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De la nada al Olimpo en cuatro años

Garbiñe Muguruza se presenta en el torneo olímpico con la confianza que da saber que en pista dura sigue siendo igual de competitiva que sobre tierra batida o hierba

Garbiñe Muguruza golpea una bola.
Garbiñe Muguruza golpea una bola. - Efe

El día en el que ganó su primer grande, el Roland Garros, Garbiñe Muguruza (Caracas, 1993) tachó «una cosa» de su lista. Había cumplido un sueño. Es fácil adivinar que la posibilidad de colgarse una medalla olímpica también estará en sus oraciones.

Muguruza se presenta en el torneo olímpico con la confianza que da el saber que en pista dura, la superficie sobre la que se jugará el torneo olímpico, con la justificación de que se celebra dos semanas antes del Open de Estados Unidos, sigue siendo igual de competitiva que sobre tierra batida o hierba.

La tenista de moda competirá en individuales, en dobles con Carla Suárez y formará pareja en mixtos con Rafa Nadal, lo que inevitablemente le sitúa como candidatos al oro. Una carrera fulgurante, como ella misma reconoce: «En poco tiempo me han pasado muchas cosas».

En 2012 era una completa desconocida, pero fue invitada al torneo de Miami. A los 18 años y como 208 del mundo, estaba llamada a ser una figurante en la pista dura de Florida. Pero dio la campanada al eliminar a la rusa Vera Zvonareva, 9 del mundo, y a la italiana Flavia Pannetta, 26. Al año siguiente, en el mismo torneo, sus víctimas fueron Anastasia Pavlyuchenkova y Caroline Wozniaki. La fuerza de sus golpes llamó la atención de los especialistas: era una campeona en potencia.

En enero de 2014 ganó en Hobart, en Australia, el primer título de su joven carrera. Pero el gran salto lo dio sobre la tierra batida de París unos meses más tarde, al eliminar a Serena Williams, defensora del título, número 1 del mundo y su ídolo desde siempre. Maria Sharapova tuvo que sudar para eliminarla en cuartos de final. Lo mejor estaba por llegar.

Al año siguiente volvió a tropezar en los cuartos de Roland Garros, pero en el siguiente Grand Slam, en Wimbledon, se metió en la final. Perdió contra Williams, 6-4, 6-4, pero no era más que el primer test frente a una gran cita.

En ese momento tomó la decisión de separarse de su entrenador de toda la vida, el guipuzcoano Alejo Mancisidor, y contrató al francés Sam Sumyk. El bretón había mejorado a cuanta tenista había llevado, sobre todo, Victoria Azarenka, con quien, en 5 años, conquistó los Abiertos de Australia de 2012 y 2013, llegó a las finales del de Estados Unidos en esos mismos años y ocupó, durante 51 semanas, el número 1 del mundo. De la mano de Sumyk, Muguruza ha solidificado su tenis, duro y potente, pero sobre todo ha asentado su personalidad, más fría y calculadora.

Tercera hija de José Antonio Muguruza, que abandonó la localidad de Eibar con dirección a Venezuela, donde hizo fortuna en el sector del metal y se casó con Scarlett Blanco, Garbiñe tiene dos hermanos Igor y Asier, 11 y 10 años mayores.

Desde niña acompañaba a sus hermanos al club de tenis de Mampote de Guarenas, donde cuenta desde los tres años empuñaba ya una raqueta. Con 6 se trasladaron a Barcelona para ingresar en la Academia de los Bruguera, donde afinó su técnica. Su juego siempre se ha asemejado más al que se practica en el este de Europa.

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