La salida a Bolsa que precipitó el rescate del sector financiero

No hay banquero que no admita que las grandes entidades y empresas del país que invirtieron en la salida a Bolsa de Bankia en 2011 lo hicieron como un servicio al país : evitar el derrumbe del sistema financiero nacional y con ello el de la economía nacional. El Gobierno de Rodríguez Zapatero lo vendió como una cuestión de Estado, una operación de la que dependía del futuro de España. «Estar hoy aquí es, en sí mismo, todo un éxito», decía un exultante Rodrigo Rato el 20 de julio de 2011 en el parqué de la Bolsa de Madrid tras tocar la campana que daba inicio al debut bursátil.

Sucedió lo contrario . Lo que debía ser una cuestión de Estado exitosa derivó en problema nacional. Menos de un año después, la situación de Bankia se hace insostenible: a principios de 2012 el FMI la cita de forma velada y sutil en sus informes como el gran lastre de España por cuanto mermaba la confianza en todo el sector y la economía, y el auditor Deloitte, tras año validando sin salvedades sus cuentas, se niega ya a firmarlas.

Eso lo precipita todo: Rato dimite y el nuevo equipo gestor, presidido por José Ignacio Goirigolzarri, reformula las cuentas : de 309 millones de beneficio se pasa a unas pérdidas de casi 3.000 y reconoce que necesita 19.000 millones para sanearse, lo que precipita su rescate y que el Gobierno de Rajoy tenga que pedir a Bruselas un rescate bancario . Aunque fue la solución óptima, como el tiempo ha demostrado, entonces disparó la prima de riesgo muy por encima de los 600 puntos básico, dejando al España en la encrucijada. Nadie creía ni en sus bancos ni en el país.

A la factura para el Estado -y por tanto de los contribuyentes - de ese rescate, que va ya por los 41.768 millones, hay que sumar el coste económico de resarcir a los pequeños ahorradores que acudieron a la ops. No es baladí tamopco el daño reputacional causado al conjunto del sector por Bankia pero también por otras cajas a raíz del levantamiento de alfombras posterior, que desveló escándalos como el de las tarjetas «black», las pensiones millonarios y operaciones crediticias irregulares.