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Champions | Real Madrid-PSG

Rafa Nadal y el miedo escénico

Noche grande en el Santiago Bernabéu, con un público entregado como pocas veces a su equipo siguiendo el espíritu del tenista balear, nunca rendirse

Rubén Cañizares

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La cita de San Valentín entre el equipo y sus aficionados era a las 18.30. Como buen capitán del barco, el pasado domingo Sergio Ramos tomó la iniciativa de convocar a los merengues para una liturgia que ya es un clásico en el Real Madrid moderno. Y el flechazo fue, una vez más, absoluto.

Antes, tras la última charla técnica de Zidane , los jugadores se marcharon de Valdebebas sintiendo el aliento de los madridistas más imberbes. Camino del autobús, los jugadores atravesaron un pasillo humano formado por decenas de chavales de «La Fábrica». Al final del mismo, otro grupo de canteranos mostraron una gran pancarta con un mensaje: «todos juntos a por la 13».

Llegaron con 45 minutos de retraso, pero eso no fue argumento suficiente para enfriar un encuentro que siempre enciende la llama del madridismo más efusivo y optimista. Ni los ocho grados de temperatura ni el molesto viento que a las 19.15 horas reinaban en la capital de España impidieron que más de 5.000 madridistas aporrearan con cariño y emoción el autobús del equipo, rodeados de bengalas y bufandas al aire. Desde dentro, los jugadores grababan con sus teléfonos como su gente respondía a la demanda. Ellos habían cumplido con generosidad su parte del trato. La deuda estaba en el lado de los jugadores.

También la afición estuvo ahí en los minutos previos al inicio del partido. Una pancarta gigante en el fondo sur, con la imagen más características de Nadal, puño cerrado, y brazo en señal de victoria, puso el color en el Santiago Bernabéu . Junto a la icónica imagen, un lema: «El madridismo nunca se rinde. ¡¡¡Vamos Real!!!».

El estado de ebullición del Bernabéu recordaba a las históricas noches continentales del doce veces campeón de Europa. Ni los 5.000 aficionados del PSG hacían sombra a la mejor versión de la atmósfera de Chamartín.

El gol de Rabiot , tras unos primorosos treinta primeros minutos del Real Madrid, dolió más al equipo que a la grada, que siguió empujando a los suyos, convencidos que ese 0-1 momentáneo era inmerecido. El tanto de Ronaldo, al filo del descanso, hizo buena la fe de hinchada..

En el segundo acto, el cansancio y el miedo a encajar un segundo gol se apoderaron de las piernas y las cabezas de ambos equipos. También en algunos momentos en las 80.000 butacas del Santiago Bernabéu . Todos sabían que eran minutos decisivos para el devenir de la eliminatoria y durante un tramo, el PSG acarició el segundo. Pero entonces el Bernabéu se apropió del espíritu de Nadal, lo mezcló con el miedo escénico y el resultado fue letal: 3-1 y apoteosis final.

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