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Pierre Moscovici, el exministro francés que incurrió en el desequilibrio de las cuentas nacionales

Hijo del psicólogo Serge Moscovici, ha militado en todas las familias más moderadas y cosmopolitas de su partido

Pierre Moscovici, el exministro francés que incurrió en el desequilibrio de las cuentas nacionales afp

juan pedro quiñonero

Nacido en el seno de una familia de judíos de izquierdas, con un padre famoso, el psicólogo Pierre Moscovici (París, 1957) ha sido un socialista razonablemente mujeriego que ha militado en todas las familias más moderadas y cosmopolitas de su partido, apoyando a sucesivos líderes fallidos ; para terminar contrayendo matrimonio con una de las mujeres más bellas del paisaje empresarial francés.

Cuando muchos de sus compañeros de viaje y militancia apoyaban, en su juventud, todas las aventuras del izquierdismo radical, Moscovici fue un socialista sensato, razonable y moderado, sucesivamente “discípulo” de Lionel Jospin (derrotado por Jean-Marie Le Pen en las presidenciales de 2002), Dominique Strauss-Kahn (célebre por sus escándalos sexuales) y François Hollande.

Como director de la campaña presidencial de Hollande, el 2012, Mosco (como lo llaman cariñosamente sus amistades) se ganó el puesto de ministro de Economía y Finanzas, que tuvo que abandonar dos años cortos, después, víctima de su mala implantación política y su conocimiento rudimentario de los funcionamientos administrativos de un ministerio que nunca terminó de controlar con eficacia.

Su experiencia como eurodiputado y secretario de Estado para Asuntos Económicos no fueron suficientes. Frívolo, según muchos de sus amigos, mujeriego reputado, Moscovici nunca destacó por su conocimiento de los arcanos burocráticos de su ministerio, ni por su determinación política, ni por un amor al trabajo aparentemente moderado.

Como ministro de Economía, Moscovici fue un ministro forzosamente fiel. Y, por lo tanto, condenado a pagar la factura de las inconsecuencias políticas de su presidente. Candidato, Hollande prometió que Francia nunca aprobaría el Pacto fiscal. Presidente Hollande, Moscovici se vio forzado a aprobar y hacer aprobar, en la Asamblea Nacional, el Pacto fiscal rechazado meses atrás.

El candidato Hollande prometió “crecimiento y flexibilidad presupuestaria”. Presidente Hollande, Moscovici se vio forzado a ser el ministro de las subidas de impuestos (entre 50.000 y 60.000 millones de “choque fiscal”), asumiendo más paro y menos crecimiento. Francia se ha confirmado, con Italia, como uno de los farolillos rojos de la zona euro, con un crecimiento muy inferior al de España.

Moscovici fue también el ministro del incumplimiento de los compromisos europeos y el desequilibrio continuado de las cuentas nacionales. El déficit francés fue del 4% el 2014 y oscilará entre el 3,8 y el 3,9% este año. Como comisario, Moscovici ha consagrado muchas horas de trabajo a intentar “colar” en Bruselas los desequilibrios presupuestarios que él mismo contribuyó a alimentar, como ministro deEconomía.

Hollande pagó la deuda política de la campaña presidencial del 2012 , ofreciéndole en bandeja el cargo de comisario, en Bruselas. Exilio tradicional para políticos nacionales que no siempre terminan de encajar completamente en su patria.

Durante años, Mosco sostuvo una tórrida relación sentimental con una chica quince años más joven, para terminar casándose el verano pasado con mucho aparato político con una señora famosa, muy guapa, símbolo del «stablishment» empresarial «reformista» y «cosmopolita», Anne-Michelle Basteri.

La relación sentimental entre «Mosco» y su esposa comenzó en el ministerio de Economía y Finanzas, cuando ambos decidieron que la gestión económica de Francia no era incompatible con los devaneos eróticos íntimos en los despachos oficiales.

El comisario Moscovici reside parte de la semana en Bruselas. Pero su vida familiar está siempre en París , donde reside su esposa y ambos comparten un piso relativamente modesto en la misma calle donde vivió y murió el filósofo franco - rumano Emil Cioran. Los fines de semana, los Moscovici desayunan, comen y cenan en los restaurante del barrio, muy próximo al Teatro del Odeón. Los amigos del comisario hacen bromas de gusto diverso sobre el nuevo “look” del antiguo joven mujeriego, que ha engordado diez kilos y se ha dejado barba, sensible a los encantos de la gastronomía y la vida de sociedad parisina.

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