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Eufemiano Fuentes: «Dejar de sablear a esta gente me parece una tontería»

Desde hoy en el juicio, las conversaciones en clave del médico, a las que tuvo acceso ABC

Eufemiano Fuentes: «Dejar de sablear a esta gente me parece una tontería»

J. C. CARABIAS

Su madre, doña Josefina Rodríguez, una señora con rictus de abolengo, semblante de ascendencia ilustre y penetrantes ojos azules, cuenta con fijeza en la mirada que si su hijo se hubiera dedicado a la investigación «hoy sería premio Nobel». Amor de madre y espíritu pétreo. Pero Eufemiano Fuentes Rodríguez, matrículas de honor y sobresalientes por doquier en su expediente académico, convirtió su sabiduría en rutilante negocio de mundos subterráneos. Las escuchas telefónicas que toman la sala en el juicio de la operación Puerto retratan un perfil psicológico del doctor canario. Enamorado del peligro, de sí mismo y del dinero. Codicia y ambición para un enigma de persona al que el ex ciclista Jorg Jaksche describió con precisión quirúrgica: «Es la clase de personas que cruza semáforos en rojo a ver qué ocurre».

El 15 de mayo de 2006, ocho días antes del estallido público de la operación Puerto y a través de un teléfono intervenido del que tenía conocimiento, Eufemiano Fuentes dialoga con Ignacio Labarta, amigo, socio y segundo director del antiguo Kelme, el impulsivo equipo de las avispas. Labarta asesora, arropa y estimula el ego de Fuentes respecto a una futura reunión con Manolo Saiz, el alma mater de la ONCE (luego Liberty). Le aconseja qué hacer, le cuenta cómo están las cosas en el pelotón y ríe sus comentarios. En un momento de la conversación, Eufemiano da rienda suelta a un chusco sentido del humor, que poco o nada tiene que ver con la privacidad de sus clientes.

«Y te voy a contar lo último, un chisme. Anoche me estuve descojonando. Me llamó uno al que dicen llamar búfalo...». El búfalo era, según las investigaciones de la Guardia Civil y según el argot del pelotón, José Enrique Gutiérrez, un tallo de metro noventa que en 2006 ejecutaba el Giro de su vida -segundo en la general en esos momentos- y que se había puesto en las manos de Eufemiano Fuentes. «Le digo enhorabuena macho, me hiciste vibrar, se me puso la piel de gallina y todas esas cosas que digo yo para encantar a las serpientes», explica el médico , que unas horas antes le había confesado a Labarta no haber visto la etapa del Giro. El preparador físico aragonés era el que ponía al día al doctor sobre la marcha de la carrera.

«Me dice que está muy bien subiendo -prosigue Fuentes- y tal, era para asegurarme que sigue en pie las copitas de vino... Le digo la titi, tranquilo que vas a follar. Le digo enhorabuena, a lo mejor te vuelves mariquita y te pones de rosa unos días y es tu terreno para ligar, y a lo mejor lo consigues y tal. Le vendí lo mejor posible, esa posibilidad remota que tiene de ... (se refiere a ser líder del Giro)». Y relata a Labarta que todo se debía a que el Búfalo le había mandado por error un mensaje a Fuentes en el que decía que echaba de menos a su mujer.

El gran psicólogo del ciclismo, el número uno del pelotón, era en realidad un servidor de su majestad el euro. Un mercenario que se entregaba al mejor postor.

Esa conclusión debió sacar el doctor Merino Batres, su socio y amigo durante veinte años, que empezó a dudar de la honorabilidad del canario . Se había llevado material de uno de los pisos que había pagado la empresa de Eufemiano, Biomedisport, con intención de venderlo. «Obélix me ha dejado tirado y está montando su negocio», le cuenta Eufemiano a su hermana Yolanda. Merino muestra debilidad para seguir con los planes. Y Eufemiano trató de convencerlo para que no se marchase. Lo camela y gana el pulso. «Yo ya me he hecho a la idea de que si tú lo dejas, lo tengo que dejar yo. Y entonces me gustaría, te pediría que lo dejásemos juntos. Dejar ahora por un mes que queda para terminar de sablear a esta gente, dejar de ganar un montón de dinero, a mí me parece una tontería... Yo sin ti no sigo. Te lo dije una vez y te lo digo mil veces».

Una vida que transcurre durante las escuchas de la Guardia Civil en un lenguaje en clave, una manera de expresión a través de señales, de cuidado superlativo con los teléfonos y de una industria en la que se enlaza familia y negocio. Unos días antes de su detención, Eufemiano se pone en contacto con el médico alemán Markus Choina para proveerse de Actovegyn y Synacthen, dos productos dopantes que no se comercializan en España. Mientras pacta la transacción, pregunta al galeno germano por la forma más conveniente de organizar un viaje que debe realizar su hijo a Hannover en agosto de 2006 para jugar al fútbol. Quiere saber sobre el tipo de superficie que va a entrenarse.

Las voces que conocen el mundillo del deporte en el que se movía Eufemiano recuerdan que si la autoridad competente no hubiera tenido tanta prisa por exponer al Tour 2006 sus avances en la lucha antidopaje, se habría desmantelado la red de clientes del canario. En las escuchas aparecen ciclistas y gente relacionada con el boxeo. En los papeles y planes de entrenamiento también asoman atletas. Pero siempre con el dinero por medio. Así se lo dijo Eufemiano a su socio Merino antes de la cárcel: «No me compensa pelearme contigo por 9.000 euros. Cuando venga Manolo se lo voy a preguntar. No he recibido nada. Si es como el alemán que trae 5.000 te los llevas. Yo no te hago una jugada de esas».

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