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Fórmula 1 | GP de Australia

Fernando Alonso, una luz después de la gran decepción

Después de tres años desastrosos, el español recobra la ilusión con el motor Renault del McLaren en el comienzo de la Fórmula 1

José Carlos Carabias

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Aburrido de permanecer en el segundo plano, sin una sola posibilidad de hacer lo que más le gusta –ganar– y pese a cobrar un salario galáctico –más de 30 millones– al nivel de los primeros deportistas del mundo, el mejor recuerdo de 2017 para Fernando Alonso fue un episodio lejos de la Fórmula 1. Aquella fotografía del liderazgo en las 500 Millas de Indianápolis, un coche naranja al mando de una carrera mítica. Tal vez por esa simbología, el McLaren 2018 es de color papaya, lo más parecido al naranja chillón que ilusionó al piloto. Alonso, un tiburón educado en el juego de las damas (comer para no ser comido), no vence desde hace cinco años en la F1 (mayo de 2013), pero goza de la máxima reputación entre sus colegas de profesión y los patrones de las escuderías. Empieza su temporada 18. Este domingo arranca la Fórmula 1 en Australia ( 7:10, Movistar +) y el ánimo vuelve al español, encarnado en ese nuevo motor Renault para el McLaren.

Pasó el tiempo en que el asturiano montaba a un país en su monoplaza, lo llevaba sobre cuatro ruedas a territorios desconocidos, construía una industria a su paso y competía con otros monstruos del deporte español por la estima del público. La marca Alonso ha facturado más de 100 millones de euros cada año en sus días de esplendor, aquellos dos campeonatos en Renault (2005 y 2006), la campaña volcánica en McLaren con Lewis Hamilton (2007), el regreso a la guarida de Flavio Briatore (2008 y 2009), el fichaje por Ferrari que anunciaba una era en la Fórmula 1 (2010) y el lento declive popular por el gobierno de Red Bull (2010 a 2014). Los tres últimos años han sido un desastre en McLaren asociado a Honda: dieciocho abandonos en tres cursos , un quinto puesto por mejor resultado, ningún podio, ningún éxito...

En ese periodo negro se le ha visto menos que nunca por la señal de la televisión, que gestiona directamente FOM (la empresa matriz de la F1). Casi siempre circulaba de los últimos o estaba aparcado en el garaje con el motor japonés roto. En España ha coincidido, o tal vez por eso el mercado lo ha retirado de sus preferencias, con el ciclo de la F1 en televisión de pago , sin canales abiertos al personal, como Telecinco, Antena 3 o La Sexta. Las audiencias han caído hasta límites insospechados, de nueve millones en las tardes de gloria a unos cien mil abonados de pago. Se ha pasado de un fenómeno global –la marea azul– que atascaba los accesos a Barcelona o que levantó un gran premio en Valencia a sesiones medio clandestinas de especialistas en válvulas y entusiasmo por neumáticos. También se ha pasado de una colonia de treinta periodistas, incluyendo cuatro cadenas de televisión en el mayor exceso, a un par de enviados especiales con pase permanente.

Tal vez porque la victoria se le niega y el horizonte tampoco apunta al triunfo –Hamilton y Mercedes son los favoritos al título, con Ferrari y Red Bull en persecución–, Alonso hará un Hércules en 2018. A los 36 años realizará 26 trabajos, 26 carreras en un año como si fuera el héroe de la mitología griega. Dos campeonatos del mundo, la Fórmula 1 y además el Mundial de resistencia con el mejor equipo de la parrilla, Toyota. «Las carreras no son el problema –dice el implicado–. Más pueden influir los viajes y los eventos. Cada retraso, cada conexión perdida, irá peor este año».

Según el termómetro de la pretemporada, McLaren es el cuarto o quinto coche en el escalafón. Es decir, Alonso debería navegar entre el séptimo y el décimo puesto según los cálculos matemáticos tan al uso en la Fórmula 1. Pero los demás equipos no tienen al español, quien conserva una de las mejores hojas de servicio pese a tres años improductivos (32 triunfos, 97 podios, 22 poles, 23 vueltas rápidas, 1.849 puntos), y aspira en un ejercicio de optimismo a alcanzar algún podio e incluso volver a ganar carreras. «Red Bull lo hizo con un motor Renault», presiona desde el principio.

Red Bull se presenta como una de las principales amenazas para Mercedes, la marca hegemónica que ha gobernado los últimos cuatro Mundiales (tres títulos de Hamilton, uno del desaparecido Rosberg) y que asusta a sus adversarios con la barrera de los mil caballos. Coches veloces y fiables que, en manos de Hamilton, son más competitivos. El inglés busca alcanzar a Fangio (cinco campeonatos) y aproximarse a Schumacher (siete). En contra de la creencia, Ferrari no ha avanzado con Vettel. La escudería italiana no gana el Mundial desde hace once años (2007) y el piloto alemán no mejora el legado de Alonso (no tiene más puntos y no ha llegado a la última carrera con opciones).

Con Carlos Sainz en progresión al volante del Renault, el regreso del circuito de Paul Ricard, el vuelo de Verstappen hacia las alturas y un certamen con más pruebas que nunca (21), arranca la F1 en la maravillosa Melbourne. Lo hace sin una de sus contraseñas. Ya no hay azafatas en los circuitos porque «está claramente en desacuerdo con las normas sociales actuales».

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