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Gran Premio de España

En las tripas de un equipo de Moto2

Desde el miércoles, el AGR Team de Karlos Arguiñano no descansa para cocinar la mejor moto y luchar por el triunfo

En las tripas de un equipo de Moto2 AGR TEAM

Laura Marta

Es miércoles de Gran Premio. A las nueve de la mañana, el equipo de Moto2 AGR Team tiene asignado un garaje y su camión está aparcado en la puerta. Box 32. Lo «conduce» Karlos Arguiñano, un jefe que no es jefe. Cuenta chistes, da abrazos por el esfuerzo, anima, motiva, alegra. También a los pilotos, Jonas Folger y Áxel Pons, que aceptan que sea más famoso que ellos. El cocinero, apasionado de las motos, continuó el sueño de su amigo Ginés Guirado, fallecido en 2012, y mantiene el unido como una familia. Dos de sus hijos forman parte de él: Amaia y Martín, telemétrica y responsable del hospitality.

Dentro, los apellidos desaparecen y cada uno desarrolla su labor a la perfección. Así entienden que deben luchar por las victorias, desde el trabajo. «Lo primero que hacemos es limpiar el garaje y poner la moqueta. A partir de ahí, todo», indica Fausto Bencivenni, jefe de mecánicos. Con ese todo se refiere a los kilos de material, neumáticos, calentadores, a los cientos de cables que serpentean por el suelo sin que nadie repare en ellos, a los cajones con todas sus herramientas, a las luces, los ordenadores y las pegatinas de publicidad. Una carpa de circo que termina de montarse bien entrada la noche.

Dos pilotos, dos mecánicos y un telemétrico por moto y dos jefes de mecánicos, además de personal extra. Un equipo que comparte sueños y dedicación sin dejar de sonreír. Es jueves, día relajado para algunos, como los pilotos, con sesión de fotos, e intenso para otros, como los mecánicos. Después de tres grandes premios, con una gran victoria en Qatar , han desmontado las motos pieza por pieza para limpiarlas. Alejandro Tejedo, Albert Prades, Joan Andreu Maixé y Joan Thomas las reconstruyen con mimo y atención. De cero, a la perfección, como el mejor de los platos de su «jefe». «Las vemos como en rayos X, y las montamos con calma, con todos los detalles. Si sigues tu método sabes que no habrá ningún problema, aunque al cien por cien nunca estás seguro», explica Tejedo.

En continua conversación con sus jefes, que les indican los parámetros en los que incidir, por dónde ajustar la máquina para lograr el objetivo: ir más rápido que los rivales. «Estamos preparados para rehacer la moto en un par de horas, en MotoGP cuesta mucho menos porque son el doble de personal que nosotros, más o menos. Les pasamos las directrices para que monten la moto exacta, con lo que hemos aprendido de las carreras anteriores. Partimos de una base, pero hay miles de combinaciones para tener en cuenta: el calor del asfalto, del ambiente, la lluvia o el viento. Por eso siempre se puede mejorar, por mínimo que parezca el cambio, puede ser definitivo», continúa Bencivenni.

Codo con codo

Mientras el trajín del montaje se produce en el interior, Amaia Arguiñano y César Gallofré, telemétricos, están más tranquilos. «Nos gusta que la moto esté en marcha, la salsa. No hay dos carreras ni dos curvas de la misma sesión iguales», indica él. «Analizamos los sensores e interpretamos los datos para que los técnicos puedan ajustar lo que falla. Hablamos con cada piloto para decirles dónde pueden afinar más, acelerar más y rendir más en tiempo», señala ella, ingeniera por gusto, en las motos por pasión. Todo, al milímetro.

Como el taller. Destornilladores, llaves, neumáticos, cables… cada uno en su sitio específico, exacto, inmutable. «Cada cajón tiene sus herramientas, por ganar espacio y para encontrarlo todo al instante. En los entrenamientos debemos actuar con mucha rapidez. Y la teoría es una cosa, pero aquí todo es contrarreloj. Aprendes a que no te dominen los nervios, igual que los pilotos. Hay que hacerlo rápido, bien y sin errores. La tensión de que no falle nada es muy alta», indica Prades.

La tensión ya no desaparece en todo el fin de semana. Se sufre por dar al piloto lo que necesita -«son unos enfermos, dormirían aquí para probar cosas nuevas», bromea Bencivenni-, por esos entrenamientos siempre tan cortos para ensayar diferentes estrategias, por las tres primeras vueltas de la carrera en las que todos luchan por su posición. El relax solo llega con la bandera a cuadros, cumplida su función, mecánicos y pilotos, acostumbrados a que todo el trabajo quede en un cero si hay caída. Por eso saborean más la victoria, como la de Folger en Qatar, primera de muchas con las que sueñan. «Fue muy emocionante, para eso estamos aquí. te ayuda a seguir adelante, te motiva. Fue muy bonito. Siempre quieres ganar, pero hay treinta pilotos y todos tienen talento. Tuvimos suerte con la rotura de Zarco, pero tienes que estar ahí para lograr la victoria», recuerda Bencivenni.

El domingo también será largo, se devolverá la desnudez al Box 32. Más llevadero si los resultados acompañan. Y si no llega Arguiñano y... «Te saluda con muchísimo cariño, como un amigo más, te agradece todo mil veces, te da ánimos y te motiva aunque salgan las cosas regulares». Ya en carretera hacia el siguiente Gran Premio volverán la sonrisa, la ilusión y, por supuesto, los chistes del «jefe».

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