polémica de género
Las entrenadoras que sí entraron en vestuarios masculinos
El nombramiento de Gala León como capitana de la Davis es un caso más de mujeres que dirigen equipos de hombres
Lo que las raquetas nacionales han servido esta semana no son pelotas sino una polémica: ¿puede una mujer dirigir a un equipo de hombres? ¿Es incómodo para los deportistas que les entrene una persona del sexo opuesto? ¿Debe una fémina entrar en un vestuario masculino?
Las preguntas, formuladas por diferentes voces del tenis español tras el nombramiento de Gala León como capitana del equipo de Copa Davis , tienen su respuesta en el pasado: hay mujeres que han dirigido a equipos masculinos. El primer caso conocido ya ha cumplido quince años y sucedió en el fútbol italiano.
Carolina Morace, una de las máximas goleadoras del «calcio», decidió mover su carrera hacia los banquillos tras colgar las botas. Al año de retirarse dirigió a la Lazio femenina, pero su siguiente paso fue un poco más llamativo: fue elegida por la Viterbese, un equipo de la Serie C1 –el equivalente a la Segunda B en España–, para dirigir al equipo. Pero no al femenino, sino al masculino.
La Viterbese de Morace ganó su primer partido pero perdió el segundo por 5-2, y la entrenadora dejó su puesto después de muchísima presión popular. Su sucesora más inmediata no llegó hasta que en la pasada primavera el Clermont Foot francés contrató a la portuguesa Helena Costa como entrenadora .
Costa, nombrada entrenadora a final de la temporada pasada, no llegó a dirigir ningún partido del club. Dimitió a mediados de junio , antes de empezar la pretemporada, quejándose de que los hombres que dirigían en el club le hacían el vacío.
En Clermont-Ferrand siguieron insistiendo con las entrenadoras, y su sucesora fue Corinne Diacré, actualmente en el cargo. También una jugadora de éxito en la selección francesa igual que Morace, Diacré no ha empezado con buen pie en el Clermont : tras ocho jornadas, el equipo solo ha conseguido seis puntos y es penúltimo en la Segunda división francesa.
De momento ninguna entrenadora en equipos de fútbol masculino ha triunfado, aunque se hace difícil culparlas. ¿Hasta qué punto pueden ser responsables de que las cosas no salgan si su nombramiento va acompañado de un inevitable murmullo? ¿Y qué pasa si ese murmullo condiciona decisivamente su trabajo? Solo la normalidad puede cambiar las cosas, y la normalidad es difícil de conseguir.
Las entrenadoras llegan a la NBA
Uno de los casos más esperanzadores es el de Becky Hammon , ya exjugadora profesional de baloncesto, que empezará a formar parte del cuerpo técnico de los Spurs en la próxima temporada. El equipo de San Antonio no es un cualquiera: es la franquicia más exitosa de la NBA, actuales campeones, y una organización que siempre ha destacado por sus decisiones pioneras. Gregg Popovich, admirado técnico de los Spurs, cree que Hammon puede ser una gran entrenadora. Y no debería serlo solo de mujeres.
Entre otras cosas, porque los hombres sí que entrenan con total normalidad a equipos femeninos. Sin ir más lejos, las selecciones españolas femeninas más exitosas son dirigidas por hombres. Miki Oca entrena al equipo de waterpolo femenino campeón de Europa y del mundo; Lucas Mondelo, a la selección de baloncesto, también oro en el Europeo el año pasado; Ignacio Quereda, a la de fútbol, clasificada hace unos días para el primer Mundial de su historia; Jorge Dueñas, a la de balonmano, bronce olímpico; y muchos casos más.
En ninguno de ellos se habló de problemas internos. Nunca se habla de posibles inconvenientes por la convivencia, lo que hace pensar que no hay problema en que un equipo comparta vestuario con un entrenador del sexo opuesto. Quizás el único problema esté en pensar que es un problema.
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