ALPINISMO
Carlos Soria: «El egoísmo y la falta de ética ensombrecen el alpinismo»
Recuperándose en el Campo Base del Kanchenjunga, el alpinista de 74 años reflexiona sobre su renuncia a la cumbre y la muerte de cinco montañeros de otras expediciones que sí lograron hollarla
Hay un dicho entre los montañeros que es mucho más que un tópico: «La verdadera cima está en el campo base, cuando regresas». Este pensamiento acudió a la mente de Carlos Soria, el alpinista abulense que persigue el sueño de hollar los 14 ochomiles del planeta a la más que respetable edad de 74 años. A principios de esta semana enfiló hacia la cumbre del Kanchenjunga (8.586 metros) dentro de la Expedición BBVA y renunció por prudencia cuando le quedaban 300 metros de desnivel, algo que parece insignificante en las altitudes en las que suele moverse el ser humano; una tortura al llegar a la zona de la muerte, por encima de los 7.500 metros , cuando ya no hay aclimatación que valga. Once alpinistas alcanzaron la cumbre. Cinco de ellos, pertenecientes a otras expediciones, no regresaron. Soria atiende a ABC desde el Campo Base del Kanchenjunga.
—¿Cómo se encuentran los miembros de su grupo?
—Perfectamente de salud. El día 21 bajé junto a Muktu Sherpa del Campo 4 al 3, donde me encontré con mis compañeros Luis y Carlos, y seguimos descendiendo juntos hasta el Campo 1 esa misma jornada. Allí nos paramos a dormir, hidratarnos y comer un poco. El 22 llegamos al Campo Base, donde nos reunimos con Dani Salas, que se quedó al cargo de las comunicaciones, y el resto del equipo. Ahora esperamos viajar pronto de vuelta a Katmandú.
—No debe ser sencillo tomar decisiones a más de 8.000 metros de altura. ¿Sufrió un duro debate interno cuando pensó en renunciar después de todo el trabajo realizado?
—No es sufrimiento, sino análisis. Llevaba unos 200 metros escalando sin cuerda fija y cuando llegué a los 8.300 empecé a hacer cálculos sobre la cantidad de horas que llevábamos a gran altitud, lo que nos faltaba por llegar a la cumbre y lo peligroso que iba a ser descender estos últimos tramos que hacíamos sin cuerda fija. La decisión fue rápida, había que bajar mientras tuviéramos fuerzas. Claro que es una pena hacerlo tan cerca de la meta.
—¿Cree que la ambición desmedida termina por confundir a algunos montañeros?
—Además de por ese factor lo podríamos achacar a los efectos de tantas horas por encima de 7.000 metros, y que se te olvide que, además de subir, tienes que bajar.
—¿Qué noticias tiene de los montañeros desaparecidos?
—Por desgracia no hay novedades. Los coreanos van a subir de nuevo para intentar recuperar el cuerpo de su compañero Park Nam Su por encima del Campo 4, e intentarán transportarlo hasta el Campo 2 para que un helicóptero pueda llevárselo.
—El día era luminoso. ¿Qué les pudo pasar?
—La cantidad de horas en altura, la dificultad de los últimos tramos sin cuerda y el agotamiento físico fueron, sin duda, determinantes para que aconteciera la tragedia.
—¿Hay comportamientos que nublan este deporte?
—El egoísmo, la falta de ética y de respeto por las montañas y sus gentes. Creo que, además de escalar montañas, tienes que adaptarte al contexto que te rodea. Es muy bonito sentirte uno más.
—¿Se ha corrompido el alpinismo?
—Su pureza siempre ha existido y siempre existirá. La diferencia respecto a otros tiempos es que ahora hay mucha más gente que lo practica. Llegan nuevas generaciones con diferentes maneras de ver la montaña, buscando otras metas. No pienso que se haya perdido del todo la esencia, pero todo pasa por educar a los jóvenes y enviar mensajes positivos de un deporte caracterizado por la superación personal, no por la competitividad.
—¿Se encuentra con fuerzas y ánimo para volver al Himalaya y afrontar los retos que le faltan?
—Por supuesto. De momento, este otoño vamos a intentar la ascensión del Shisha Pangma, en Tíbet.
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