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Fútbol de selecciones

España y la necesidad de normalizar la derrota

Selecciones que atravesaron periodos dominantes como Brasil o Inglaterra conviven hoy con la normalidad de no ser las número uno

AFP

Alejandro Díaz-Agero

Ganar una Eurocopa no es lo normal . Lo normal, por una mera cuestión de probabilidades, siempre es no ganarla. O perderla, como se comenta estos días después de que según que selección haya caído en octavos de final. Menos normal aún es ganar una Copa del Mundo. Implica ser los mejores y, además, tener una buena ración de suerte. La fortuna en los cruces, las lesiones y el mero azar del juego son factores sobre los que nadie puede ejercer ningún tipo de control. Pero lo menos normal de todo, lo que nunca será corriente sino que colindará con lo extraterrestre, es encadenar ambas y volver a ganar otra Eurocopa más, como el abusón del patio de colegio que acumula bocadillos sin mayor afán que el de sentirse rey.

Brasil , la pentacampeona mundial, sufre una etapa de indefinición futbolística que le ha dejado fuera de la Copa América Centenario en una fase de grupos que la enfrentaba a Ecuador, Haití y Perú. Neymar, el único jugador brasileño que concuerda con el estereotipo de estrella carioca histórica, ni si quiera ha sido convocado para disputarla. Dunga acaba de ser destituido en la que era su segunda etapa como técnico carioca, lo cual constituye el germen de la complicada situación de la selección «canarinha»: no se sabe lo que se busca. La puntilla llegó en el momento en que mayores expectativas había. En el que estaba destinado a ser «su mundial», cayó con estrépito por 7 a 1 frente a la postre campeona Alemania.

Argentina , el país que disfrutó de Maradona, atraviesa un ciclo en el que coinciden verdaderas estrellas mundiales (Agüero, Di María, Mascherano) y Leo Messi. Se trata, por tanto, de una etapa importante en su lustrosa historia. El talento aglutinado ha derivado en tres finales consecutivas (Brasil 2014, Chile 2015, EEUU 2016), todas ellas perdidas . El ambiente, saturado de más por la presión que conlleva la remera albiceleste y el hecho de contar con el mejor jugador del mundo , ha propiciado la renuncia oficiosa de algunos de los cabecillas del grupo, hastíados por la imposibilidad de brindar a su gente el éxito que una generación de futbolistas como la suya exige. El desequilibrio que hay entre el nivel de medio campo para adelante y la defensa y la falta de un técnico que cree un contexto favorable para Messi hicieron el resto.

Holanda , el equipo que entre el 74 y el 78 maravilló al mundo de la mano de Johan Cruyff con un juego nunca antes visto, el que les sirvió el apodo de «La Naranja Mecánica», ni si quiera ha conseguido clasificarse para disputar la presente Eurocopa . La «orange», pese a no ganar ninguno de los dos mundiales, modernizó este deporte exhibiendo el fútbol total de Rinus Michels, en el que atacar y defender pasan a ser labores colectivas y no individuales. Heredaría posteriormente Cruyff la bandera del juego de la escuela holandesa, y con él plantaría la semilla por la cual hoy el Barcelona es una entidad perfectamente reconocible cada vez que once futbolistas se enfundan la elástica blaugrana. Llegaría en 2010 a su tercera final mundialista, pero su emparejamiento con una de las mayores agrupaciones de talento individual al servicio de una idea común que se recuerdan impidieron por tercera vez que pudiesen levantar la copa de campeones. Con la carrera de Robben —su gran estrella reciente—dando sus últimos coletazos, Holanda deberá replantear la construcción de su equipo si quiere estar en Rusia 2018.

Inglaterra ganó el mundial de 1966, el que se celebraba en su casa. En los años posteriores atravesó un prolongado bache que terminó por conformar el aura de equipo perdedor que hoy le asola: no se clasificaron para ninguna gran competición entre 1972 y 1978 (dos Eurocopas y dos mundiales fuera). Acaba de ser eliminada de la Eurocopa por Islandia , una selección debutante de un país de apenas 330.000 habitantes, cuyo segundo entrenador se gana la vida como odontólogo y que tan solo cuenta con un puñado de futbolistas que compitan en ligas de primer nivel. Se hablaba en el país británico de una generación prometedora, con capacidad para competir por el torneo, lo que era cuanto menos halagüeño después de la decepción que supuso no clasificarse en la fase de grupos del mundial de Brasil, pero todo terminó en uno de los mayores ridículos que se le recuerdan. Gary Lineker la definió como «la peor derrota de la historia, contra un país que tiene más volcanes que futbolistas». Normalmente plagada de jugadores que destacan en un contexto tan particular como es la Premier League, Inglaterra acostumbra a afrontar cada competición con las expectativas por las nubes, para acabar acumulando recurrentemente derrota tras derrota.

Sirven estos ejemplos para destensar el saturado ambiente mediático y social que vive estos días España. La Selección, impulsada por un grupo de jugadores irrepetible, logró un hito histórico que no puede considerarse de ninguna manera prorrogable . No va a haber sucesor de Xavi. Tampoco de Alonso, Puyol o Villa. España, como Brasil en el 70, Argentina con Maradona, la Holanda del 74 o Inglaterra en su mundial, ya ha consumido a su gran generación de futbolistas. Los tiempos en que se ganaban partidos con la seguridad de que el único interrogante posible frente a la victoria era el del gol, supeditado él a la inspiración individual de unos talentos superlativos, son ya parte de nuestro mejor pasado.

La dramatización excesiva de una eliminación frente a una selección modélica como la italiana no devolverá a España a la senda del triunfo. La derrota es lo normal, hay que volver a aprender a convivir con ello . Toda victoria futura pasa ahora por reformar el modelo de selección que se viene construyendo. Busquets, Isco, Saúl, Carvajal o Morata garantizan el nivel individual. Impera la necesidad de un técnico que cree una estructura organizativa sólida que permita a los jugadores españoles competir en cualquier contexto, un modelo deportivo que no confíe absolutamente todo a la abusiva superioridad de un grupo de futbolistas que ya no volverá .

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