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Fin del QE: ¿de qué han servido seis años de estímulos económicos?

La Reserva Federal puede sellar hoy el fin de una política que ha marcado la estrategia de Estados Unidos para salir de la crisis

Fin del QE: ¿de qué han servido seis años de estímulos económicos? afp

víctor ruiz de almirón

Fueron dos semanas terribles. Los primeros quince días del mes de septiembre desataron la que sería la mayor crisis económica y financiera desde 1929. Las quiebras de Fannie Mae y Freddie Mac, las dos mayores compañías hipotecarias del país, y la de Lehman Brothers, la cuarta entidad financiera se derrumbaban y amenazaban como un castillo de naipes a todo el sistema bancario . Ben Bernanke llevaba dos años y medio al frente de la Reserva Federal, donde había encontrado una economía robusta con crecimientos en torno al 3%. Pero desde el verano de 2007, y en especial desde ese septiembre de 2008, la tarea que se le había encomendado tomaba un cariz drásticamente diferente. El resultado fue una respuesta inusitada, el experimento financiero más atrevido jamás conocido, y que iba a suponer una intervención masiva de la FED en el mercado para sostener la economía.

Hoy, seis años después, y tras un año en paulatina retirada, el supervisor estadounidense podría certificar la defunción de su plan. Será Janet Yellen, mano derecha de Bernanke desde 2010 y su sucesora desde comienzos de este año quien se encargue de llevar a la normalidad el balance de la FED bajo la amenaza de una burbuja de deuda . ¿Demasiado pronto? ¿Demasiado tarde? ¿Está la economía preparada? ¿Podrá el enfermo caminar sin muletas?

¿En qué ha consistido el plan?

En noviembre de 2008 Bernanke puso en marcha el primero Quantitive Easing (QE). La expansión cuantitiva era un plan de compra de deuda pública y privada por valor de 600.000 millones de dólares. Tan solo cinco meses después se anunciaba que se reforzaba el programa hasta los 1,7 billones de dólares. Dos años después del inicio de estos programas, Bernanke anunció el lanzamiento del QE2, que volvía a estar dotado con 600.000 millones de dóalres.

Con la economía en claro estancamiento, y mientras Europa vivía sus meses más críticos, en septiembre de 2012 Bernanke, republicano, le echó un capote a Obama, demócrata, en su carrera por la reelección al anunciar la puesta en marcha de un nuevo estímulo para no frustrar una recuperación que en Estados Unidos comenzaba a florecer. El QE3 consistía en la compra de 40.000 millones al mes de deuda hipotecaria , un plan que tres meses después se amplió con la compra de 45.000 millones mensuales de deuda pública .

La FED vinculó el mantenimiento de este plan hasta que continuase la reducción de un desempleo que aunque comenzaba a reducirse había superado las cotas del 10%. También anunció que los tipos de interés debían permanecer en el mínimo histórico del 0%-0,25% hasta mediados de 2015 . Bernanke estaba de salida, pero marcaba la hoja de ruta. Lo mismo que hizo en diciembre de 2013, cuando anunció un cambio de tendencia. La FED recortaba 10.000 millones de su plan de compra. Anunciaba así que desaceleraba su intervención , una retirada paulatina hasta su defunción, que puede quedar rubricada hoy. Así se desprende de las declaraciones de Yellen y de sus paultainos recortes al QE3 desde el comienzo de su mandato.

¿Para qué ha servido?

Seis años después, Estados Unidos ha evitado una crisis de deuda, al menos una del tipo de la que vivió Europa, ha vuelto a crecer y ha reducido el paro por debajo del 6% . Pero, ¿podemos atribuir eso a los QE?

El efecto más evidente de estos planes ha sido que mientras la economía real no terminaba de despegar, los índices bursátiles del país batían todos sus récords históricos. El exceso de liquidez que aportaba la FED llevaba en volandas a los inversores. Con la eventual retirada surge pues la primera duda, ¿puede el mercado volver a volar solo? ¿Cómo responderá?

El analista de XTB, Javier Urones, estima que para lo que ha servido es para «aportar tranquilidad a todo el sistema financiero estadounidense», además de haber canalizado el flujo inversor hacia la renta variable: «Con tanta liquidez y los tipos tan bajos, la única manera de obtener rentabilidad era la Bolsa. Es innegable que el apoyo de la FED ha ayudado a obtener esos máximos históricos ». 

Más contundente es Juan Ramón Rallo, director del Instituto Juan de Mariana: «El QE no ha servido de nada. Lo que sirvió la política acomodaticia de finales de 2008 dando líneas de crédito para evitar el pánico. El interés de la renta fija no habría sido necesariamente más alto, porque son activos igualmente demandados».

Rallo apunta que la FED ha actuado «como un cuidador de la deuda pública e indirectamente de la Bolsa. Ha sido una red de seguridad que servía para alinear las expectativas de que la deuda iba a seguir baja».

Sobre sus efectos en el mercado laboral, Urones estima que es evidente que existe una recuperación, aunque no olvida que la caída de la población activa también ha contribuido en que se reduzca la tasa de paro. «Estados Unidos tiene un sistema más diversificado de financiación y la ausencia de tensiones para las empresas ha permitido que gocen de mayor estabilidad y puedan acometer planes de inversiones y no destruyan empleo».

«La teoría decía que al inyectar tanta cantidad de liquidez iban a tener mucha inflación. Pero eso no ha pasado. Está por debajo del 2%, cuando la media de los últimos 34 años es el 3,1%. Parece que el plan ha salido redondo», apuntan desde XTB.

Sin embargo, para Rallo, que el efecto no se haya trasladado a la inflación es «la mejor prueba de que toda esa liquidez no se ha filtrado a la economía. Es muy similar a lo que sucede en Europa con la OMT de Draghi ». Insiste además que los motores de crecimiento de Estados Unidos está siendo el fracking, con el auge de la perforación petrolífera mediante ésta técnica en Dakota del Norte, o la economía del conocimiento.

¿Qué consecuencias tiene el fin del QE?

¿Están los mercados y la economía preparados para vivir sin QE? «Parece que el mercado no va a hacer pagar la retirada de estímulos. Está descontado, y si no se retira del todo puede incluso haber subidas», señala Javier Urones. En cuanto a la economía real, opina que «si no afecta a la financiación de las empresas no tiene por qué afectar a la economía real».

Los dos expertos coinciden en que el gran reto es ahora gestionar un balance que equivale al 25% del PIB de la economía de Estados Unidos. Urones cree que la solución es «sacarlos fuera de la economía (drenarlos), aunque eso podría secar el grifo del crédito, aunque evitará los problemas de inflación». Advierte que otra consecuencia inmediata será que el dólar siga apreciándose frente al euro.

Rallo, más cauteloso en este punto, advierte que no están tan descontado que sea el fin del programa «ni que vaya a ser el último». «No está tan descontado. De momento han dicho que dejarán de comprar, que no es lo mismo que decir que empezarán a vender».

«Vender mediante la atracción de capital internacional apreciará el dolar», apunta Rallo. « Eso vendrá bien a quienes quieran fiar la recuperación europea a un cambio más bajo con el dolar , pero vendría mal a los emergentes que se han endeudado en dólares».

¿Qué va a hacer Europa?

Estados Unidos repliega posiciones justo cuando Europa comienza a plantear la puesta en marcha de un programa similar. Tras una grave crisis de deuda soberana, con rescate financiero a tres países y otros dos experimentando fuertes tensiones en sus diferenciales, la eurozona priorizó la consolidación presupuestaria y las reformas estructurales a los estímulos. Adecuado o no, el escenario más tenebroso parece ya alejado, pero no menos cierto es que la economía no termina de arrancar, con dudas en las tres principales economías del euro,  y amenaza con una tercera recesión. Es en ese contexto en el que el BCE y su presidente Mario Draghi han anunciado una intervención similar en los mercados , sin concretarse aún el cómo ni el cuándo. Ni el cuánto.

Javier Urones cree que todavía «no hay respuesta para saber qué plan sería mejor». No obstante señala que la posición de partida no era la misma. «Las empresas y particulares de Estados Unidos tenían menos endeudamiento, por eso en Europa no se quiso hacer un programa similar».

Rallo coincide en la divergencia de las situaciones y matiza que al BCE «se le pedía prestar a economías insolventes». Aunque considera que Europa no requiere de un plan similar, incluso que debería retirar las OMT, reconoce que Draghi «ha estabilizado la deuda pública sin poner un solo euro» . Un argumento más, en su opinión de por qué los QE no han servido o podían haberse evitado.

Las dudas son sobre cómo se desarrollaría ese programa, porque el problema no parece la oferta, sino la demanda. «El BCE ha reconocido que la parte de oferta de crédito está lista, pero falta demanda solvente», apunta Urones, quién señala que si compra deuda pública el efecto en los diferenciales será bajo, pues estos ya se han relajado mucho. «Serviría para aguantar la situación», corrobora Rallo al respecto.

Urones cree que algo positivo de un QE sobre deuda privada podría ayudar a abrir una nueva financiación para las empresas. Rallo comparte con él la problemática de discriminar la deuda solvente de la que no lo es: «Un Banco Central no es un fondo de capital riesgo», sentencia.

Así, mientras Europa amaga con un programa de estímulo después de haber optado primero por las reformas y los ajustes, Estados Unidos podría decretar hoy el final de seis años de política expansiva, tras los que la economía ha mejorado, pero con las dudas de si ha sido fruto de estos planes y con mucha incertidumbre sobre cómo gestionar sus contraindicaciones.

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