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Sangre y triunfo de Alejandro Talavante en San Isidro

Sufre una cornada de 20 centímetros de extensión, no grave, y corta una oreja

Alejandro Talavante, en el momento de la cornada Paloma Aguilar

ANDRÉS AMORÓS

Por fin, un cartel de enorme expectación, con lleno de «No hay billetes» y reventa. A la vez, el sector exigente acude con la mosca detrás de la oreja, después de los anteriores fracasos ganaderos. Como varios toros flaquean, surgen la división de opiniones y la pasión: algo tan propio de nuestra Fiesta; sobre todo, cuando, en esta plaza, torean las primeras figuras. En el quinto toro, Alejandro Talavante, herido en la rodilla derecha, continúa en el ruedo y completa una hermosa faena clásica, con inmensos naturales, que pone a todo el mundo de acuerdo y obliga a concederle una oreja, antes de pasar a la enfermería.

Un paisano de Andrés Roca Rey, el peruano José Santos Chocano, cantaba, hace un siglo, la emoción de una tarde de toros en Madrid: «El tumulto / que corre al coliseo de toros: en mis venas / se despierta la fiebre de un viejo instinto oculto». Con esa pasión vive el público de Las Ventas esta tarde de toros. Las reses de Núñez del Cuvillo han vuelto a ser elegidas por las figuras. Los de esta corrida tienen casta, son manejables pero varios resultan demasiado flojos y suscitan los pitos de los más exigentes.

Con el paso de los años, el francés Juan Bautista ha consolidado su reputación como buen profesional, al que perjudica, a veces, cierta frialdad. El primer toro, un hermoso salinero, tiene movilidad pero flaquea. El diestro juega bien los brazos a la verónica. Se suceden los muletazos correctos pero que dicen bastante poco. Al final de la faena, ataca un poco más pero sufre un desarme y el conjunto no remonta. Mata con facilidad.

El cuarto flaquea demasiado y la ira del público se desata. Intenta frenarla Juan Bautista con un barroco quite, con el capote a la espalda, y se frustra su réplica cuando Talavante dibuja suaves delantales. El toro es muy noble pero muy flojo y la bronca no cesa. Dándole mucha distancia logra correctos muletazos pero se mantiene la división de opiniones. Mata en la suerte de recibir (una de sus virtudes) pero la espada queda defectuosa.

En un solo año, Roca Rey se ha colocado en la cabeza del escalafón. Todos alaban su evidente valor, que corre el riesgo de virar hacia la temeridad. Además de eso, quiero yo subrayar su cabeza (sabe muy bien lo que hace) y su ambición, ese «hambre» que es imprescindible para llegar a lo más alto. El público madrileño, esta tarde, le ha exigido ya como lo que es, una primera figura. El tercero, astifino, cae antes de varas pero sí galopa en banderillas. Con inteligencia, el peruano renuncia a brindar a los tendidos. Comienza la faena con impávidos estatuarios; enseguida, atornilla los pies y manda mucho pero el toro está muy justo de fuerzas y, al natural, queda corto. Surge la división típica de esta plaza cuando una figura lidia un toro que no les satisface. Mata caído y el juicio popular queda en suspenso. En el último, asusta al público con uno de sus típicos quites, por saltilleras y gaoneras, que levantan un «¡uy!» Inicia la faena también del modo habitual, con un muletazo cambiado de gran exposición pero el toro se ha lastimado y embiste con los cuartos traseros descoordinados: hay que cortar la faena. Mata de estocada y es despedido con palmas cariñosas. Todo queda pendiente hasta dentro de una semana.

Alejandro Talavante , poco a poco, ha ido definiendo su personalidad artística, a la que incorporado improvisaciones mexicanas. Posee una gran mano izquierda y su toreo parece fluir con facilidad sedosa, sin esfuerzo. La faena del pasado viernes tuvo auténtica categoría. Con buen arte y con la sangre de una cornada refrenda hoy, ante la exigente afición madrileña, su categoría de figura del toreo. El segundo galopa en banderillas, repite y transmite emoción desde la primera serie. Firme como una vela, Talavante encadena muletazos emocionantes por los dos lados. Cuando el toro amaina su empuje, logra derechazos suaves, a cámara lenta, con los toques justos. Pierde la oreja al pinchar antes de la estocada. El quinto flojea y vuelven a surgir los pitos. Se luce Trujillo en banderillas. Sin probaturas, Alejandro se echa la mano a la izquierda y consigue naturales clásicos. Cuando el toro le voltea y le hiere, las voces discordantes se han apagado. Se niega a pasar a la enfermería. e insiste con excelentes naturales. Cita a recibir y la espada queda defectuosa pero corta una oreja entre el clamor popular. Ha demostrado el gran momento en que se halla.

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