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hablar en público

Cómo lograr meterse en el bolsillo a cualquier audiencia

Una de las habilidades directivas más codiciadas es saber enfrentarse a la audiencia en las presentaciones. Del miedo a la superación. Primer paso, ganar confianza en uno mismo

Cómo lograr meterse en el bolsillo a cualquier audiencia

lucía dorronsoro

Se puede hablar en público en diferentes supuestos —homenajes, concursos empresariales, presentaciones de proyectos, charlas y debates, bodas, funerales—, y se puede aprender a hacerlo en cada uno de ellos. Algunas culturas y profesiones utilizan de forma habitual esta herramienta de persuasión de la que a menudo depende la toma de importantes decisiones, pero para la mayoría de la población —incluida la de Estados Unidos— supone quedarse «solo ante un peligro» que nace de uno mismo. Es el miedo a la exposición pública el que paraliza a un conferenciante que, en petit comité, se comporta como un conversador ameno, ingenioso, interesante. ¿Cómo se puede transmitir a una audiencia de desconocidos la misma sensación de confianza que ante un grupo de amigos en una reunión informal?

José María Acosta, consultor y experto en oratoria y comunicación, destaca en su último libro, «Hablar en Público» (ESIC, 2012) la importancia de utilizar «el cerebro emocional. Hay que saber comunicarse con todo el cuerpo». Tener muy claro lo que se quiere decir y saber quién va a escucharlo son dos de las claves que ayudan a superar el miedo. El humor puede dar un gran resultado, pero también causar una mala imagen si no se emplea con naturalidad. Y la improvisación, sin excesos, como la sal.

José Luis Losa es un experimentado periodista y director de teatro que ha creado en Sevilla una empresa de cursos de comunicación personal para profesionales ( www.comunicayconvence.com ) que intenta dar respuesta a esa gran demanda existente. Se trata de cursos intensivos para sólo diez alumnos que ofrece en el Palacio de Congresos de Sevilla basados en tres disciplinas: «coaching», para vencer los miedos; periodismo, para controlar el mensaje; y teatro, para dominar las formas. A su juicio, «de nada sirven los cursos de declamación o de retórica si el problema previo que hay que resolver es conseguir que el orador pierda el miedo y se sienta a gusto. Para ello hay que enseñarles a apoyarse en sus puntos fuertes y minimizar los débiles». Sin embargo, concluye, la clave para generar esa confianza con la audiencia es «potenciar la capacidad de empatía con ella, de mirar al público a la cara y contarle nuestra verdad».

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