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La economía colaborativa echa raíces sin reglas del juego

La legislación sigue sin definir qué actividades encajan en este modelo y cuáles son sus obligaciones

María José Pérez-Barco

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En poco más de 10 años, la plataforma BlaBlaCar ha conseguido más de 30 millones de miembros en 22 países y 10 millones de viajeros por trimestre. Solo en España, el pasado verano, había sumado tres millones de usuarios. Esta comunidad online, que conecta a conductores no profesionales que van a viajar y tienen asientos vacíos con pasajeros que se dirigen al mismo destino para compartir los gastos por el desplazamiento, suele ser la plataforma que siempre se pone de ejemplo como modelo de economía colaborativa, una nueva realidad que se extiende por el planeta. De hecho, la consultora PWC ha estimado que hablamos de un mercado global potencial de 570.000 millones de dólares para 2025. Ante cifras de este calibre no es de extrañar que muchos piensen ya que este nuevo modelo económico es el futuro. Incluso la revista «Time» publicó que sería una de las diez ideas que cambiarían el mundo.

En España esta nueva realidad está funcionando con éxito. «Somos el tercer país de la UE con más potencial para que crezca la economía colaborativa», asegura Lucía Hernández, conectora de OuiShare España, una red internacional de expertos en economía colaborativa. Una investigación de la consultora de estudios de mercado Nielsen reveló que más de la mitad de los españoles (53%) está dispuesto a compartir o alquilar bienes personales dentro de una comunidad siempre y cuando se pueda obtener un beneficio económico. La cifra resulta muy superior a la media europea (44%).

«España es el tercer país de la UE con más potencial para que crezcan este tipo de plataformas digitales»

Son ciudadanos que estarían dispuestos a intercambiar el domicilio, el coche y hasta la mascota, y a alquilar sus herramientas de bricolaje, dispositivos electrónicos, bicicletas y hasta el material de camping o incluso equipamiento deportivo. En la economía colaborativa cabe todo: hay gente que ofrece clases de inglés, que repara averías o pequeños desperfectos en casas, que comparte viajes, profesionales que se ofrecen para hacer reformas, personas que se atreven con micropréstamos entre particulares...

Es una de las consecuencias de la profunda y larga crisis que se ha vivido, que ha despertado la solidaridad y el instinto de supervivencia de los ciudadanos. Aunque ya existen profesionales de este modelo. «El 33% de la población estadounidense utiliza la economía colaborativa como el generador principal de sus ingresos», cuenta Hernández.

Internet y las nuevas tecnologías están en el ADN de esta nueva realidad. El uso de plataformas tecnológicas es una de sus claves. «Toda la vida hemos compartido coche, alquilado habitaciones o intercambiado ropa con la familia, el vecino y los amigos. Ahora la tecnología nos permite hacerlo a nivel internacional. A través de sistemas de confianza que ponen las plataformas, como poder realizar comentarios, que generan valor, sobre los productos o servicios. Si un usuario tiene muchas valoraciones positivas, le da reputación. La confianza es la base de la economía colaborariva», dice la experta.

Se trata de un modelo que reduce los intermediarios, también los costes de transacción y el impacto sobre el medio ambiente, todo es inmediato y además empodera al consumidor. «Es un modelo más eficiente y transparente», cuenta Hernández. Y así lo explica: «La comisión por la transacción puede ser gratuita, un 3% y no suele ser mayor a un 15 ó 20%. Esta economía generó 4 billones de dólares en 2015 en Europa, el 85% de estos ingresos lo captaron las personas que ejercían la actividad dentro de la plataforma.Es decir, se lo llevan los propios usuarios», según Hernández.

La economía colaborativa pone en contacto a usuarios para obtener lo que necesitan unos de otros, «con intercambio de dinero o no», añade la experta. Pero no hay norma que lo regule. Y eso que la Comisión Europea ha invitado a los países de la UE a hacerlo. Por eso, bajo este paraguas han surgido plataformas que han generado conflictos en su sector porque no son las mismas reglas de juego para todos, sobre todo en el transporte de viajeros y alquiler de alojamiento. «Hay determinados marcos de actuación que no está claro dónde estamos», dice Alejandro Touriño, abogado y socio director de la oficina de Ecija Madrid.

Conflicto de los taxistas

Como el conflicto de los taxistas de Madrid, esta semana en huelga, con Uber. «Los taxistas consideran Uber competencia desleal, porque el taxi compite con otras normas: pagan licencias de taxi de hasta 150.000 euros, tienen que descansar dos días a la semana...», dice el abogado. Y a falta de una ley reguladora, son los jueces quienes toman la palabra.

Hace poco el juzgado de lo Mercantil número dos de Madrid dio un espaldarazo a Blablacar por considerarlo una plataforma de economía colaborativa, pero no están las cosas tan claras con Uber. «El mismo juzgado, en las medidas cautelares, venía a decir que no parecía lícito que el primer Uber operase conforme a la legalidad. Pero todavía no ha dictado sentencia», explica el letrado. Algo parecido ocurre con el alquiler de alojamientos. «Los juzgados consideran a las plataformas legales porque permiten la interacción de los usuarios. Y son estos los que deben respetar la ley. Y declarar los ingresos, claro», asegura Touriño.

De ahí la necesidad de poner orden sobre qué es realmente economía colaborativa y qué no. Por eso, la Asociación Española de la Economía Digital (Adigital) y Sharing España (un colectivo de empresas de economía colaborativa) han realizado un informe que «clasifica los diferentes modelos, ya que las reglas de juego no son las mismas en cada uno de ellos. Sobre todo de cara a una adecuada regulación», dicen desde estas organizaciones.

Aún sin ley reguladora, la economía colaborativa avanza imparable, mientras cambia la forma de entender el consumo, la propiedad y las relaciones sociales.

Lo que hay que distinguir

Sharing España y Adigital distinguen estas economías:

-Economía colaborativa: Cuando los usuarios intercambian su tiempo, conocimientos o bienes infrautilizados a cambio o no de una contraprestación. Son relaciones entre iguales: «peer to peer» o «business to business», en todo caso «peer to business» (como el «crowdfunding»).

-Economía bajo demanda: Los usuarios prestan un servicio que se adapta a las necesidades y preferencias de otro usuario (a una hora concreta, por ejemplo). Normalmente, a cambio de una contraprestación y con ánimo de lucro. Se crea una relación comercial entre un profesional y un consumidor.

-Economía de acceso: el servicio lo ofrece una empresa.

La economía colaborativa se da online y offline. En esta última están los bancos de tiempo, los grupos de consumo, huertos urbanos, espacios coworkings y los coches compartidos.

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