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Rafa Nadal, la mejor bandera

El tenista, campeón olímpico en Pekín 2008, es el hijo perfecto, el novio que todo padre quiere para su hija y el abanderado que toda país busca

Rafa Nadal, durante un partido.
Rafa Nadal, durante un partido. - Reuters

Nunca una elección de abanderado de España ha sido tan fácil como la de Rafa Nadal para los Juegos de Río de Janeiro. De hecho, se puede decir que no hubo elección, sencillamente porque no había candidatos entre los que elegir. Rafa Nadal fue nombrado en 2012, y desde entonces tenía la plaza reservada. Ni las recogidas de firmas a favor de Mireia Belmonte, ni los siete Juegos del marchador Jesús Ángel García Bragado consiguieron hacer dudar a la asamblea de deportes olímpicos que eligió por unanimidad al mallorquín para encabezar la delegación de España en la ceremonia inaugural del próximo cinco de agosto.

«El deporte español se lo debe». Alejandro Blanco, presidente del Comité Olímpico Español, no se cansó de hacer campaña por Nadal antes de su elección, y después de ella llegó a decir que llorará cuando Nadal recorra la línea de meta del Estadio Olímpico portando la roja y gualda.

Pero no es Blanco el único entregado a la causa de Nadal. El tenista, campeón olímpico en Pekín 2008, es el hijo perfecto, el novio que todo padre quiere para su hija y el abanderado que toda país busca. El compromiso del tenista con la Copa Davis o la facilidad con la que se enfunda en una bandera a la hora de celebrar un éxito no deja lugar a dudas sobre los colores que le motivan. «Hoy es uno de los días más tristes de mi carrera» dijo Nadal tras su renuncia a ser abanderado hace ahora cuatro años.

«El deporte español se lo debe». Y se lo pagó en la primera oportunidad que tuvo. «Rafa va más allá de lo que es un deportista, se ha convertido en una leyenda. Por su nivel personal y deportivo, por sus declaraciones y por sus hechos lo hemos elegido nuestro abanderado», glosó Blanco tras su designación, que llegó incluso antes de que certifique su plaza olímpica. Nadal debe jugar la próxima eliminatoria de la Copa Davis que enfrentará a España y Rumanía a mediados de julio para sellar su billete a Río, para lo que deberá superar la lesión de muñeca que le hizo abandonar en el pasado Roland Garros.

Pese a que Nadal sólo cuenta con una medalla olímpica, el oro de Pekín 2008, pocos deportistas personalizan como él los principios del movimiento olímpico. El ganador de catorce Grand Slams está inmerso en una campaña personal contra el dopaje. Objetivo gratuito de acusaciones recurrentes, Nadal ha pasado al ataque harto de ser el guiñol al que golpear cada poco tiempo. Por eso decidió demandar a la exministra de Deportes francesa Roselyne Bachelot después de que le acusará de haberse dopado, y lo que es peor, de que su supuesta sanción en 2012 fue escondida tras una lesión, la misma que le apartó de los Juegos de Londres. Nadal ataca y se defiende. Ha solicitado que se haga público su pasaporte biológico en el que aparecen todos los controles antidopaje que ha pasado durante su carrera. Todos negativos. Una actitud olímpica que pocos olímpicos secundarán. No todos valen para abanderado.

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