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ALPINISMO

150 años de la primera ascensión al Cervino

Hoy se suspenden las escaladas en homenaje a los más de 500 muertos en el Matterhorn desde la histórica cordada de Whymper

150 años de la primera ascensión al Cervino ROBERT BOESCH

JAVIER JAYME

En las calles de Zermatt se respira estos días (y ya desde comienzos de 2015) el ambiente de las grandes conmemoraciones. La de estos momentos concierne a un evento que marcó un antes y un después en la historia del alpinismo: la conquista del Matterhorn (4.478 m), la montaña más célebre y más fotografiada del mundo, a cuyos pies yace y de cuya primera ascensión, acaecida el 14 de julio de 1865, se cumple el 150º aniversario.

[Fotogalería: las mejores imágenes del 150 aniversario de la primera ascensión al Cervino]

Destino afamado en los Alpes desde hace siglos, actual centro neurálgico de los deportes de montaña a nivel mundial, Zermatt acoge anualmente a miles de visitantes de todas las procedencias. Esta elegante villa suiza, situada a 1.620 m de altitud en el fondo del valle de Mattertal, es miembro de la asociación Best of the Alps, que reúne a las mejores poblaciones montañeras del Cordón Alpino. Pero su reclamo universal no es otro que el Matterhorn, símbolo del país, mito y desafío permanente para los alpinistas.

Su pirámide rocosa erizada de precipicios, única en los Alpes, abraza la frontera entre Suiza e Italia. Y de esta doble territorialidad provienen sus nombres: Matterhorn (Cuerno de la pradera) para los helvéticos, Cervino para los transalpinos. Mediado el siglo XIX, todas las altas cimas de la gran cordillera europea habían sido escaladas. Sólo el Matterhorn resistía invicto. Hasta que un inglés de 25 años, Edward Whymper , acabó con su leyenda. Pero no impunemente, ya que su triunfo quedó emparejado para la eternidad con la primera y más famosa tragedia de la historia del alpinismo.

Soñar con el Matterhorn

Entre 1857 y 1865 se sucedieron quince intentos por el lado italiano y tres por el suizo de vencer al Cervino. Lo anecdótico es que en 1860, cuando Whymper irrumpió en escena, no se proponía competir. Viajaba por encargo de Longman, un editor londinense, quien confiaba en su talento de dibujante para ilustrar un libro sobre los Alpes. Ya al verano siguiente, familiarizado con el medio alpino y seducido por su grandeza, el inglés comenzó a soñar con el Matterhorn.

Le aguardaban cuatro años de duros esfuerzos y derrotas. Y éstas no hacían sino incrementar su halo de cima inexpugnable. Incluso los guías bajaban la cabeza con resignación: «No, signore, le llevo a donde usted decida, pero al Monte Cervino no, signore». Todos excepto uno: Jean Antoine Carrel , apodado Il bersagliere (el francotirador), que ejercía su oficio en la localidad italiana de Breuil. Montañero curtido y audaz, consideraba a Whymper un extranjero sin derecho alguno sobre el Cervino , portentoso bastión natural levantado por Dios en el Val Tournanche para que, sin duda, lo rindiese un italiano.

El asalto final tuvo lugar el 12 de julio de 1865. Decidido a atacar la arista Hörnli, Whymper concentró en Zermatt a su abultado grupo: Michael Croz , reputado guía de Chamonix, y el reverendo Charles Hudson , reciente vencedor del Monte Rosa (4.634 m, el techo helvético), montañeros experimentados; Robert Hadow , estudiante, y lord Francis Douglas , noveles en las lides alpinas, pero jóvenes –ambos con 19 primaveras– fuertes y entusiastas; y los guías suizos, Taugwalder padre e hijo , veteranos en su oficio.

Debían apresurarse, pues sabían que Carrel y su cordada estaban en camino por el costado italiano. A las 3:40 de la madrugada, tras pasar la noche al pie de la arista (3.350 m), comenzaron la escalada. El amanecer se anunció radiante. Guiados por Croz, continuaron sin obstáculos hasta l’Epaule, el «hombro» del Matterhorn (4.250 m). Acto seguido afrontaron la peligrosa travesía sobre los despeñaderos de la cara norte.

Triunfo y tragedia

Finalmente, a las 13:40 del día 14, el grupo completo lograba lo que parecía imposible: hollar la cumbre del Cervino. Pero… ¿eran los primeros? Asomándose al abismo, Whymper descubrió a sus competidores trepando por la arista del Leone, muchos metros más abajo. Las voces y las piedras arrojadas por los vencedores hicieron ver a los italianos que habían perdido la partida. Decepcionado, Carrel emprendió la retirada. Tres días más tarde conquistó, a su vez, el Cervino; pero su victoria le dejó un poso de amargura.

El inglés y los suyos iniciaron el descenso, llegando sin novedad al «hombro». Inesperadamente, Hadow resbaló y se precipitó sobre Croz, derribándole. Encordados con ambos, Hudson y Douglas fueron arrancados de la pared, cayendo los cuatro al vacío. Los tres escaladores restantes, aferrándose a la roca con desesperación, aguardaban la misma suerte cuando sucedió lo impensable: tras un brusco tirón, la cuerda se rompió. Salvados milagrosamente, Whymper y los dos Taugwalder contemplaron, espantados e impotentes, a sus compañeros despeñándose por la cara norte en un vuelo mortal de 1.500 metros hasta el glaciar de su base. Triunfo y tragedia cogidos de la mano en un mismo acto.

Cinco días después fueron trasladados a Zermatt los cuerpos sin vida, salvo el de lord Francis Douglas, que aguarda desde hace siglo y medio a que los hielos lo devuelvan a la luz del sol. El eco de la desgracia resonó por toda Europa. En Inglaterra, la ola de indignación fue tal que la reina Victoria preguntó a lord Chamberlain si no se podía declarar ilegal la práctica del alpinismo.

Silencio en el cuerno de piedra

El Matterhorn es actualmente un trofeo codiciado por los escaladores de todo el orbe. Sus caras y aristas, en conjunto, soportan cada año 3.000 intentos de ascensión, concentrados sobre todo en el periodo estival. Todas las noches, horas antes del amanecer, la arista Hörnli, su vía normal, se convierte en una ringlera de lucecitas tímidas y discontinuas –las de las linternas frontales de quienes la remontan– que bucean en la negrura de sus abismos.

Pero hoy, 14 de julio de 2015, la montaña de las montañas recuperará su soledad secular. La alcaldía de Zermatt, por respeto a la misma y a la memoria de las más de 500 personas fallecidas en accidente letal en estos 150 años, ha dispuesto la clausura del Matterhorn durante las 24 horas para todas las actividades. «Estamos convencidos de que nuestro llamamiento a la comunidad será bien acogido y entendido», asegura Christoph Bürgin, alcalde-presidente de la villa. Solidarios con esta renuncia voluntaria, sus vecinos de Valtournanche-Cervinia harán cumplir la prohibición en el lado italiano.

Jornada, pues, para recordar y homenajear a los caídos. Hoy nadie perturbará la mirífica paz de la montaña. Hoy toca silencio en el Matterhorn.

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