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Los altibajos de la España que dirigió Scariolo

Repaso al camino de la selección nacional en la etapa del italiano, favorito ahora para volver al banquillo

Los altibajos de la España que dirigió Scariolo efe

d. vilares

El primer torneo de Sergio Scariolo , favorito ahora para ocupar el banquillo tras Orenga , al frente de España empezó mal, y decir «mal» es poco menos que un eufemismo. La selección, que llegaba de aguantarle el ritmo a Estados Unidos en la final olímpica de Pekín y con Pau Gasol como reciente campeón de la NBA, casi se estrella a las primeras de cambio en el Eurobasket de Polonia 2009.

España perdió contra Serbia el primer partido con solo 57 puntos anotados, las pasó canutas para ganar a Gran Bretaña en el segundo y en el cuarto, superada la más que asequible primera fase, cayó ante Turquía. Aquel fue uno de los puntos más bajos de la generación de Gasol y Navarro: en la última posesión del partido, Sergio Llull, recién llegado al equipo, intentó anotar para poner a España uno arriba. Falló y segundos después, en caliente, Marc Gasol soltó una frase difícil de olvidar.

«Jugártela con el chico que ha llegado último... pues bueno, a veces pasan estas cosas», dijo un enfadado Marc Gasol. En realidad, España tocó fondo en el siguiente partido, cuando, jugándose su eliminación del torneo, empezó perdiendo por nueve puntos con Lituania.

Algo pasó en ese momento. España cambió, empezó a jugar distinto, en forma y en contenido, y arrasó a Lituania y al resto de rivales en el campeonato. Fue el primer Eurobasket ganado por España, uno de los dos campeoantos que la selección conquistó bajo el mando de Sergio Scariolo, y el inicio fue el peor momento del técnico transalpino en los cuatro veranos que pasó dirigiendo al equipo nacional.

En torno a aquel Eurobasket siempre hubo una reflexión general que decía que Scariolo comprendió su papel a mediados de torneo. El italiano llegó avalado por su notable trayectoria como entrenador de clubes –él fue quien ganó una Liga con Unicaja– y en el inicio impuso su ideario, con un juego más controlado y elaborado del que acostumbraba España.

Giro de guión

Pero con el paso de los partidos se dio cuenta de que aquello no iba a funcionar con el grupo de la selección, acostumbrados a jugar con más libertad y eso fue precisamente lo que les dio Scariolo a partir de ahí. Con algunas premisas innegociables (sobre todo el esfuerzo en defensa, imprescindible para ganar), España volvió a volar, a correr, a jugar más agresivo y más libre en ataque, y llegaron los éxitos (dos Europeos y una plata olímpica).

Con Scariolo al mando, España nunca empezó bien los torneos. En el Mundial 2010 (sin Pau Gasol), perdió dos de los cinco partidos de la primera fase; en el Eurobasket 2011, sufrió para ganar a Polonia y cayó con Turquía; y en los Juegos de Londres, Rusia derrotó a España y después, en el partido del «biscotto», Brasil hizo lo propio.

Sin embargo, con el italiano en el banquillo, España siempre acabó encontrando la forma de llegar a su mejor versión al final de los torneos y, salvo en 2010 –un Teodosic inspirado echó en el último segundo de los cuartos a una España sin su mejor jugador–, también resolvió los problemas que se encontró por el camino.

En Londres 2012, España sobrevivió a un cruce de cuartos complicadísimo ante una Francia que sí tenía entonces a Tony Parker, un partido a pocos puntos en el que la selección, en un ambiente de fuertes críticas, hizo valer su calidad. Y en la semifinal, Rusia solo permitió a España anotar 20 puntos en la primera parte (menos que contra Francia en este Mundial) pero el equipo nacional supo darle la vuelta al partido en la segunda mitad (anotaron 47 puntos tras el descanso, con una aportación clave de Felipe Reyes).

Poco ilusionante para la afición

Scariolo siempre fue una figura criticada entre la afición al baloncesto en España, una costumbre entre los seleccionadores. Con él la opinión pública nunca llegó a los extremos de Orenga, pero tampoco llegó a contar con la aprobación general que disfrutaba Pepu Hernández. Para la afición, lo malo de Scariolo pesaba más que lo bueno, y es de esperar que su vuelta, de suceder, no ilusionase a los seguidores de la selección. No ocurriría lo mismo con los jugadores: es imposible imaginarse, dados los precedentes, que un seleccionador ocupase el puesto sin la aprobación de los hombres más importantes del vestuario español.

Sin embargo, Scariolo, entre sus debilidades y sus fortalezas, fue capaz de construir una España competitiva, relativamente armónica y que tuvo grandes resultados. Una España de altos y bajos pero que en los momentos importantes tuvo mucho más de lo primero que de lo segundo. Nadie hablará de ilusión para hablar de su hipotético retorno, pero quizás no sea eso lo que necesita una generación que afronta sus últimos torneos.

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