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Ni el mejor De Gea impidió la porca miseria

Las paradas, salidas y despejes del sucesor de Casillas mantuvieron largo tiempo a flote la nave roja a la deriva

fernando iturribarría

Ni David de Gea pudo evitar el fiasco de Saint Denis, santo de cara para los italianos. El portero del Manchester United mantuvo mucho tiempo a flote el barco a la deriva con pabellón español. En mitad de la tempestad, fue el chaleco salvavidas de la esperanza en el naufragio. Sus paradas prodigiosas, sus oportunas salidas y sus manos providenciales fueron lo mejor ofrecido por los derrocados campeones. El relevo generacional de Iker Casillas demostró que el futuro imperfecto es suyo, aunque haya políticos a los que les incomode verlo como ángel de la guarda en la portería de 'La Roja'. Desprotegido por sus defensas, nada pudo hacer para evitar los dos goles de la 'Squadra Azzurra' en una derrota crepuscular.

Pronto tuvo que desentumecerse De Gea. A los ocho minutos. En pleno chaparrón. Meteorológico y futbolístico. Alessandro Florenzi botó un golpe franco en el costado izquierdo. La pelota transitó hasta el segundo palo, donde Graziano Pellè le ganó el salto a Busquets. Su cabezazo abajo obligó al toledano a sacar el guante izquierdo en una rápida estirada.

Reflejos, agilidad y vista. Las virtudes de un gran portero. «¡Qué parada de De Gea!», tuiteó Rio Ferdinand, su excompañero en el Manchester United.

La que caía. La marea 'azzura' llegaba en oleadas. Disfrazada de maléfico blanco, 'La Roja' era un barco a la deriva bajo el aguacero de Saint Denis. Emanuele Giaccherini dio otra vuelta de tuerca. Una bicicleta en el Giro italiano con su diestra zurda.

El oxímoron culminó en chilena y desvío providencial del mancuniano con ayuda del poste. Tocaba madera. España las pasaba putas. De Gea era su testigo protegido. Por la fortuna. Caprichosa.

No escampaba. Eterna Italia. Contra y recontra. Inasequible al desaliento. Tormenta, ráfagas, otra falta. De Ramos a Pellè, el virus destructor. Cerca del área. Peligrosa.

Eder lanzó el golpe franco. Con la derecha, duro y raso. De Gea rechazó sin blocar. La bola mojada era un gato escurridizo. Una trampa empapada de agua infernal. Muerta, para el más vivo. Suelta, a la espera del más listo.

Piqué reaccionó. Giaccherini fue el más rápido. Pero fue Giorgio Chiellini, el más astuto. 'El Gorila' lo celebró a su manera. A golpes en el pecho. Fuerza de la naturaleza, titulado en Económicas. De los que sabe que el 'Brexit' no es un baile de la NBA. Inteligencia toscana. El verdugo de De Gea.

Asomó el sol. Pasó el frente de chubascos. La borrasca continuaba desatada. El duelo estaba donde a Italia le gusta. Con ventaja, a la contra. La mejor manera de quitarse la camiseta mojada en el vestuario. Antes de irse al descanso, Giaccherini lo intentó de nuevo. Se internó por la banda izquierda, su propiedad privada. El eslalon terminó en el área. Remató cruzado.

El balón se colaba ya. De Gea voló. Lo sacó a mano cambiada. Magistral. Gesto de clase. Clase alta para frenar a la clase obrera. Decía el filósofo Toni Negri que «el catenaccio es la lucha de clases; somos débiles y debemos defendernos». La hoz y el martillo. Los segadores y el golpe permanente. El fútbol como supervivencia de la clase obrera en tiempo de crisis. El desafío a la creación, la inspiración y la fantasía.

Los enanitos del Bosque se crecieron tras el descanso. Se echaron al monte a trabajar. La posesión pasó a ser roja blanqueada. El dominio territorial puso la pelota en el tejado de Buffon.

Los 'azzurri' sacaron los cuchillos largos. Pegada a la contra. Eder se la dio de tacón a Pellè, que se fue por velocidad de Piqué. De Gea salió a su paso. Se abrió de piernas y manos. El cuero rebotó en bendito su vientre. Ganó un uno contra uno decisivo. España seguía viva. Mamma mía.

Al cabo de un rato interceptó una pelota en el área en un barullo. Se le escapó de las manos. Esta vez sus defensas despejaron el peligro. Entró en paro técnico. El trabajo era para el colega de enfrente. Le tocaba lucirse a Gianluigi Buffon. Vaya si lo hizo.

El manchego volvió a entrar en acción a falta de cinco minutos. Rechazó con los dos puños un fuerte disparo de Lorenzo Insigne, que acababa de sustituir a Eder. Escudo toledano para la flecha napolitana. Engordar para terminar de morir. En el último suspiro. Cuando los balones son de oxígeno.

En el tiempo añadido Italia apuntilló. Olvidado en el costado derecho, Matteo Darmian asistió a Pellè, desmarcado en la boca del gol. Voleó con la derecha a bocajarro. De Gea nada pudo hacer. Fusilado por Graziano. El colmo de la desgracia. Sucumbió desahuciado por su zaga. Fuera de sus casillas. De vuelta a casa. Porca miseria.

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