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copa Davis | final

Federer ya tiene su Davis

El campeón de 17 grandes da el punto definitivo a Suiza al vencer a Gasquet y completa su palmarés con la primera Ensaladera

Federer ya tiene su Davis AFP

Enrique Yunta

Roger Federer, que viene a ser más de media Suiza, ya tiene su Copa Davis, cumbre para un tenista interminable que buscó durante años el único gran trofeo que le faltaba. En la arcilla de Lille, silenciados los más de 27.300 espectadores , se escribe la gesta de esta raqueta irrepetible, convincente para cerrar una final que le reservaba la gloria. Quiso el destino que él resolviera y lo hizo a lo grande, superior a Richard Gasquet para imponerse por 6-4, 6-2 y 6-2.

A sus 33 años, rejuvenecido en ese permanente regreso al pasado que acalla los que le han dado mil veces por muerto, Federer entendió que este sí, que este era el año. Novak Djokovic renunciaba a defender la bandera de Serbia y España se quedaba sin Rafael Nadal, motivos de peso como para intentar el asalto a la Ensaladera. Un buen sorteo y el compromiso de un crecido Stanislas Wawrinka impulsaron a Federer al cielo del tenis.

Después de más de 1.200 partidos, ninguno tenía tanta carga emotiva como el de este domingo. Suiza, país neutro para todo en donde el patriotismo no se estila demasiado, estaba pendiente del héroe, campeón de 17 grandes y con un debe en su palmarés. Le faltaba la Copa Davis y por fin tiene esa foto vestido de rojo y blanco, colofón para darle valor a un torneo en entredicho. El debate de la Davis es permanente porque exige demasiado al jugador, pero las sensaciones que despierta son incomparables.

A una hora de la batalla, Francia anunciaba un cambio en su equipo. Jo-Wilfried Tsonga, número uno de los locales, se caía por una supuesta lesión , desalentador el murmullo en la grada. Poco se podía esperar de Gasquet, con un 12-2 en contra ante Federer y con la experiencia reciente del dobles del sábado, en donde fue, con mucho, el peor de la sobremesa del sábado . Un papelón para él y más con Federer de por medio, desatado en el día más importante de los últimos tiempos para él.

Y la realidad es que tampoco hay mucho que reprocharle al francés porque esta crónica, y cualquiera que se escriba sobre la final, sirve para ensalzar a Federer, efervescente en el inicio y seguro con el viento a su favor. Se gustó en la tierra pese a la falta de adaptación, olvidó los problemas de espalda que le torturaron el viernes ante Monfils y puso la directa hacia la gloria. En un ejercicio sin manchas, 6-4 para empezar.

Al número dos del mundo se le vio más serio, más implicado en la causa, consciente de que era ahora o nunca. Rompió en el tercer juego y regaló una lección de movimientos de pies, maravilloso a la hora de deslizarse. Se trabajó los puntos desde el fondo de la pista tal y como exige esa superficie y aceleró en todos sus derechazos, un golpe definitivo. Gasquet, que tiene un revés a una mano portentoso, se limitaba a mantener el pulso, casi siempre a remolque con su servicio, pero no le dio para más e incluso desperdició las pocas opciones que se le presentaron. Nunca creyó en sí mismo y ni siquiera se procuró una bola de break, poco dado a las tardes de presión.

Resuelto el primer parcial al aprovechar la cuarta bola de set, Federer se lanzó a por una presa herida. Gasquet quedó herido en la tierra y el suizo se benefició de su flaqueza, impulsado por un break inicial nada más empezar la segunda manga. La grada enmudecía ante una muerte anunciada y los 3.000 suizos entonaban el alirón, una cuestión de tiempo.

A la cita le falto su dosis de épica, pero tampoco estaba Federer para sobresaltos. Todo lo hizo bien, una garantía con su servicio y terrible con el resto, astuto también cuando asomaba a la red para completar una faena redonda. Fue un monólogo que quedó sentenciado con el 6-2 del segundo set, imposible pensar en otro final que no fuera el de Suiza bañada en champán.

Descartada la opción de remontada, Federer disfrutó de lo lindo en la pista, bien conectado con su banquillo en un repertorio de miradas y gritos cómplices con Severin Luthi. Suiza, un país de ocho millones de habitantes, se entregaba a su personaje más ilustre, un mago de la raqueta que se abrazó a la bandera entre abrazos y lágrimas. Después de tanto tiempo, Federer por fin tiene su Davis, completo el mejor palmarés de todos los tiempos. Ya sólo le queda el oro olímpico en individuales, la leyenda continúa.

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