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La «Abenomía», una aberración japonesa

Lo que es más prometedor para Japón es el proyecto de zona libre intercambio, al que Tokio acaba de sumarse

por guy sorman

Los economistas están divididos a partes iguales entre los que creen en la reactivación de la economía a través de la creación de moneda -los herederos de Keynes- y los que no creen en ella, que son los discípulos de Milton Friedman. Los bancos centrales reflejan esta división. En Estados Unidos, el banco federal practica la reactivación desde 2008, mientras que el banco europeo da preferencia a la estabilidad de los precios, ya que considera que el rigor es el requisito para la recuperación. ¿Cómo se puede saber cuál de estas dos tesis es la correcta? A corto plazo, parece que una reactivación podría propiciar una recuperación, pero sería breve y se correría el riesgo de provocar inflación. Y las políticas de reactivación no funcionan en el vacío: no sirve de nada reactivar una economía que no tenga nada que vender y en la que el exceso de normas y de leyes relativas a los impuestos paralizan el espíritu de empresa.

En la práctica, hasta la nueva política japonesa llamada Abenomía, los Gobiernos y los bancos centrales nunca se inclinan hacia un lado o hacia otro: se muestran un poco a favor del rigor y un poco a favor de la reactivación, lo que hace que sea todavía más difícil demostrar que una tesis es correcta y la otra errónea. Pero desde esta semana, los economistas y los dirigentes del mundo entero se fijan en la banca en Japón que ha optado por una reactivación monetaria masiva con la duplicación de la masa monetaria en circulación: algo sin precedentes. El objetivo previsto es la reactivación del consumo, el crédito y las inversiones, y poner fin a 20 años de estancamiento. Esta creación de moneda ya ha logrado hacer que baje el yen, lo que favorece las exportaciones japonesas, en detrimento de los coreanos, que están furiosos y con razón. El Banco de Japón, que ha abandonado su independencia en este asunto para actuar de forma coordinada con el Gobierno, corre el riesgo de crear inflación y una guerra monetaria. ¿Reactivará la actividad? Lo dudamos, ya que el estancamiento japonés se debe a los costes de producción en Japón, muy elevados, que animan a las empresas a producir en otros lugares. La parada, casi total, de las centrales nucleares, sustituidas por importaciones de gas y de petróleo, aumenta aún más los costes de producción, lo que empuja a las fábricas japonesas hacia China y EE.UU.

Por otra parte, este estancamiento japonés es un espejismo estadístico: la población disminuye, y por consiguiente, el Producto Interior Bruto disminuye, mientras que los ingresos por habitante aumentan. Por tanto, los japoneses no perciben que estén en crisis. En cuanto al desempleo, no existe porque el sector de los servicios, regulado y poco productivo, absorbe los excedentes de la mano de obra. En privado, los economistas japoneses admiten que una reactivación de verdad exigiría una inmigración masiva, una liberalización del sector de los servicios, la aceptación de la competencia extranjera en el territorio japonés y la entrada en funcionamiento de las centrales nucleares. Todas estas son soluciones de las que la opinión pública no quiere oír hablar. El Gobierno conservador de Shinzo Abe, que sabe todo esto, ha optado por la ilusión de la reactivación monetaria en vez de unas reformas estructurales y más radicales. Puede esperar una mejora provisional de tipo neokeynesiano que le garantizará unos años de popularidad. Una vez que se desvanezca la ilusión, Japón seguirá envejeciendo, pero de una forma tan lenta que nadie sufrirá demasiado. A menos que un ataque exterior, como la agresividad china o la ambición coreana, vuelvan a despertar al archipiélago como cuando la marina estadounidense, en 1853, despertó al viejo Japón de su letargo. El pasado de Japón muestra que este pueblo solo reacciona frente a los desafíos del exterior: como en 1853 con la apertura forzada al comercio, en 1945 cuando se le impuso la democratización, o en 1973 con la crisis del petróleo.

Lo que es más prometedor para Japón que la Abenomía, por el nombre del primer ministro, es el proyecto de zona de libre intercambio, llamado Asociación Transpacífica (TPP, por sus siglas en inglés), al que el Gobierno de Tokio acaba de sumarse. Todos los Estados del Pacífico se plantean una libertad de intercambio sin restricciones de la que solo China, por el momento -porque no es democrática- está excluida. La historia económica nos enseña que la reactivación monetaria siempre es una solución a corto plazo que conduce con más frecuencia a la inflación que a la prosperidad. En cambio, el libre intercambio como motor del desarrollo duradero es uno de los escasos temas en los que coinciden los economistas de todas las tendencias. Esto también es válido para una Unión Europea que se encuentra en vías de establecer una zona de libre intercambio salvadora con Estados Unidos.

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