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«Operación Roca II» o de cómo no poner todos los huevos en la misma cesta

Lazos de unión entre el poder político y el económico 30 años después. Divesificando apoyos. Los resultados electorales pueden ser variados. Mejor «los huevos en varias cestas»

«Operación Roca II» o de cómo no poner todos los huevos en la misma cesta abc

María jesús pérez

«No poner todos los huevos en la misma cesta» es un principio tan universal como básico aplicado, sobre todo, en el mundo de las finanzas a la hora de asesorar al inversor-ahorrador para que diversifique sus riesgos apostando por distintos valores o productos. Pero la reflexión, lógicamente, se puede llevar más allá, y a otros ámbitos. Y por qué no, al mundo político. O, mejor, al político-empresarial. Dos mundos, se reconozca o no, más que ligados. Y es que hay tanto nerviosismo en el seno de todos los partidos del país, de cara a los resultados que se puedan obtener en las diversas citas electorales, que todos los apoyos que se atraigan para la causa son pocos.

Y es que estos días, en los mentideros políticos -de forma directa, curiosamente, desde las filas del UPyD de Rosa Díez, que se sienten los damnificados-, se lanzaba al aire un globo sonda que, más que por convicción, parecía querer ser una especie de cebo para captar atenciones y, sobre todo, calibrar reacciones. Al parecer, la actual situación política española, con visos de romper definitivamente el eterno bipartidismo en el que estamos instalados desde hace décadas, podría estar sufriendo un «revival» de la otrora conocida como «Operación Roca» de los años 80, que por cierto, acabó en un estrepitoso fracaso. A saber: en 1985, la gran banca española se percató de que el entonces presidente, Felipe González, tenía muchas posibilidades de revalidar su mayoría absoluta en las elecciones del año siguiente. Posibilidad, «pensaban», inquietante a tenor de episodios como la expropiación de Rumasa. ¿El temor? que el PSOE sufriera una fuerte deriva izquierdista tras las elecciones del 86 que estrangulase al poder económico español.

Para algunos veteranos politólogos, tal preocupación era, en cierto modo, comprensible teniendo en cuenta la situación del país y las posibilidades reales de los que entonces eran los contrincantes de González: el líder de Alianza Popular, Manuel Fraga, y Adolfo Suárez que, tras dejar UCD en 1981 (partido que acabó por desaparecer acribillado por diversas querellas internas), concurría bajo las siglas del Centro Democrático y Social. Mientras, en Cataluña, CiU se mantenía firme. ¿Era necesario un partido bisagra con el objetivo si no de hacer desaparecer del mapa a los socialistas -misión harto imposible-, dejarles en minoría? Y si se lograba también acabar con la carrera política de Suárez, pues mejor que mejor. Nació entonces la «Operación Roca».

La banca y las grandes empresas creyeron necesario catapultar -rebuscando al líder en las filas del partido de Jordi Pujol- un nuevo partido capaz de convertirse en ese «comevotos» de los dos partidos mayoritarios (PSOE y AP). El elegido fue Miguel Roca i Junyent, y el nuevo grupo político, el Partido Reformista Democrático, al que se unieron Antonio Garrigues Walker y Florentino Pérez, entre otros.

Un secreto aireado años después fue la cifra que algunos banqueros y empresarios reunieron para la nueva causa: cerca de 4.000 millones de las antiguas pesetas (hoy, unos 24 millones de euros). Un montante excesivo teniendo en cuenta lo que recibieron en préstamos los otros dos partidos mayoritarios, que no superaban ni los diez millones de euros cada uno. El nerviosismo empezó a aflorar entre las huestes socialistas y populares. La música entonces sonaba, o parecía que iba a sonar, bien, pero... El resultado fue paupérrimo, y la operación, un fracaso: ni un solo diputado. El PSOE ganó nuevamente las elecciones con mayoría absoluta, y Suárez se consolidó como la tercera fuerza parlamentaria. ¡Los 24 millones de euros peor invertidos de la historia de la política española...! ¿hasta hoy?

Actualmente, Ciudadanos se ha convertido en la nueva sensación de la política española, y su líder, Albert Rivera, en «el político mejor considerado del país». Desde enero, se ha disparado en las encuestas, sabiendo aprovechar tanto el desencanto de los españoles con los dos mayores partidos tradicionales de España como el temor a Podemos. Y es que la «música» de Ciudadanos, de momento, también suena bien. Así que ¿por qué no bailar al son que marcan los «naranjitos»? ¿O, al menos, mostrarles simpatía? El mundo empresarial parece que así lo cree. Por si acaso. Por ahí ya dicen que los Santander, Repsol, Iberdrola, Abengoa, Endesa, Abertis... parecen querer conocer ciertos «compases» con sonido «ciudadano». Incluso hay quien habla de grandes empresas que se consideran castigadas por la política del Gobierno (¿energéticas, autopistas, constructoras...?), más grandes fortunas que se esperan lo peor en forma de medidas fiscales.

Mientras, el presidente Rajoy, ojo avizor como pocos ante los rumores (un inciso: el apoyo de las grandes compañías al PP siempre fue tardío porque, entre otras razones, Aznar nunca suscitó las mismas simpatías, y se esperó a que el PSOE estuviera al borde del abismo en el 93) ya ha convocado para dentro de unos días a los miembros del lobby «Puente Aéreo», y pretende ganarse el apoyo de las mayores fortunas españolas. Liderado por Enrique Lacalle, agrupa a 34 empresas de Madrid y Barcelona (algunas «con simpatías» ya hacía Rivera). Entre los citados, Abertis, Acciona, ACS, Caixabank, Endesa, Godó, Mango, Puig, Repsol, o Sabadell.

Lazos de unión entre el poder político y el económico 30 años después. Diversificando apoyos. Los resultados electorales pueden ser variados. Desde una mayoría absoluta, hasta coaliciones entre diferentes partidos. Mejor los huevos en varias cestas. No vaya a ser que se rompan. Nunca se sabe.

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