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LIGA DE CAMPEONES

El Atlético hace historia con su pasión irreductible en la Champions

Alcanza las semifinales tras derrotar al Barcelona en una noche mágica en el Vicente Calderón (1-0)

El Atlético hace historia con su pasión irreductible en la Champions afp

miguel ángel barroso

El Atlético hizo historia cabalgando sobre una pasión desbocada en una noche mágica en el Calderón. Tras un arranque fulgurante en el que logró una renta exigua para sus méritos, aguantó de pie al rival («si hay que sufrir, se sufre» es la nueva frase incorporada por Simeone a su catecismo). Alcanza las semifinales de Champions casi como un «okupa» al lado de equipos con más pedigrí, a los que como mínimo les parecerá una presencia inquietante. Las estrellas del Barcelona naufragaron, de forma llamativa Messi, del que apenas hubo noticias. [Narración y estadísticas]

El fútbol es un espectáculo único por noches como esta, en las que es difícil escabullirse de la emoción febril que transmiten unas gradas preñadas y rugientes, del agitar de banderas, del canto a capela del himno del equipo . Se dice que la del Atlético es una de las aficiones más entusiastas del mundo; se autoexigió un auténtico «tour de force» porque sabía que la ocasión era especial, ya que el grupo se adentraba en tierra desconocida. En el Calderón, además, tienen fichado a un maestro de ceremonias que no es el típico «speaker» ocurrente, sino el propio entrenador, atento a lo que sucede en el campo tanto como al latido de la parroquia. Un arengador de masas con los brazos como aspas de molino, una especie de estrella del rock en mitad de un ruidoso concierto.

Comienzo soñado

Simeone hizo sus deberes, conocedor de las limitaciones —incluyendo dos ausencias clave, Arda y Diego Costa— y del cansancio de unos futbolistas sometidos a una batidora de adrenalina, tanto como el Tata Martino hizo los suyos colocando los lujosos cromos al revés de lo esperado: Neymar comenzó por banda derecha (error repetido y nuevamente subsanado) y Messi por donde quiso; Cesc se situó como falso 9 y el clarividente Iniesta exploró el costado zurdo para filtrar pases entre la tupida tela de araña rojiblanca, sin conseguirlo.

Pidió Martino empezar mandando no solo en el juego sino en el marcador (algo que su equipo no ha conseguido con el Atlético esta temporada), pero el partido comenzó siguiendo al pie de la letra el guión de Simeone , un inicio volcánico en el que los rojiblancos salieron a buscar a su rival como si no hubiera mañana. El debate pudo quedar resuelto en unos primeros minutos de asalto frenético, con el Barcelona hecho un flan. Tras un primer disparo de Raúl García que se marchó alto por poco, llegó el gol. Adrián remató al palo desde dentro del área, el rechace le cayó a Villa, que puso de nuevo en suerte el balón, tocó Adrián de cabeza y Koke empalmó a la red. Antes de cumplirse el primer tercio del choque los locales habían estrellado dos remates más en la madera , los dos impulsados por las botas de Villa, sin que el Barça supiera por dónde le venía el chaparrón.

Después de esa tormenta perfecta el decorado cambió hacia otro bastante conocido: estajanovismo defensivo de unos en busca de matar a la contra; posesión retórica de los otros, con algo más de mordiente por el lado de Iniesta y Neymar. La primera mitad acabó con reclamaciones en ambas áreas, pero Howard Webb no se dio por aludido. El inglés fue fiel al recuerdo que se tiene de él.

El segundo acto fue un pulso entre la paciencia del Barça y la resistencia del Atlético, que por momentos recurrió al voleón. Apretaron los visitantes cuando el contrario quiso salir con el esférico controlado, aventuras muchas veces solitarias que emocionaron al público. Diego relevó a Adrián, que no hizo bueno el pronóstico de su técnico de marcar un gol pero realizó un excelente trabajo, y Alexis a un Cesc flojísimo. Los talentosos bajitos se dedicaron a bombear balones al área, a la desesperada, un pasatiempo para Courtois. Se sacudieron los rojiblancos la angustia e, incluso, pudieron sacar tajada de un mano a mano de Gabi ante Pinto. Al acabar el choque, nadie quería marcharse del Calderón, con varios «bises» de los héroes sobre el césped, dejándose querer por la grada encendida.

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