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La familia Rato, entre política y negocios

Rodrigo Rato sintetiza buena parte de las vidas de sus antepasados, con avatares brillantes y escabrosos

La familia Rato, entre política y negocios efe

Fernando gonzález urbaneja

En su caso los ocho apellidos no son vascos sino asturianos, Rodrigo Rato, Figaredo, Rodríguez-San Pedro, Sela, d´Uquesme, Herrero, Alvargonzález, Hevia… Los de las más conocidas familias asturianas, todas ellas con doble vida simultánea en Asturias y Madrid, que recorren las trayectorias y biografías de la burguesía local, industrial y financiera, con políticos y empresarios que escribieron páginas significativas de la historia asturiana y también de la política española. Entre los antepasados de Rodrigo Rato cabe destacar, por la parte paterna, a su bisabuelo Faustino Rodríguez Sampedro (1833-1925), que fue alcalde de Madrid (1890), ministro de Hacienda (1903), Educación (1907)… sin perder de vista a las sagas Figaredo y Sela, por parte de madre, promotores y empresarios activos en la minería, el hierro, el comercio y la banca (Banesto).

Pero la figura más polémica y ambivalente de la saga es sin duda su padre: Don Ramón, asturiano-madrileño, al que Dionisio Ridruejo, compañero de aventuras durante los turbulentos años treinta, calificó como «lúcido astuto y loco fanfarrón»; nacido en 1907 en Gijón y fallecido en Madrid el año 1998. Su vida sirve como guión para una serie histórica que correa por el siglo XX español. Bachillerato en Oviedo, carrera de derecho en el singular Colegio de Estudios Superiores de María Cristina en El Escorial, doctor en derecho en la universidad de Múnich donde conoció con asombro y admiración la ascensión de Hitler. Profesor de derecho penal en Madrid, abogado que se mueve entre la derecha monárquica y el falangismo, autor de libros que proponen la alianza de España con la Alemania nazi (nada extravagante en aquellos años), voluntario en las tropas franquistas de la legión que entraron en Oviedo y luego en Madrid, anduvo también en el cuartel general de Franco en Salamanca y promotor de la radio de la época, que luego va a ser uno de los negocios familiares (cadena Rato) durante más de medio siglo.

Ramón Rato mezcló negocios y política, con el franquismo primero y luego en el entorno de Don Juan de Borbón, incluso con participación en el llamado contubernio de Múnich de 1962. En su torno articuló un informal conjunto de empresas diversas, desde inmuebles a alimentación, agua y vino, con la aspiración de alcanzar la condición de banquero, como su admirado amigo Emilio Botín . Para eso se hizo con una banca local asturiana a la que llamó Siero (1953) y más tarde otra entidad familiar y local en Murcia (Murciano) y con prisas por entrar en el gran mundo financiero añadió un banco en Suiza y otro en Bélgica, adquiridos con no pocas trapisondas y simulaciones que irritaron a las autoridades españolas. La deslealtad de un empleado decepcionado puso en la pista a los tribunales de delitos monetarios de irregularidades con el manejo de divisas (evasión de capitales) que concluyeron en sentencias firmes (1967) y pena de tres años de prisión y multas de hasta 300 millones.

El indulto de 1971 que festejaba el 35 aniversario de la exaltación de Franco borraba las penas del caso Matesa y evitó la ruina de Rato, que solo perdió los bancos, traspasados a un joven Ruiz Mateos que, con la benevolencia del Banco de España, empezaba a construir su complejo y frágil grupo bancario. Ramón Rato vio frustrado su sueño de ser banquero pero disfrutó con el éxito de su segundo hijo, Rodrigo, dedicado a la política bajo tutela inicial de Fraga, para alcanzar el ministerio de Hacienda, como su bisabuelo, y una vicepresidencia. Don Ramón no vivió para ver a su hijo en la cúpula del FMI, ni para su declive.

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