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Liga Endesa

John Pinone: «Cuando me fui, nadie me consideraba un extranjero»

El mítico pívot del Movistar Estudiantes regresa a España en el 25 aniversario de la mejor temporada histórica del club

John Pinone posa con la Copa del Rey de 1992 DE SAN BERNARDO

E. V. ESCUDERO

Se cumplen 25 años de la mejor temporada histórica del Movistar Estudiantes . Un año que dejó la Copa del Rey en el Magariños, y en el que se estuvo muy cerca de levantar la Liga y la Copa de Europa con un equipo plagado de talento donde relucía John Pinone. El «Oso» ha vuelto a Madrid para conmemorar aquellos días , aunque nunca se fue. Su nombre es habitual en las gradas del WiZink Center , nostálgicas de un pasado feliz y ansiosas porque aquellos días grandes vuelvan cuanto antes.

-¿Qué sabía del Estudiantes antes de venir a España?

-Nada o casi nada. Aquellos eran otros tiempos. Yo era un chico joven que quería jugar en la NBA, que era mi sueño, y que como no podía hacerlo ese año, me busqué la vida para venir a Europa y jugar unos meses, aunque mi idea era volver a Estados Unidos.

-Y se quedó nueve años...

-(Resopla). Sí, nueve años. Mucho tiempo, la verdad. No es algo que suela pasar. Estar nueve años en el mismo club es complicado que ocurra ahora y lo era también hace veinticinco años. Hubo muchas razones para que pasara. Primero, que Madrid es una gran ciudad, pero ante todo porque vi que la mentalidad del equipo era mejorar cada año, lo que hizo que no me quisiera ir nunca. Fuimos creciendo año a año hasta el 92, la temporada en la que estuvimos cerca de ser campeones de todo.

-¿Qué recuerda de su primer día en España?

«Pudimos ganarlo todo aquella temporada. Ganamos la Copa y perdimos la liga y la Copa de Europa por detalles»

-Me acuerdo de llegar al Magariños, con mucho más pelo que ahora y más delgado (se ríe). Hacía mucho frío aquí y la pista tenía menos colorido, aunque sigue manteniendo el encanto de ese día para mí. En la pista estaba David Russell y por lo menos pude hablar inglés con él. Poco a poco fui aprendiendo las costumbres de España, el idioma y ayudando a cambiar la mentalidad del equipo. Cada día que pasaba me sentía más uno de ellos. Y cuando me fui nadie me consideraba un extranjero.

-¿Cuándo se dio cuenta de que Estudiantes podía dejar de ser un «equipo de patio de colegio» y mirar hacia arriba?

-Después de mi quinto año en Madrid, el equipo jugó en Europa y eso cambió mucho la mentalidad del club y de todos los jóvenes que llegaron al equipo. Nacho Azofra, Orenga, Herreros... todos se sumaron al equipo y entre unos y otros todo cambió. El club decidió que no quería ser sólo importante en España, sino en Europa. Creo que ahí estuvo la clave del cambio del club.

-Aquella temporada de 1992 es aún la mejor del club. Ganaron la Copa, pero pudo haber sido histórica...

-Sí, estuvimos cerca de la Liga y de la Copa de Europa. Todo se decidió por detalles, incluso el título de Copa que ganamos en Granada. Al final, cuando se enfrentan dos grandes equipos, todo suele decidirse en una jugada. En un momento de fortuna. Unos tiros libres fallados, un bloqueo o un rebote ofensivo. Esa es la diferencia entre ganar y perder. Pudimos ser campeones de todo, pero nos cruzamos con aquel Joventut (les eliminó en semifinales de liga y en la Final Four) que también era un gran conjunto.

-Aquellos dos equipos, dominadores en 1992, atraviesan momentos complicados ahora. ¿Importa más el dinero que entonces?

-No lo creo. El dinero es importante, pero no es lo más determinante. Lo que realmente marca la diferencia es estar contento con lo que haces y nosotros éramos un equipo feliz. Lleno de calidad, pero feliz. El vestuario era una familia y jugábamos muy bien. Poníamos el corazón en cada jugada...

-¿Qué sentimiento le produce escuchar que la grada sigue coreando aún su nombre?

-No lo entiendo, la verdad (bromea). Es algo que me halaga, sobre todo cuando han pasado por aquí tantos buenos jugadores a lo largo de los años. Yo soy de los que siempre miran hacia adelante y me encanta que no me olviden, pero debemos mirar hacia el futuro y el club también debe hacerlo.

-Cuando jugaba, ya tenía alma de entrenador, ¿no ha podido despegarse de las canchas?

-Para nada. Ahora entreno en Estados Unidos a un equipo de instituto, con chavales desde los 15 a los 18 años. Llevo dos décadas ya entrenando y me encanta dejar una marca en los más jóvenes. Enseñarles que si lo hacen bien, pueden ir a la Universidad y ser profesionales. Es mi manera de devolver algo al baloncesto, un deporte que me dio tanto durante mi carrera.

-Trabajando con la cantera, siguiendo un poco la filosofía del Estudiantes...

-Sí, casi lo mismo. Siempre se ha mirado mucho en la cantera para nutrir al primer equipo y creo que es una buena manera de mirar hacia el futuro. Así te aseguras tener una plantilla que sienta el equipo en su corazón, pero no sirve solo con eso. Hay que trabajar mucho con los jóvenes para sacar lo mejor de ellos y para eso es importante contar con buenos entrenadores en las categorías de formación. A partir de los 16 o 17 años ya es complicado modelar a los jugadores.

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