Hazte premium Hazte premium

«La dualidad entre contratos temporales e indefinidos es absurda»

Jean Tirole, Premio Nobel de Economía, alaba la reforma laboral de 2012, pero aboga por ir más allá e instaurar un único modelo de contrato con incentivos para las empresas

Tirole, hace unos días en Madrid JOSÉ RAMÓN LADRA
Maribel Núñez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Desde que en 2014 ganó el premio Nobel de Economía, Jean Tirole a veces se sorprende cuando le para alguien por la calle para que le saque de alguna duda en relación con la economía. Este profesor e investigador cree que los intelectuales tienen la obligación moral de divulgar el conocimiento, sea por la vía que sea, como única manera de luchar contra los populismos. Acaba de publicar un libro, «La economía del bien común», donde intenta dar respuesta a los desafíos de la economía actual.

—En toda Europa hay un gran debate sobre las modalidades de contratos. Usted se ha declarado a favor de un único tipo de contrato. ¿Por qué?

— Lo primero por la situación que se está viviendo en Francia y aquí en España también, con tasas de paro muy elevadas, tanto entre los jóvenes, los mayores de 55 años como entre los desempleados de larga duración. Hay una especie de insatisfacción general en relación al empleo, incluso los que tienen un contrato indefinido, que le cuestan muy caros al Estado. El coste del empleo es muy alto para la sociedad en general y la realidad es que el resultado del mercado del empleo es malo, porque las personas tienden a estar mucho tiempo en un empleo si el contrato es indefinido. Es la economía la que no es muy eficaz, hay mucho paro y la situación va a empeorar con la revolución digital, con el hecho de que nuestros países están muy endeudados y no van a poder dar todo el tiempo ayudas a los parados. La situación es extremadamente peligrosa, con lo que tenemos que reaccionar. Alemania, los países nórdicos y en general los anglosajones tienen un 5% de paro, de modo que hay que pensar que el desempleo no es una fatalidad que tenemos algunos países. Estamos en un sistema donde hay buenos y malos contratos, por una parte un contrato indefinido demasiado rígido y protegido, pero incluso estos trabajadores están preocupados porque saben que si pierden este empleo indefinido tendrán muchas dificultades para encontrar otro de características similares. Además estos trabajadores tan protegidos tienen una especie de tribunal especial que determina si se dan las circunstancias que dice la empresa para despedirlos. La cuestión es que este tipo de empleos ya no se crean ni en Francia ni en España, sino que ahora se crean otros, que son malos también, porque son de corta duración.

«Hay que implantar un contrato único, porque el paro va aumentar»

—En España este tipo de contrato ha hecho bajar algo la tasa de paro animando la contratación.

—Efectivamente, estos contatos temporales permiten bajar el paro a corto plazo pero no a largo. Todos los gobernantes del sur de Europa han hecho siempre más o menos lo mismo: han flexibilizado las modalidades de contratación cuando sube el paro. Estos contratos crean un empleo de mala calidad porque es de corta duración y luego los trabajadores vuelven otra vez a cobrar el paro y, además, no reciben formación. Hay que acabar con esta dualidad absurda entre contratos indefinidos y temporales. Hay que crear un contrato único con incentivos para la empresas que contraten. Se da la paradoja que las empresas que mantienen a los trabajadores con contratos indefinidos son las que pagan a las empresas que despiden a los asalariados a través de sus aportaciones al seguro de desempleo mediante las contribuciones sociales. Hay que hacer justo lo contrario, algo parecido a lo que se hace con el medio ambiente, en el sentido de que el que contamina paga. El sistema tendría que ser que el que despide paga no solo la indemnización al trabajador sino también una parte de lo que va a costar esa persona desempleada al Estado. Las empresas tienen que pasar a responsabilizarse. Hay que proteger a los trabajadores y no al empleo. En cualquier caso ahora, con la economía digital y todos los cambios que están sucediendo, no se puede seguir protegiendo el empleo de esta manera, que es cada vez más ineficaz además.

—Es lo que ha propuesto Macron, que él denomina «bonus malus»

—Efectivamente, se lo aconsejé.

—¿Ha trabajado con él?

—Sí, pero de manera inpendiente.

«Francia es el país del mundo que menos confía en el mercado»

—¿Es posible ser independiente?

—No es fácil. Durante la campaña electoral francesa he roto mi propia norma de independencia al haber participado de alguna manera en el debate político que ha habido en el país, sobre todo para frenar el populismo, que ha subido mucho. En estos años lo que he hecho es que si un político, tanto de derechas como de izquierdas, ha pedido mi consejo se lo he dado porque, en cierto modo, es mi deber como ciudadano y como economista. Intento mantener esta neutralidad aunque, claro, la he roto en la campaña para luchar contra Marine Le Pen al asegurar, en calidad de economista, que su programa económico habría llevado al país a la ruina. Es por eso que he escrito alguna tribuna en la prensa y he participado en la carta de los 25 premios Nobel que hemos publicado en contra del programa de Le Pen.

—Bueno, pero en todo caso Macron ha cogido algunas de sus ideas...

—Efectivamente, ha recogido la idea del bonus-malus, dentro de una reforma del mercado de trabajo en la línea de lo que hizo España en 2012: aumentar la negociación colectiva dentro de las empresas y no sólo a nivel de ramas de actividad, ya que esta es una manera de cartelizar la industria.

—¿Por qué no ha sido posible hacer ningún tipo de reforma laboral en Francia durante estos años pese a la fuerte presión del FMI, la OCDE, la CE, etc..?

—Es una especie de resistencia. Francia es el país del mundo que menos confía en el mercado.

—Pero usted sí, ¿no?

—Todos los países, excepto Corea del Norte, confían en el mercado y sólo hay diferentes opiniones sobre cuál es la mejor manera regularlo. Los Estados lo que tienen que hacer es regular pero no lo pueden hacer todo. Lo que ocurre en mi país es que los franceses esperan aún mucho del Estado, al mismo tiempo que no paran de criticarlo. Los franceses esperan milagros de los políticos y como estos no se producen critican a los políticos. Mi país es un poco naive, una especie de resistencia contra el mercado.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación