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ciclismo

El agitador de la Vuelta

Javier Guillén ha transformado la carrera hacia la diversión y la variedad de la orografía de España. El Tour le copia

El agitador de la Vuelta carlos moret

j. c. carabias

Más que director general de la Vuelta a España, a Javier Guillén (Madrid, 42 años) le gusta retratarse como «feriante». Desde hace seis años lleva una vida de saltimbanqui, siempre con la maleta y el coche preparados para deslizarse por España a impulsos discontinuos. Este abogado de empresa, hijo de empresario del mármol e hincha del Atlético, ha transformado la Vuelta. Ha cambiado el paso anodino por ciudades sin gente hacia el bullicio popular de pueblos y montañas recónditas. La próxima edición de la ronda, que presentó el sábado en Torremolinos (Málaga), luce su seña de identidad: nueve finales en cumbre inéditos.

«Yo trabajaba para Unipublic como externo en un despacho de abogados -recuerda Guillén en conversación con ABC-. En 2003 me incorporé como fijo a su plantilla, gestioné el conflicto del ProTour en 2005, en 2008 me hicieron secretario general y en 2009 pasé a ser director general. Conozco las entrañas de la empresa desde abajo».

Guillén heredó una Vuelta sin grandes alicientes deportivos en un país en crisis. Y decidió arriesgar. «La crisis nos obligó a reinventarnos. Como no había ni hay dinero, me permito el lujo de elegir donde quiero que vaya la carrera. Y luego ya me preocupo de ver cómo se paga. El criterio deportivo se impone siempre porque dinero no hay ».

La ronda ha activado un sello propio, un estilo reconocible desde que ASO (la sociedad propietaria del Tour) compró el 51 por ciento de las acciones de la Vuelta. Muchas pequeñas cumbres al final de las etapas, recorridos cortos, bonificaciones en la meta, alicientes diarios. «Hemos asumido muchos riesgos con estos recorridos, sobre en cuestión de logística e infraestructura, pero arriesgar no es malo porque hemos conseguido un modelo: todo el mundo, corredores y directores, saben lo que se van a encontrar en la Vuelta».

Guillén ha llevado la carrera al País Vasco, a la Bola del Mundo, al increíble Mirador de Ézaro, ha concebido contrarrelojes nocturnas, ha sacado la ronda al exterior (Holanda, punto de salida), se ha aprovechado del tirón comercial del Tour y ha devuelto el ciclismo a su esencia. «Ya sabemos que es más fácil pasar por las circunvalaciones, pero la gente quiere ver a los ciclistas y hay que pasar por los pueblos».

«Creo que lo más importante fue el maillot rojo como aportación a la personalidad de la Vuelta -dice el director general-. La roja de Luis Aragonés, el rojo de Nadal en la Copa Davis, el rojo de Alonso en Ferrari y el rojo del ganador de la Vuelta. El rojo simboliza el éxito del deporte español y nosotros nos subimos a ese carro».

El Tour representa la autoridad en el ciclismo. Es el punto de referencia y el dueño de la Vuelta. Este año su dimensión global le ha hecho un guiño al modelo Guillén. Ha cancelado los kilómetros contrarreloj (14 en individual, 28 por equipos) y ha bendecido la montaña. La tradicional primera semana de llano y sprints guarda en 2015 algunas trampas y bonificaciones .

La Vuelta funciona en la crisis, aunque Guillén no es complaciente. «Es verdad que el modelo se puede agotar por la desgana de los corredores o por el seguimiento del público. Y para entonces contaremos con un plan B. Pero nunca renunciaremos a lo esencial: en España gusta la montaña».

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