gestor, pero no está en la empresa. Por eso, es más importante el análisis de las debilidades, de las controversias que el ‘rating’, que la nota global de ESG. Muchas empresas que han tenido problemas en el pasado tenían un ‘rating’ muy bueno, pero también habían tenido muchos accidentes previos que habría que haber vigilado.

—Habla de presión a las empresas para que sean más transparentes. ¿También se les puede presionar para que cambien de políticas?

—Por supuesto. En la comunidad anglófona, el «engagement», ser un inversor activo es clave en este proceso: no compras, te lo quedas y te callas, sino que quieres tener influencia en la empresa. Nosotros tenemos en Europa más de 2.000 reuniones al año con consejeros delegados y directores financieros en las que, si vemos algo que nos parece que no va a tener buen fin, lo comentamos activamente.

—¿La responsabilidad social corporativa tiene efectos en la rentabilidad?

—Muchos de estos temas, si los analizas por su impacto, a medio y largo plazo, son positivos: suman a la eficiencia o a la rentabilidad y reducen el riesgo. Los estudios académicos demuestran que las empresas que se comportan de una forma responsable tienen un coste de capital más bajo.

—¿En qué cuestiones hay una sensibilidad más compartida?

—En gobierno corporativo, la remuneración y la formación del consejo, si sus miembros son independientes, o no. En medio ambiente, la integración del cambio climático en los procesos de inversión. En el tema social, aunque nunca ha habido tolerancia hacia el trabajo infantil y hacia las violaciones de derechos humanos, la gente cada vez lo denuncia más: cada vez hay una conciencia más activa.

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